La artista Dominique González-Foerster se declara a sí misma como una escritora frustrada. Y no tiene por qué. Su capacidad para manejar el espacio y el tiempo la acreditan como la mejor narradora, alguien que intenta viajar en el tiempo. Su año, esta vez es el 1887. Y decimos ahora porque para la intervención del Palacio de Cristal del Parque del Retiro se ha centrado en esos cuatro dígitos. 1887 fue el año en que Ricardo Velázquez Bosco levantó el pabellón-estufa para la Exposición General de las Islas Filipinas. Fue el año en el que nació Marcel Duchamp. Por aquella época Rimbaud se encontraba en Aden, Yemen, tras haber publicado el año anterior sus Illuminations.
En 1887 se inauguró también el Hotel Splendide de Lugano e, igualmente, Splendide se llamaba el hotel en Évian-les-Bains donde veraneaba Marcel Proust con sus padres. De ahí que sea justamente ese el nombre con el que Dominique Gonzalez-Foerster ha convertido parcialmente el Palacio de Cristal del Parque del Retiro en un enorme hotel; una intalación-biblioteca. Todo cuadra entonces en la exposición SPLENDIDE HOTEL, un intervención en la que Gonzalez-Foerster (Francia 1965) propone un viaje a través del cual el espectador se transporta a espacios y a tiempos donde lo imaginario se mezcla con lo real y en los que la literatura marca las pautas a seguir para habitar ese mundo onírico, llevando así a la obra de arte más allá del significado de los objetos.
Un grupo de mecedoras desperdigadas -según donde los espectadores las coloquen, se agrupan o se dispersan- intervienen el espacio, que además incluye unas enormes alfombras persas y unos gramófonos. Es, sin duda, un hueco en el tiempo: el del parque, la ciudad, el de quienes entran y salen de la enorme construcción acristalada. Un cambio de función y de época que los visitantes pueden manejar a su antojo. Y justamente eso es lo que la artista ha buscado: abrir un tiempo remoto en ese edificio en el que no todos los artistas invitados han salido bien librados. Sin embargo, Foerster, que ha expuesto en sala de Turbinas de la Tate, sale del asunto sin despeinarse y consigue revivir el contexto decimonónico en el que el edificio fue construido.
Es esta idea de Splendide Hotel, la que González-Foerster quiere trasladar al Palacio de Cristal, recreando una única habitación de este hotel imaginado, invita al espectador a participar a través de distintas vías. Una de ellas las mecedoras donde pueden sentarse para sumergirse en alguno de los muchos libros que la artista ha seleccionado para la ocasión. Se ha decantado, dice ella, sólo por obras maestras. Algunos de los libros incluidos se han escrito en 1887, como La era de cristal, de W.H Hudson. Hay un texto de Matheson, también de ciencia-ficción, En algún lugar del tiempo, en el que el personaje principal viaja en el tiempo a través de la mente, y no con la máquina de Wells, que es otro de los títulos de la muestra. Ocupan el lugar volúmenes de Dostoievski y otros de Chejov.
También ha incluido Hotel Savoy, de Joseph Roth... Están las Iluminaciones, de Rimbaud. De Vila-Matas incluye Perder teorías. Está el libro de Beckett, Murphy, en el que el personaje principal se ata a una mecedora; Ivanov, de Chejov; Azul, de Rubén Darío; Splendide Hôtel, de G. Sorrentino... El problema que tiene la intervención es de tipo logístico: el exceso de visitantes no deja ni una mecedora libre; no hablemos ya de los libros. Lo que podría parecer tan solo una pega, se convierte realmente en un desaire. Sin embargo, como experiencia lectora y plástica, es sin duda, recomendable.
Palacio de Cristal. Madrid. Parque del Retiro, s/n. Http://www. museoreinasofia.es/. Hasta el 31 de agosto.
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