Sus cabellos, como sus ojos, son intensos. Unos son rojos, rojo cereza. Los otros, azules. Su piel es blanca, muy blanca. Juana de Aizpuru camina por su galería, en el número 44 de la madrileña calle Barquillo; y lo hace con la prisa de quienes tienen agendas apretadas. Lleva más de cuarenta años en el mundo del arte. Creó su primera galería en Sevilla, en 1970. Su segunda sede, en Madrid, en 1982; en 1979 creó la Feria ARCO y en esta década la Bienal de Arte de Contemporáneo de Sevilla. Treinta y dos artistas se difunden bajo su nombre como galerista, entre ellos Sol Lewitt, Joseph Kosuth, Dora García, Cristina García Rodero y Alberto García Alix.
No conoce tiempos más duros que estos para dedicarse a este negocio, del que pocos entienden como ella; por el tiempo y por los años que lleva dedicándole. No está de acuerdo con las subvenciones, ni las quiere. Prefiere, al fin, una ley de mecenazgo seria. Sobre el mercado del arte español, es directa. “No existe”. Y no comprende cómo ni de qué viven aquellos que sólo se dedican a vender obras en España. “Sólo existe movimiento en el mercado internacional”. A pesar de eso sigue pensando que España es el país menos afectado. “Es el país donde menos galerías han cerrado”. Lo que sí tiene muy claro De Aizpuru es que lo suyo es para toda la vida. “Yo estoy aquí para desarrollar un proyecto largo plazo, no para ganar dinero”.
-¿Qué tan profundo ha sido el cambio del mercado del arte en España a raíz de la crisis?
-El mercado del arte en España no es que haya cambiado, es que está completamente parado, simplemente no existe; ni el público ni el privado. El público porque las instituciones están todas bajo cero. Se han suprimido todos los presupuestos para adquisiciones y en el mercado privado, el que más, el que menos, está tocado. Pero tampoco la situación actual es muy propicia comprar arte. Para asistir a una galería, seleccionar y comprar arte, hace falta no sólo poder adquisitivo sino también un estado de ánimo y todo esto es muy incierto.
-Las condiciones tampoco son las más propicias para una generación de relevo, que tampoco da signos de consolidación.
-Aquí en Madrid se abren galerías, ahora, que continúen o consigan mantenerse abiertas es otra cosa. A pesar de la crisis, España es el lugar donde se cierran menos galerías. Si Soledad Lorenzo lo ha hecho es porque lo tenía pensado antes de la crisis. En España, como nunca hemos conocido el esplendor del arte contemporáneo, somos gente dura y abnegada. Yo estoy aquí para desarrollar un proyecto largo plazo, no para ganar dinero. Evidentemente se podría llevar a cabo mejor, con condiciones económicas propicias, porque tienes que dedicar muchas de tus energías a pagar a los proveedores, al personal y sobre todo a tus artistas. Yo tengo una carga grande con mis artistas, sino de qué van a vivir y me veo obligada a responder.
-¿En qué se diferencia su generación frente a la que podría sucederle?
-Creo que somos supervivientes, hemos pasado ya tantas épocas malas y duras, que somos sobrevivientes. Los que hicimos la transición somos gente avezada, pero no queda duda de que cuesta muchísimo. Ahora tienes que usar tus energías para buscar dinero y afrontar lo que se necesitas para salir adelante. Pero, al hablar de una generación de relevo, sí creo que existen. En la crisis de los noventa pasó lo mismo, muchas galerías resistieron. Y sí, creo que se han abierto galerías, no sé ya si serán nuestro relevo, pero han abierto.
-En perspectiva, ¿fue más complicado abrir una galería o una feria, en los años 70 que ahora?
-El momento más duro que yo he vivido, profesionalmente, es éste. No se puede comparar con ninguno de los anteriores. Yo llegué a Madrid en el año 82, los años setenta los pasé en Sevilla. Aglutiné a un grupo de artistas que había roto por completo con la academia, que tenía relación con las nuevas tendencias internacionales, sobre todo con los norteamericanos. Era la época de los progres, el mayo del 68 acababa de ocurrir y los coletazos de aquello llegaba a España. Fueron unos años muy importantes y muy bonitos dentro de la historia de España. En esos años, en mi experiencia profesional, desde Sevilla, mi galería aglutinó a todos aquellos progresistas que surgían en cada uno de los estratos sociales como signo de renovación.
-¿De qué forma? ¿Quiénes eran aquellos a los que llama progres?
- Iban comunistas subversivos, gente de toda índole, de la escuela arquitectura, hijos aristócratas, intelectuales, escritores, poetas… A veces recuerdo esa época con verdadera nostalgia. Comprar arte era como estar al día, como avanzar un paso, justamente como parte de ese aire renovador. Había más coleccionistas en los setenta de los que hay ahora mismo y sobre todo tenían las cosas muy claras, no como ahora que todo está mezclado, donde no se valora la profesionalidad ni el buen hacer. Aunque parezca mentira, en aquella época, el mundo del arte era mucho más puro.
-¿Puro en qué sentido?
- Estábamos cargados de valores, con ganas de hacer cosas, de realizar lo imposible. En estos 35 años de democracia yo me pregunto qué ha pasado con esos valores, dónde están, porque yo no los veo por ninguna parte, se han esfumado. Peor que esta época yo no lo he pasado, principalmente por eso. Económicamente en los setenta yo tampoco la pasé mal, trabajaba mucho pero me defendía, tenía mis coleccionistas, mucho más que ahora pueden llegar a tener las galerías de Sevilla, pero vino la transición y sí comenzó a sufrir un poco la cultura, surgieron otras problemáticas. Murió Franco y sólo teníamos un Rey, no teníamos carta magna, ni partidos políticos ni nada. Todo el mundo se volcó en lo apremiante. La cultura y el arte quedó en un segundo plano, por eso se me ocurrió hacer ARCO, porque empecé a salir, a ir a ferias y a ver la enorme diferencia y que nosotros, con lo que teníamos aquí, jamás podríamos ponernos a su altura. Siempre tuve muy claro que el criterio del arte era universal y dije, aquí hay que hacer una feria, y fue así cuando pensé hacer ARCO en 1979 y bueno, eso ya lo sabe todo el mundo.
-¿Cree que existe una antipatía del ciudadano hacia el mundo de la cultura? ¿Se le reprocha a la cultura haber vivido de subvenciones?
-No he percibido un rechazo hacia la cultura, he percibido una ignorancia con respecto a la cultura, porque España llevaba muchos años de retraso y la educación, y lo que se palpa en el ambiente no es muy propicio para el desarrollo cultural del pueblo pero… ¿rechazo? No. Si tenemos en cuenta lo que dice Dora García, que el arte es para todo el mundo pero sólo una elite lo sabe, pues hay que conseguir que esta elite sea cada vez más amplia, pero volviendo al rechazo y al tema de las subvenciones, esto es muy reciente.
-¿Las subvenciones?
-En los años setenta nadie nos daba una subvención o algo parecido, tampoco la pedíamos. No existía. No se nos ocurría siquiera. Tampoco había premios, ni becas para los artistas, cada uno se las arreglaba como podía. Esto de las subvenciones es más reciente. Y yo soy completamente contraria a ellas. Me parece que hay que cambiar las subvenciones por las exenciones, que existan unas leyes fiscales adecuadas que favorezcan el desarrollo del arte y de la cultura para no tener que tener impuestos. Menos subvenciones, menos impuestos y más leyes fiscales que favorezcan el desarrollo de la cultura y más incentivos, porque la cultura y el arte deben de pertenecer a la sociedad, prácticamente debe de ser la sociedad la que lo propague, la que lo mantenga, lo sustente y lo haga llegar a la gente. En Estados Unidos, donde el arte contemporáneo está más desarrollado y hay un turismo cultural más desarrollado, no existe ni siquiera Ministerio de Cultura. Nosotros lo tenemos que tener, indudablemente, porque ellos no tienen el patrimonio que tenemos nosotros pero esa debería de ser más que nada la labor del ministerio, mantener el patrimonio y lo que es el arte contemporáneo dejarlo a la sociedad, manteniendo unas leyes especialmente beneficiosas a todos aquellos que se implicaran en su fomento, porque el Estado no lo puede hacer, le falta personal, le falta gente cualificada pero es que les cuesta mucho más. No creo que el sistema como se lleva el arte contemporáneo sea el adecuado. A mí no me apetece que me den subvenciones para ir a ferias, a mí que me bajen el IVA, que hagan una ley de mecenazgo, que desde hace años se habla de ella. Y parece un cuento chino, cuando sería un incentivo muy importante para la gente que quiera incentivar el mecenazgo. Con una ley de mecenazgo, el IVA cultural, el 1% cultural de todo lo gastado, de todos los presupuestos del ministerio, se notaría.
Apoya TU periodismo independiente y crítico
Ayúdanos a contribuir a la Defensa del Estado de Derecho Haz tu aportación