Cultura

El artista que metió a Franco en una nevera acuña una moneda de oro con la cara de Jordi Pujol

Eugenio Merino exhibió al generalísimo en un frigorífico, a Picasso en un ataúd y ahora mostrará en Barcelona una moneda conmemorativa de la corrupción en Cataluña.

A Eugenio Merino (Madrid, 1975) le gusta provocar… incomodidad, reflexión y alguna que otra ira. Revolver el agua y levantar tormentas en barreños. Lo hizo en 2012, cuando exhibió en la Feria Arco Always Franco, una instalación en la que un Francisco Franco vestido de militar descansaba dentro de una cámara de bebidas. Ataviado con sus gafas verdosas, el caudillo aguardaba, como quien espera ser descongelado algún día de su frigorífica inmortalidad. El asunto le valió dos demandas de la fundación que protegía la memoria del dictador. Ambas las ganó, por cierto.

El lema no puede ser más elocuente: "Jordi Pujol. Treinta años robando a saco". Sobre ese tema habla el artista en esta conversación

Desde entonces, el artista madrileño ha creado desde una versión Pop de Osama bin Laden hasta un Fidel Castro zombi. Ahora, se ha inventado una capilla ardiente de Picasso en la sede de la Alianza Francesa en Málaga. Amortajado con su icónica camiseta a rayas, el pintor yace muerto. La acción incluye una serie de rutas a lo largo de la ciudad natal del autor de Guernica. Se trata de una "reflexión crítica", asegura Merino, sobre el turismo de masas en un lugar que se ha convertido en uno de los destinos más reclamados en España y que hace uso de Picasso como uno de sus principales reclamos, a pesar de que el artista vivió muy pocos años en ella.

Pero queda algo más. Un último souvenir del oprobio que se exhibe a partir del 20 de mayo en la galería ADN de Barcelona en la muestra Home Swiss Home, dedicada a los paraísos fiscales. Entre una de las obras que expone el madrileño está una moneda fabricada en oro con el rostro de Jordi Pujol, presidente de la Generalitat Catalana durante décadas y hoy objeto de una investigación judicial por la extensa trama de corrupción que alimentó en esos años. Es, asegura el propio Merino, una pieza conmemorativa de los 30 años de corrupción en Cataluña. El lema no puede ser más elocuente: "Jordi Pujol. Treinta años robando a saco". Sobre ese tema habla el artista en esta conversación. 

-Usted, en su línea: echando leña al fuego. Picasso convertido en el souvenir de una ciudad en la que apenas vivió unos años.

-No estoy planteando a Picasso como un souvenir, propongo la idea de la ruta que elabora el turismo como algo más estructurado, como una forma de vender algo. El que eche más leña al fuego, de manera irónica, no es el todo malo. Hace reflexionar y hacerse la pregunta de qué coño hacemos aquí. ¿Qué papel tenemos?¿El hecho de ser turista qué tiene que ver con nosotros? Aquí murió Picasso juega con eso y con cómo se explota la figura de alguien que en realidad vivió sólo diez años en Málaga y que además murió en Francia, que fue donde realmente vivió, exceptuando Barcelona. Esta obra es una denuncia al capitalismo del que se vale el turismo.

"El que eche más leña al fuego, de manera irónica, no es el todo malo. Hace reflexionar y hacerse la pregunta de qué coño hacemos aquí"

-El capitalismo tiene suficientes grietas. La pregunta es... ¿del desarrollismo hasta hoy no ha sido posible inventar nada mejor que el turismo?

-Para el neoliberalismo el turismo se ha convertido en el brazo más importante. Es su mejor plataforma para la expandir la necesidad de consumir. En el libro El turista, de Dean MacCannel, en el que baso mi propuesta, se plantea el hecho de que el problema es que el turista nunca se encuentra con nada real. Todo es una ficción. Ciudades de cartón piedra que convierte a los ciudadanos en actores. Sobre esa base, aunque el turismo diese beneficios a España, tiene pocos beneficios para el ciudadano local.

-Lo dice en esa ruta que pueden hacer por Málaga: "Si el turismo beneficia a alguien a nosotros no"

-Cualquier lugar en el que se desarrolla el turismo tiene más daños que beneficios. Empezado por el hecho de que los ciudadanos que viven en el centro tienen que desplazarse. Ocurre la gentrificación, los habitantes tradicionales, la clase media, debe marcharse por el encarecimiento de las viviendas. Se genera un tipo de arquitectura que sirve para otros: los hoteles, los apartamentos turísticos, el restaurante que parece que es local aunque es en realidad una simulación de lo local. Eso mantiene a la ciudad inmersa en un folklore perpetuo que no le permite avanzar. Eso, entre comillas, es la autenticidad que busca el turista pero cuya permanente puesta en escena nos obliga a mirar hacia atrás constantemente.

"El turismo genera cosas que sirven para otros: los hoteles, el restaurante que parece que es local aunque es en realidad una simulación"

-Este tipo de intervenciones y acciones son ya un clásico del arte contemporáneo. ¿Qué está buscando usted, además de polémica? ¿Qué reacción espera?

-Busco reflexión. El hecho de que haya visitas guiadas genera en el espectador crítico una reflexión. Puede que el turista no entienda el por qué de todo aquello, incluso que no lo perciba, pero el malagueño sí. Porque tanto el ciudadano malagueño como el de otros lugares son obligados a formar parte de la atracción turística por esa exagerada propaganda que nos hace pensar que sin el turismo no se puede vivir y que produce que no se regule. Eso ocurre hoy en Madrid: pisos turísticos sin regulación y una masificación que nos terminará haciendo odiar a los turistas, no porque vengan de fuera, sino porque encarecen los precios y modifican la ciudad de una manera agresiva.

- Málaga experimenta un coletazo de aquellos años en los que cada ciudad inauguraba su museo: el Pompidou, el Thyssen… ¿EL museo se ha convertido en otro reclamo turístico?

-Forma parte de ese proceso de usar los museos para convertir a las ciudades en marcas. Ocurrió en Nueva York, en Londres… Hay un capital simbólico como lo es Gaudí para Barcelona. Eso genera un reclamo inconsciente. Ir a Málaga porque se ha puesto de moda, porque tiene alo qué ofrecer. Hasta hace unos años Málaga era una ciudad muy pobre. La desgracia es que esos modelos no sirven para extender la riqueza.

"Ahora estoy preparando piezas con que tienen que ver con los paraísos fiscales, y que ha coincidido con todo este tema de Jordi Pujol"

-¿Cuál es su siguiente acción? ¿Meterá a Artur Mas toreando?

-Además de esculturas, suelo hacer instalaciones. No siempre utilizo las mismas estrategias. Procuro crecer con mis obras y expresar mi crítica a la sociedad en la que vivo de distintas formas. Ahora estoy preparando piezas con que tienen que ver con los paraísos fiscales, y que ha coincidido con todo este tema de Jordi Pujol. El 20 de mayo en la galería ADN de Barcelona muestro dos piezas. Una de ellas tiene un conjunto de hamacas hechas con banderas de paraísos fiscales, que parecen un oasis y que alude a ese sitio al que se llevan el dinero los que se dicen muy patriotas. La otra es una moneda que comenzó como un proyecto para la revista Mongolia, pero que convertí en una moneda en oro con la cara de Jordi Pujol. Es una moneda conmemorativa de los 30 años de Jordi Pujol robando. Para mí la Marca España es todo aquello que se reproduce en el tiempo y como vemos, tanto la corrupción como la evasión de impuestos, forma parte de España. No sólo en la época de la dictadura sino después.

"Para mí la Marca España es todo aquello que se reproduce en el tiempo y como vemos, tanto la corrupción como la evasión de impuestos, forma parte de España"

-¿Ha vuelto a exhibir Always Franco?

-No exactamente esa pieza. Pero en Tenerife expusimos el punching ball con la cara de Franco.

-Pensé que, a pesar de haber ganado los juicios, habría quedado una prohibición.

-Cuando uno ve lo que le puede ocurrir a La Sexta por plantear humor crítico con Carrero Blanco, te das cuenta que no necesariamente existe una prohibición pero sí una presión. El que quiera exponer mis piezas, o esa en concreto, tendrá que asumir las consecuencias. Eso sí: he conseguido una cosa después de tres años de juicios. La Fundación Franco no puede demandarme a mí por exponer esa obra. Por cierto, después de demandarme por 18.000 mil euros primero y por 12.000 después, en juicios ya han perdido 12.000 euros.

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