Una nueva oleada de pesquisidores disputa el terreno al detective del policiaco clásico. El comisario o investigador, en tanto humanista del siglo XX, tiene ahora como vecino literario al reportero. En el transcurso de la última década el periodista aspira a sustituir al agente y el detective en la resolución de un crimen y la lucha contra un sistema de corrupción.
Siguen siendo mayoría: Marlow, Poirot, Maigret, Miss Marple, Charlie Parker, Carvalho o Montalbano. Los inspectores presiden el olimpo del policiaco, pero una nueva versión mestiza del thriller y el negro abre paso a otros héroes. La novela de No Ficción fue la primera en quebrar esa línea con un Truman Capote que investiga en tanto que narra en las páginas de A sangre fría y que ha tenido su ejemplo más célebre y reciente -que no más afortunado- en el Mikael Blomkvist de la saga Millenium.
A los ejemplos anglosajones se suman los de la literatura escrita en español. Y a cada cual más elocuente: desde el historiador y periodista Carlos García Vigil de La guerra de Galio (1991), del mexicano Carlos Aguilar Camín hasta Los Azules, un grupo de cuatro periodistas de los que se valió Jorge Zepeda para empujar su primera novela Los Corruptores (Destino, 2013), y que reaparecen en Milena o el fémur más bello del mundo (Premio Planeta 2014) y a los que retoma en Los usurpadores (Destino).
Esta semana llega a España un libro que vuelve a colocar el dedo en la herida, al menos en lo que a este tema respecta. Se trata de la tercera novela del periodista argentino Reynaldo Sietecase: No pidas nada (Alfaguara). Ambientada en la Argentina de finales de los años noventa y comienzos del siglo XXI, este thriller conjuga dos tramas paralelas: el pasado reciente y más doloroso de Argentina y las relaciones desiguales entre el poder, el periodismo y la justicia.
¿Por qué alguien que mató se quita la vida? Con esta pregunta se abre No pidas nada. Un periodista desencantado de la profesión y de la política, El Tano Gentili, debe investigar por qué un conjunto de militares que han cometido crímenes de lesa humanidad comienzan suicidarse. Caen como moscas, una vez que la ley que los amparaba deja de tener efecto sobre su inmunidad. ¿Lo hacen porque lo desean o porque alguien los obliga?
Construida sobre la reflexión de la justicia que para ser tal ha de saltarse la ley, esta novela del argentino continúa su reflexión sobre el crimen y la impunidad, dos temas que ya trabajó en sus novelas Un crimen argentino (Alfaguara, 2002) y A cuántos hay que matar (Alfaguara, 2010), también en el libro de relatos Pendejos(Alfaguara, 2007). Escrita con precisión, como si en lugar de teclado Sietecase tuviera un gatillo, No pidas nadadesvela una interrogante tras la que se esconden muchas otras: por qué se suicidan los que matan, cómo es la mente de un torturador y de qué forma la justicia llega a ser tal cuando se planta ante el ojo por ojo y el diente por diente.
Cuenta y conduce la reflexión no un comisario, mucho menos un mercenario del tipo Remil de Jorge Fernández Díaz, lo hace un periodista. Acaso porque, como dice el propio Jorge Zepeda, en México o cualquier país de América Latina, Sherlock Holmes acabaría en una zanja por hacer preguntas incómodas. Ese es el caso de El Tano Gentili, quien se adentrará en las favelas de Brasil y en los pasillos más pestilentes de la cosa pública, para descubrir a los asesinos y corruptos.
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