La semana pasada estuvo marcada por el debate sobre la figura de Isabel Díaz Ayuso, la líder más pujante de la política española. Hizo una aparición triunfal en El Hormiguero, fue protagonista de decenas de artículos de fondo sobre la guerra interna en el PP y terminó siendo rebautizada como “la Thatcher del Primark" por el periodista de izquierdas Antonio Maestre. Ahora asistimos a la culminación de un proceso largo, en el que se identifican dos tendencias. Primera: Ayuso crece surfeando la creciente oleada de rechazo que suscita Podemos. Segunda: la mayor parte del arco progresista español todavía no ha comprendido su carisma ni la razón de sus victorias electorales.
Un fragmento de la columna de Maestre para situar el debate: “Ayuso tiene potencial para convertirse en la Margaret Thatcher de España pero con materiales mucho más defectuosos, de peor calidad, sin poso ideológico, sin cultura ni capacidad para ser por sí misma algo más que la voz de Pecas pero con la suficiente inteligencia como para saber que su escaso nivel precisa de un equipo que le dicte hasta qué pensar en temas que le superan. Es una líder de material de tercera, de comida rápida, de mercadillo y Aliexpréss. Es nuestra Thatcher del Primark”, argumenta.
El pensamiento que cruzará muchas mentes al leer este párrafo seguramente sea este: si una líder “de tercera” arrasa en las urnas, ¿en qué división situamos a los candidatos de izquierda a los que pasó por encima? Además resulta imposible no fijarse en las connotaciones clasistas de las palabras escogidas por Maestre, que habla de una líder “de mercadillo”, equivalente a la comida rápida y a la ropa barata del Primark. ¿De verdad es inteligente para un tertuliano de izquierda estigmatizar los productos a los que recurre la clase trabajadora española para llegar a fin de mes? ¿No parece que Maestre esté haciendo una loa a Ayuso, caracterizándola como una política “de abajo”? Miguel Ángel Rodríguez podría hacer una campaña con el siguiente lema: “¿Compras en mercadillos, comes en Burger King y vistes de Primark? Ayuso es tu líder político más cercano”.
Ayuso, voto de los precarios
Cuando preguntas a un izquierdista madrileño por la ‘ayusomanía’ suele recurrir a dos argumentos comodín: el apoyo de los medios de comunicación y el bajo nivel cultural del electorado. Excusas de mal pagador, ya que con esa misma correlación de fuerzas la izquierda ganó otras elecciones o quedó mejor situada. Un excargo del PSOE consultado, que trabaja en uno de esos municipios progresistas de la periferia de Madrid con alto nivel de renta, tiene un análisis mucho más estimulante, que le ha ganado antipatías dentro de su propio partido: “En las reuniones poselectorales pregunté a mis compañeros a quién habrían votado ellos si fueran el típico camarero ecuatoriano que cobra el salario mínimo, la mitad con contrato y la otra mitad en negro. ¿No apoyarían a la candidata que mantiene abierto el bar donde trabajan y que les permite pagar su habitación en un piso compartido? ¿Preferirían a Pedro Sánchez o a Ayuso gobernando si fuesen un autonómo o pequeño empresario de esos que se asfixiaron por el largo estado de alarma mientras se mantenían abiertas las grandes superficies?”, preguntaba.
Ayuso ha seguido la consigna de Walter Benjamin: ganar las fuerzas de la ebriedad para la revolución
Luego seguía el argumento: “El problema es que la mayoría de los cargos políticos de izquierda son académicos o funcionarios, a los que el mercado laboral les pilla lejos. Casi todos tuvieron un confinamiento cómodo, trabajando desde casa o incluso desde el campo, sin ninguna merma de su salario. Han desconectado por completo de la situación material de los trabajadores”. Siempre que expone este tipo de explicaciones, le tachan de “enemigo” y de “apologista de Ayuso”.
El incisivo ensayista Walter Benjamin invitaba a la izquierda a “ganar las fuerzas de la ebriedad para la revolución”. Se refería a incorporar al combate político la alegría social, sean fiestas colectivas o placeres cotidianos. Quien ha logrado realmente comunicar esto es Ayuso, con su defensa de las cañas, la movida cultural de los 80 y la “democracia tabernaria” (expresión con la que el progresismo quiso denigrarla y que, una vez más, fue una victoria para ella). Su apuesta por resucitar la lógica de la movida, e incluso llevarla al ámbito empresarial, demuestra que ha comprendido el papel que jugó para la hegemonía cultural construida por el PSOE felipista. Además se ha encontrado con un clima artístico favorable, cuyo ejemplo más evidente es el disco El madrileño de C. Tangana. "La derecha ha sabido transformar la movida en la contracara del 15-M, lo cual es fascinante desde el punto de vista del análisis cultural", decía hace unos meses en Vozpópuli el profesor de Teoría del Arte Alberto Santamaría, de la universidad de Salamanca.
Entrar al trapo
¿Ha ganado Ayuso, entonces, todas las batallas culturales a la izquierda? Casi todas. Resulta llamativo que los dos políticos que gobiernan Madrid -Ayuso y Almeida- no se hayan decidido todavía a formar familias. Por eso la líder de la oposición en la Comunidad, Mónica García, hace bandera de su papel de “madre y médica”, frase ya célebre que la derecha intenta ridiculizar porque saben que les hace daño electoral (no encaja del todo en su relato de defensores de los vínculos familiares). Una Díaz Ayuso con niños, enraizada en valores cristianos y con mayor sensibilidad social sería una candidata mucho más dura (si cabe) para una izquierda que sigue tumbada en la lona, sin saber de dónde le vienen los golpes.
El primer paso implica reconocer que Díaz Ayuso ganó imponiendo sus marcos culturales en el debate. “Socialismo o libertad”, dijo la presidenta, mientras un Pablo Iglesias crecido entraba al trapo con “Democracia o fascismo”. ¿Han visto ustedes alguna encuesta del CIS en la que el fascismo sea una preocupación de los españoles en 2021? Lo es solo en Lavapiés y en las asambleas de Ciencias Políticas de Somosaguas. Hoy parece improbable que la izquierda madrileña sea capaz de espabilar y diseñar la larga ruta hacia su recuperación política. Mientras mande la ‘mentalidad Maestre’, Ayuso va a ganar todas las batallas culturales. Por goleada.
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