No puede haber mayor solemnidad que el silencio del que cree haber escuchado a Dios, arrancar a aplaudir resultaría una blasfemia después de presenciar el sacrificio de Cristo. "Oh, inocente cordero de Dios, sacrificado en la cruz, siempre sereno pese a ser despreciado! Has soportado todos nuestros pecados. Sin ti habríamos desesperado. Compadécete de nosotros”, canta el primer coro. Casi tres horas más tarde suena la última nota de El evangelio según San Mateo, y según una antigua tradición alemana, los asistentes no aplauden, guardan silencio como muestra de júbilo y admiración.
Esta obra cumbre de la música sacra de Johann Sebastian Bach se cree que fue estrenada el Viernes Santo de 1727 en la iglesia de Santo Tomás de Leipzig, y tras casi un siglo en el olvido, fue rescatada por Félix Mendelssohn cuando la volvió a interpretar en Berlín en 1829, según cuenta Pedro G. Cuartango en Iluminaciones, una guía de un centenar de obras maestras del cine, la música, la literatura y la pintura. "Resulta imposible definir la grandiosidad musical y la intensidad dramática. Escribir sobre la Pasión es una osadía. Solo cabe cerrar los ojos y escuchar esta pieza que sobrevivirá eternamente mientras exista un hálito de vida sobre el planeta", reconoce Cuartango sobre la obra de Bach.
Iluminaciones arranca con la devastación absoluta El triunfo de la muerte de Pieter Brueghel, que encabeza este artículo, un 'Bosco sombrío', "un implacable pintor del lado sórdido de la existencia, de hombres lascivos, glotones y egoístas, de crápulas devastados por el vicio y el pecado". En la esquina inferior izquierda un esqueleto sujeta a un rey, su reloj de arena en la mano nos marca el irremediable destino de cualquier humano. En una escena apocalíptica, un ejército de esqueletos han tomado el control del mundo condenando a los humanos.
En este primer capítulo, el periodista también selecciona el juego de luces, miradas y perspectivas de las Meninas de Velázquez, la soledad ensimismada de los personajes de los lienzos de Edward Hooper, o "el poder hipnótico" del Matrimonio Arnolfini de Jan Van Eyck.
La guía sigue con la mágica nostalgia de Nanuk, el esquimal, un documental con más de un siglo de vida, la filosofía de Kierkegaard presente en Ordet, la profunda reflexión sobre el mal y los límites de la ambición humana de Moby Dick... Del Desayuno con diamantes, Fresas salvajes, Fedora, El último refugio, Jules y Jim pasamos a la reinvención de los Beatles en el Sargent Pepper's, o Shostakovich alzándose como mito de la URSS, y de la resistencia a los alemanes, cuando sospechaba que iba a ser apresado por la represión estalinista.
"Muerte de la lectura"
El libro de Cuartango es un canto de amor a la cultura, casi un aullido solitario de un amante del arte que ve que el mundo que le rodea ha dado la espalda a la literatura. “Estamos asistiendo a la muerte de la lectura, que era esencialmente un hábito burgués, que requería tiempo, soledad y capacidad de abstracción. No digo que hoy no se escriban buenos libros, pero son para élites. La comunión que reinaba entre el público y los grandes autores ya no existe”.
Pero el canon de Cuartango es principalmente el de un hombre enamorado por la literatura a la que dedica más de la mitad de la obra. Su lista denota la vinculación del escritor con Francia y su amor por la filosofía, sus reseñas paladean las obras Descartes, Diderot, Madame de Staël, Montaigne, Rousseau, Balzac, Rimbaud, Proust, Levi-Strauss, Camus o Sartre. También de la literatura en inglés: Salinger, Faulkner, Chandler, Hemingway, Talese, Conrad, Doyle, Joyce, Roth... y una exigua presencia de autores hispanos con La Rayuela de Cortázar como única representante. En sus reseñas de tres o cuatro páginas se percibe una predilección las obras que consiguen plasmar la condición humana.
Cuartango también sostiene que el amor se expresa mucho mejor en los libros que en la pintura, el cine, el teatro o la música, y se apena de cada vez menos gente lea por placer, por el simple gusto de sentir una frase, como el que mira las nubes o pasea por el parque. El escritor sentencia el deceso de este hábito: “Leer hoy es un anacronismo, un vicio pecaminoso, un acto de onanismo. Quizás sea uno de los últimos gestos de rebeldía ante la invasión de estulticia que soportan nuestros sentidos. Sí, la lectura ha muerto y nunca va a resucitar en este mundo apocalíptico del siglo XXI en el que los predicadores han sustituido a los escritores”.
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