Cultura

'The Batman': un nuevo clásico oscuro entre Kurt Cobain y 'El padrino'

La arriesgada pirueta del director Matt Reeves para renovar la saga del hombre murciélago le ha salido perfecta: la nueva película de Batman es, casi, una obra maestra protagonizada no por un superhéroe clásico sino por un detective no menos clásico

"Los animales que he atrapado se han convertido en mis mascotas" canta Kurt Cobain en el tema de Nirvana "Something in the Way", una canción espeluznante anticipada en un trailer que se oye dos veces en la película definitiva sobre el héroe de Gotham, más atormentado que nunca y más vulnerable también por culpa del romántico y casto amor que siente por Selina Kyle (Zoë Kravitz), algo a lo que Robert Pattinson, su intérprete, ya está acostumbrado. Y las mascotas de la canción de "The Batman" (ojo, ya no es solo Batman) o El vigilante, o El vengador, como también le llaman, son los tristes habitantes de una ciudad donde no para de llover y donde casi siempre, salvo una secuencia, es de noche.

Los ‘gothamitas’ están, además, emponzoñados por una nueva droga y rodeados de corrupción, miseria moral y suciedad. Es decir, The Batman es más el escenario de una novela negra que de un cómic de DC. Matt Reeves, también coguionista junto con Peter Craig, que ha reconocido haberse inspirado en Cobain para su héroe, ya había adelantado que su película no estaría incluida en la DCEU (el Universo Extendido de DC), lo que significaba que el hombre murciélago estaría mucho más cerca del de las películas de Christopher Nolan, e incluso Tim Burton, que de las protagonizadas por Ben Affleck −las de Joel Schumacher duermen el sueño de los truños− y que su esperadísima ficción era más un cuento de terror que una fantasía de superhéroes (a juicio de este cronista de cine de Vozpópuli).


Batman de altura

Pero el terror no es para tanto. Hay oscuridad y pasos en la noche a ritmo de la excelente música de Michael Giacchino pero la sangre casi no hace acto de presencia y los bombásticos puñetazos de Batman provocan escasa mella en el rostro de los villanos. Homenaje al cómic y, también, rentable limitación para que la película sea vista por todos los públicos. Y como suele ocurrir en el subgénero, la trama está elaborada lo justo para apuntalar la puesta en escena. Un guion casi de El padrino IV poblado de acentos y nombres italianos sustentado en el poco interesante posible pasado corrupto del padre de Bruce Wayne y, menos mal, en las travesuras de Enigma, casi un psicópata de Seven y Saw, interpretado con mucha fe y sonrisas pícaras por un Paul Dano que nació para el papel.

La obra arranca con un estupendo monólogo al estilo 'Taxi driver' y mantiene el nivel en las tres horas que dura el metraje

Su perturbadora presencia y sus aullidos son uno de los muchos aciertos de un filme que puede presumir de, al menos, media docena más. Por ejemplo, que los otros villanos sean John Turturro, como Carmine Falcone, y un absolutamente irreconocible Colin Farrell como Pingüino, o que incluya secuencias inmensas como la de la persecución del Batmóvil al coche de Pingüino o el vuelo de Batman por la ciudad, fragmentos de gran cine que pueden provocar el espontáneo aplauso en una audiencia que, casi seguro, no va a contar los minutos de las tres horas de metraje.

Pero la gran sorpresa de este nuevo comienzo de la saga del murciélago no recae en el ingenio de las pistas de Enigma, en la cara siempre apesadumbrada y tapada por el pelo del debutante Robert Pattinson o en ese estupendo monólogo del comienzo al más puro estilo Taxi Driver. “No me oculto en la oscuridad. Yo soy la oscuridad”. No, los momentos más cautivantes los atrapa con sus garras Zoë Kravitz como Selina Kyle (nunca se la nombra como Catwoman), otra autoproclamada justiciera de la ciudad. Sus movimientos, sus diálogos y sus preciosos encuentros con Batman mecidos por las cuerdas orquestadas por Giacchino salpican de color las sombras de una película oscura como la noche. Un amor casto pero absolutamente actual. Arthur Rimbaud, el gran poeta de las tinieblas, decía que, pese a la umbría que le rodeaba y de la que huyó hasta la muerte “había que ser absolutamente moderno”. Esta grandísima obra, de cuidadísima ambientación retro, lo es. Quién lo iba a decir.

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