A la altura en la que Toni Kroos ha ejercido como mariscal de campo blanco durante una década, Taylor Swift, emergió bajo un manto de plumas gigantes para revolucionar las gargantas de más de 65.000 asistentes. La mayoría mujeres, la mayoría menores de 30 años. La cantante más famosa del momento en la gira más rentable de la historia cerraba su introducción con su “Verano cruel” (“Cruel summer”). Llevaba 10 minutos de concierto y para entonces, el Santiago Bernabéu, vivienda de fin de semana y de retiro europeo de hombres maduros, pipas y goles, había dejado de ser un campo de fútbol en una explosión de pop, purpurina y lentejuelas.
Las crisálidas rompen en el lapso de la primavera al verano, el coliseo blanco lo ha hecho en la misma época y con las alas de mariposa de tonos pastel de la indiscutible diva mundial. Swift tiene nombre de código de identificación bancaria y lo ha demostrado en su paso por Madrid. No aburriremos con ensaladas de datos económicos, que posiblemente ya han visto y leído, pero se han batido todos los récords imaginables. Sirva de ejemplo la segunda planta de la tienda del Real Madrid que durante estos días se ha convertido en un inmenso pasillo estilo Primark de compra rápida. Unos letreros en el techo anuncian los productos y el precio. Jon y Javi, dos madrileños, de 29 años, vestidos con camisetas de Taylor, uno de ellos con chaqueta de lentejuelas de colores, y que ya estuvieron en el concierto de París, salen de la tienda con un jersey de 75 euros, una camiseta de 45 y una pulsera de 35 para una amiga. También podrían haber comprado una bolsa de tela con fotos y resumen del tour: 30 euros. Nunca un maniquí vestido con el uniforme madridista ha estado tan solo como en el reducido espacio que le han dejado para el concierto. Mientras en la sala de arriba había que esperar cola de más de 20 minutos, las camisetas de “A por la 15ª”, se cruzaban de brazos en la planta baja que todo el mundo esquivaba.
En el macro, los conciertos tendrán un impacto estimado de 20 millones de euros, según la hostelería madrileña. Y la gira ya había ingresado 1.000 millones de dólares en diciembre, en este 2024 se espera que se doble la cifra. Los últimos presupuestos aprobados por el Real Madrid rozaban los 940 millones de ingresos para el 2024.
Pulseras, lentejuelas, flecos, purpurina...
En el paseo de la Castellana, vestidos de lentejuelas rosas, azules y plateadas, sombreros de cowboys cubiertos de purpurina y botas altas, a pesar de los más 30°, han sustituido a las camisetas blancas en los aledaños del Bernabéu. Purpurina dorada en los párpados y pegatinas de perlas en la sienes de fans que han pagado entre 80 y 600 euros por ver a la cantante de Pensilvania.
Desde las 15:30 pudieron acceder al estadio los espectadores con entradas VIP, entre 300 y 600 euros aproximadamente, siempre sin contar la reventa. A una hora del concierto, reventas seguían buscando compradores en una de las esquinas del estadio, y varias chicas portaban cartulinas implorando “boletos en pista” para el show del jueves.
Las quinceañeras más rezagadas seguían intercambiando pulseras con lemas de canciones mientras se ocultaba el sol en Madrid. Quince minutos antes del inicio comenzó el griterío en el interior cuando en uno de los laterales, otra de las divas patrias, Aitana, se instaló en una zona vip de la pista.
El inmenso escenario en el que la estadounidense cantaría durante más de tres horas se estiraba de área a área del campo, aunque la mayor parte de la actuación tuvo lugar en el “diamante central”, un escenario romboidal donde la americana baila, surge desde el interior de la tierra, escala en plataformas que se elevan varios metros entre juegos de luces, humo y fuego. Es muy difícil imaginar un show tan espectacular, con tantos efectos, con tal número de actuaciones distintas: ́Swift canta, baila, toca el piano, la guitarra, actúa. Su escena transmuta en una oficina, un bosque, una casa de muñecas, una nave espacial, un campo de flores, una cabaña de madera, una pista de baile, aparece un deportivo que Swift y sus bailarinas destrozan con palos de golf al ritmo de “Blank Space”... Para completar la liturgia con los fans, las pulseras con luz instaladas a la entrada en la muñeca de cada uno de los asistentes convierten a cada espectador en parte de una escenografía que titila a juego con las luces del escenario.
A mitad del concierto las colas también llegan al baño de mujeres que se pasan un rollo de papel higiénico, mientras las más impacientes se cuelan en el desértico aseo de hombres. El acento de inglés americano se escucha en cada esquina del Bernabéu que vende cervezas de medio litro a 7 euros y cubatas a 12. No del todo caro para lo que acostumbra la capital.
Nueva era del Bernabéu
Uno que da las gracias al cielo por haber coincidido en el tiempo con Zidane, Cristiano y Casillas ya ha olvidado que está en un campo de fútbol, en el campo de fútbol. Cementerio de clubes europeos, el Bernabéu ha ejercido durante décadas su conjuro de los eternos ‘90 minuti, molto longos’ para clubes italianos y alemanes en los ochenta y de petroestados en la actualidad. Un comentarista inglés enloquecía en una de las últimas Champions “They Pray for Miracles and Miracles Arrive” (Rezan por milagros, y los milagros llegan), vociferaba sobre la culminación del terremoto blanco sobre el City de Guardiola. Da igual en qué momento de la noche se encuentre, Swift apunta con el dedo a una grada y levanta una ovación que es seguida por alaridos con el nombre de la artista con la intensidad de cualquier remontada europea. La que se escuchó tras "champagne problems" fue algo casi irrepetible que epató a la propia Swift.
Corre el último tramo del concierto y con “Fortnight”, Swift se sube a una cama gigante para confesarle a un ex amante que ahora es su vecino que todavía está enamorada de él. El que firma este texto ya también ha olvidado por un momento que el sábado y en este mismo sitio, todavía con restregones de purpurina y confeti, montará un nuevo show, en este caso para ver la final de la Champions en la que Florentino Pérez pueda superar a Bernabéu en títulos europeos.
Ideado por el presidente que le da nombre como el recinto en el que vender entradas al mayor número de gente posible, el Bernabéu se ha estrenado esta semana como la sala de conciertos más espectacular de España. Esta caja de hierba y hormigón levantada en el Franquismo terminó anoche su transmutación en otra cosa. Las costillas de hormigón han quedado definitivamente ocultas bajo una nueva piel metálica de suaves líneas curvas . El inamovible mazacote de toneladas y toneladas de cemento ha dado paso a una cápsula capaz de retraerse y acoger a miles de personas que ignoran lo del 11 contra 11.
Cuesta imaginarlo, pero lo más probable es que dentro de unos pocos años, el estadio de Chamartín sea conocido como en el que además de conciertos, juega un equipo de fútbol que viste de blanco, y hoy Taylor Swift ha arrancado esta nueva era.
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