[Alerta spoiler: Este artículo contiene referencias que revelan aspectos de la trama]
El hombre sin escrúpulos, el picapleitos charlatán, capaz de vender a su madre por una sentencia favorable, el que siempre jugó con las cartas marcadas, encontró la redención mediante el sacrificio personal. Y como producto televisivo ha estado a la altura de su hermana mayor. Quizás sea este el mejor halago que se le puede hacer a la producción heredera de Breaking Bad. El reto no era pequeño, considerada por millones de personas como la mejor serie de la historia: 1ª posición en IMBD con una puntuación de 9,5 sobre 10, y 2ª en Filmaffinity con un 8,8, su spin-off, Better Call Saul tenía muchas posibilidades de defraudar.
En septiembre de 2013, se emitió el último capítulo de Breaking Bad con un final cerrado para el protagonista principal. Pero con la gigantesca popularidad de varios de los secundarios, la AMC pensó que dejar morir la historia sería desperdiciar unas cuantas buenas historias. Antes de que terminara Breaking Bad, Vince Gilligan ya tenía el encargo de hacer una precuela centrada en el personaje del abogado Saul Goodman que termina asesorando al cartel de la droga.
El acierto de Kim Wexler
Muchos menos tiros, muchas menos aventuras y persecuciones pero con personajes tan sólidos como los de la primera entrega. La actuación de Bob Odenkirk vuelve a ser magistral, gradual desde el personaje apocado y lleno de inseguridades que encarna a Jimmy McGill, nombre real de Saul. Acomplejado bajo la sombra de su hermano, el poderoso abogado Chuck McGill (Michael McKean), hasta su nueva identidad de Saul Goodman, nombre judío que elige para crear más confianza entre sus clientes. Este alias que en inglés suena igual que la frase “Esta todo bien, hombre” (“S'all good, man”) acaba devorando a Jimmy. Trajes, camisas y corbatas brillantes conforman un look hortera dentro de un despacho de columnas clásicas de cartón piedra en un área comercial coronada por un muñeco inflable de la Estatua de la Libertad. En la puerta de su despacho se agolpan delincuentes multireincidentes de poca monta atraídos por los cantos de sirena de los estrafalarios anuncios en radio y postes de carreta. Como en Breaking Bad volvemos a ver al protagonista fuera de control, cruzando líneas rojas, y justificando cualquier acción o consecuencia de sus actos.
Mientras Walther White, el responsable profesor de Química de instituto se envilecía en Breaking Bad, su compañero Jesse Pinkman, destrozado por la muerte de varios niños, llegó a encarnar el único asidero moral de la pareja. “Algún día simplemente no pensaremos en esto”, dice Saul a su pareja después de que un capo de la droga le pegara un tiro en la cabeza al antiguo compañero al que llevan meses haciéndole la vida imposible. Desde el comienzo de la relación, el espectador se pregunta qué demonios hace alguien como Kim Wexler (Rhea Seehorn) con un fantoche como Saul. Una persona seria, ultra profesional y con una prometedora carrera termina involucrada en los chanchullos de Saul. ¿Cuándo le va a dejar? ¿Cómo va a morir?, se pregunta el espectador cada vez que ve a Wexler compartiendo un cigarro con Saul.
En Breaking Bad, un Pinkman enajenado por el remordimiento de sus actos recorrió la calle lanzando fajos de billetes, mientras que en el spin-off, Wexler confiesa en el penúltimo capítulo a la viuda de un antiguo compañero de despacho el terrible destino de su marido.
Sólidos secundarios
El papel y la actuación de Seehorn son uno de los descubrimientos de esta precuela.También encajan como en un puzle, la aparición de nuevos personajes secundarios como Lalo Salamanca (Tony Dalton) con porte de galán de telenovelas, inteligente, sanguinario y cruel. Lalo, sobrino de Héctor Salamanca, protagoniza los episodios más trepidantes de la producción y ayuda a entender las relaciones del narco mexicano, clave en la trama de Breaking Bad.
La serie también ha mostrado y explicado el descenso a los infiernos de Mike Ehrmantraut (Jonathan Banks), el eficiente sicario que combina sus pulcras actuaciones delictivas con el papel de un entrañable abuelo que cuida de su nieta y su nuera viuda; los líos familiares del cártel mexicano; o la construcción del famoso laboratorio de Gus Fring (Giancarlo Esposito), el respetable empresario dueño de Pollos hermanos.
Adiós, Saul
En un repaso mental rápido, vuelven a la memoria escenas de la hipersensibilidad electromagnética del hermano de Saul, la aventura de este último vagando en el desierto con varios millones de dólares, la emboscada contra Lalo Salamanca y sus planes de venganza, o la huída de una muerte segura de Nacho Varga.
Después de que explotara el caso de Walther White, Saul huyó a una nueva vida como responsable en una tienda de alimentación de un centro comercial de Nebraska. Como buen timador, enrola en sus fechorías a varios pardillos que le siguen sin rechistar. De los robos en centros comerciales pasan a narcotizar en bares a empresarios para posteriormente robarles en sus casas. Pero una referencia a Alburquerque en una conversación derrumba todo su tapadera.
Walter White fugitivo con un aspecto descuidado y herido de muerte terminó acariciando el instrumental del laboratorio en el que habían esclavizado a su compañero Jesse, al que acaba de liberar. En este último paseo melancólico entre bidones y máscaras de gas como los que utilizó para crear la mejor meta de la zona con su característico color azul, el espectador escucha las sirenas policiales y los versos 'Guess I got what I deserve' (supongo que tengo lo que merezco) del 'My Baby Blue' de Badfinger, hasta que cae muerto. La captura de Saul fue mucho menos glamurosa, dentro de un contenedor de basura en Nebraska, y con amenazas de cadena perpetua. Su verborrea termina dando resultado y consigue un trato de una condena siete años y medio en una prisión de su elección. Pero en el último momento, durante el juicio que confirmaría esta condena, Saul, mejor dicho, Jimmy McGill se inmola penalmente y se autoinculpa en decenas de delitos. Las ventajas penitenciarias y los siete años de prisión se convierten en 86 inviernos de condena. Todo para lograr el perdón que su expareja Kim Wexler le otorga con un cigarro compartido en una vista penitenciaria.
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