Hay quienes dicen que la gauche divine fue una broma que sólo se tomó en serio Madrid, se refirió en una ocasión Colita, fotógrafa y protagonista de aquellos años, a la expresión con la que el cronista Joan de Sagarra bautizó a un grupo de jóvenes que compartían, según Juan Marsé, “una fantasmal y noctámbula inclinación al reencuentro, una manera de beber juntos y de prolongar la noche, un guiño a la inteligencia en horas de relajo”.
Aunque aún en el franquismo, fue en ese mismo tiempo en el que el 'boom' latinoamericano estallaba en el Eixample, Carmen Balcells revolucionaba el mundo de la literatura desde su agencia literaria y Carlos Barral, Jorge Herralde o Esther Busquets hacían lo propio con la edición. De esos años se mantiene el recuerdo de Bocaccio, la mítica 'boîte' de la calle Muntaner 505 abierta entre 1967 y 1985, epicentro cultural de aquel tiempo, y a la que periodista Toni Vall dedica ahora un libro.
El volumen en cuestión lleva por título Bocaccio. Donde ocurría todo (Destino), una delicada edición repleta de reproducciones facsimilares de las servilletas o los posavasos hasta fotografías de la Barcelona de esos años, acompañadas de los testimonios de quienes vivieron sus mejores años: Enrique Vila-Matas y su Bocaccio no acaba nunca, Juan Marsé y sus Mitologías Bocaccianasy, también las visiones de Rosa Regàs, Colita, Jorge Herralde, Salvador clotas, Beatriz de Moura o Joan Manuel Serrat, entre muchas otras voces que se unen convocadas por la nostalgia de aquel mundo convertido en juerga.
La melancolía de este libro no la añade Vall (el periodista no había nacido siquiera cuando se abrió el local y tenía seis años cuando cerró) y sin embargo ese sentimiento se desprende de cada una de las páginas. Bocaccio era el sitio al que todos iban a parar: arquitectos, cantantes, actores, cineastas, editores, diseñadores, modelos y escritores que cada noche conversaban, bailaban, bebían y creaban allí. Una conjunción de creatividades. Así describe Toni Val en estas páginas el mítico local abierto por Oriol Regàs y del que él mismo ya había hablado en sus memorias Los años divinos.
“El caso de Bocaccio me parece un hecho indiscutible”, escribe el poeta, editor y novísimo Pere Gimferrer en el prólogo de estas páginas. “Para Toni Vall, generacionalmente posterior a Bocaccio, podemos hablar de irradiación. Decir Bocaccio es nombrar una presencia que, desde un núcleo potente, llamamos sintéticamente así y que da un carácter de naturaleza a una parte significativa de una ciudad”. A diferencia de La Giubbe Rose, en Florencia, Les Deux Magots o al Caveau de la Huchette de París, Bocaccio no sobrevivió a su tiempo, acaso porque el suyo fue singular.
En el año 1975, en aquel lugar donde hoy se alza el Hotel Catalonia, Oscar Regàs mandó colocar dos pantallas de televisión para transmitir las noticias sobre la agonía y muerte de Franco, el mismo lugar en cuya barra una desconsolada Ana María Matute lloraba junto a Carlos Barral, porque no había ganado el premio de novela impulsado por su editorial y con el que ya se habían hecho autores como Guillermo Cabrera Infante o Mario Vargas Llosa.
Vall, nacido en Barcelona en 1979, ha publicado ya la recopilación de entrevistas a escritores Les veus de la influència [Las voces de la influencia] así como el libro La meva vida en un clic [Mi vida en un clic], sobre el fotógrafo Horacio Seguí, y ahora reúne el testimonio de 25 de sus habitantes en un libro que oficia una ceremonia más dentro del templo de la Gauche divine.
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