“El boom es ya historia y creo que la mejor prueba es este evento que inauguramos hoy”, así cerró ayer el premio Nobel Mario Vargas Llosa su discurso inaugural del Congreso El Canon del Boom, en la Casa de América ante un auditorio que tenía entre los invitados a los Príncipes de Asturias y a los más de 40 escritores procedentes de distintos lugares del mundo que asisten esta semana a España para hablar de un movimiento literario y cultural que tuvo lugar a finales de los años cincuenta y sesenta del siglo XX.
En un recorrido cargado de anécdotas, recuerdos y palabras para la mayoría de quienes integraron este movimiento, Vargas Llosa -quien se declaró su último sobreviviente- dibujó una línea histórica de lo que el Boom significó tanto para la literatura española como latinoamericana y recuperó figura indispensables como el editor Carlos Barral, responsable de la editorial Seix Barral, y la agente literaria Carmen Balcels.
Recordó Vargas Llosa la importancia que tuvieron en aquellos años ciudades como París o Barcelona, esta última, un destino literario fundamental para muchos escritores latinoamericanos que vieron en la capital catalana un lugar para desarrollar la vocación. “Barcelona se convirtió, después de haberlo sido París, en la capital literaria de América Latina. Había una historia, una atracción que nos unía. Pero la lengua, esa lengua que veíamos renovada (…) era algo que nos unía”, dijo el autor de La Ciudad y los Perros, que ahora cumple, también, 50 años de haber sido publicada.
Julio Cortázar, Carlos Fuentes, Jorge Luis Borges, Gabriel García Márquez, Guillermo Cabrera Infante fueron algunos de los nombres que Vargas Llosa trajo al presente al momento de referirse al Boom. Sin embargo, no dejó de preguntarse el peruano cuál fue, realmente, la duración de aquel movimiento.
“¿Cuánto duró el Boom?”, se preguntó el autor de La fiesta del Chivo. “Toda la exaltación, la amistad, el entusiasmo compartido… no duró más de diez años. Hasta el Caso Padilla”, dijo el peruano refiriéndose al encarcelamiento, en 1971, del poeta cubano Heberto Padilla a manos del régimen Cubano –con el que muchos escritores simpatizaban- que dividió a la intelectualidad latinoamericana y sirvió de precedente para que muchos, entre ellos el propio Vargas Llosa, marcara distancia del gobierno de Fidel Castro. “Yo creo que fue la política (…) lo que logró disolver los lazos que nos mantenían tan unidos. Lo que fue algo común pasó a ser algo individual”, dijo.
También recogió Vargas Llosa anécdotas como el proyecto que alguna vez intentó impulsar Carlos Fuentes de llevar adelante una antología en el que cada escritor debía escribir un cuento “sobre su propio dictador” o la novela a cuatro manos jamás escrita entre García Márquez y el propio Vargas Llosa.
“El boom –recordó el escritor- fue sobre todo un reconocimiento de que América Latina no sólo producía dictadores, sino también buena literatura. Muchos latinoamericanos empezamos a sentirnos latinoamericanos gracias al boom”.
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