La popular Andrea Levy es la nueva encargada de la Concejalía de Cultura. ¿Qué recibe? Pues una larga cadena de desaciertos. Cuando Ana Botella entregó el ayuntamiento a Manuela Carmena, hace cuatro años, el presupuesto cultural para Madrid se había reducido en más de 20 millones de euros. Eran los tiempos de las vacas flacas, la crisis. Aquella ciclópea y manifiesta hecatombe. Hoy, aunque la dotación es mucho mayor, (alrededor de 74 millones de euros), sus problemas esenciales siguen sin resolverse.
Cuando llegó el 'Ayuntamiento del Cambio', instituciones como el Círculo de Bellas Artes, la Residencia de Estudiantes, el teatro de la Abadía o el Instituto de Música de Cámara de Madrid llevaban mucho tiempo sin recibir aportación municipal alguna. A eso se sumaba un aspecto adicional: la sociedad mercantil Madrid Arte y Cultura (MACSA), la empresa pública que se encarga de la gestión cultural del Ayuntamiento, era una remora.
Manuela Carmena se propuso reorganizar Madrid Destino. Pero no tuvo demasiado éxito. En lugar de poner orden, se vio obligada a colocar más dinero, sin que eso se tradujera en mayor eficacia. El Consistorio se vio obligado a desembolsar 28,525 millones de más para paliar el déficit entre lo presupuestado este año por el Área de Cultura para Madrid Destino (45,8 millones) y lo que necesita para cumplir con sus obligaciones (74,4 millones).
De esa partida, casi un millón se destinaría a actividades en Matadero. Otros 319.000 euros irían a Conde Duque y 155.000 euros al Circo Price, por ejemplo. Además se necesitan 367.920 euros extra para las fiestas de San Isidro que comienzan , 875.311 euros más para el programa de Navidad de este año y 457.299 euros para la edición de los Veranos de la Villa. Se trata de eventos divulgativos, no de una apuesta más trabajada.
Ausencia de proyecto
Desde hace ya dos legislaturas, el proyecto cultural de Madrid carece de una estructura orgánica. Las destituciones y relevos de Juan Carlos Zapata primero, a causa de los chistes antisemitas en redes que le costaron la carrera política, y el de Celia Mayer después, debido a su gestión desafortunada de la Comisión Memoria Histórica o instituciones como Matadero, concentraron todas las decisiones en Manuela Carmena, que pasó a convertirse en responsable directa de lo que podría haberse llamado un gobierno cultural eunuco, sin cuadros medios, y poco irrigado en lo que a las demandas del sector supone.
¿Qué retos afronta Andrea Levy como nueva concejala de cultura? No pocos… El primero de todos, la creación de un equipo y la concepción global de la cultura como un elemento bastante más amplio que los pasacalles. La reciente Feria del Libro de Madrid podría ser un ejemplo elocuente para comenzar. Uno de los más visibles es el asunto de los libros.
Si bien Madrid se reparte con Barcelona la mitad de lo que factura la industria editorial en España, su principal cita literaria -la Feria del Libro- ha enfrentado años duros. La Dirección de Medio Ambiente de Madrid se ha propuesto regular, acotar y fiscalizar el desarrollo de la feria, que se celebra en el parque del Retiro, por considerar que esta amenaza el equilibro ecológico del parque. ¿Contaminan más los lectores que las terrazas de verano? A juzgar por las medidas de reducción de espacio impuestas por el ayuntamiento, sí. Una cita que reúne a 2,3 millones de visitantes y factura 10 millones de euros amerita una revisión de lo que culturalmente supone este evento para la visibilidad cultural de una capital.
Música, cine y teatro
El asunto se ramifica, desde la música en vivo hasta el cine. Según la Asociación La Noche en Vivo, en Madrid han cerrado cerca de 60 locales de conciertos en el último lustro. La Alianza de Empresarios de Ocio Nocturno apunta un total de 100. Elementos como la ya derogada subida del IVA de las entradas del 8% al 21% fue uno de los factores decisivos. A esto se suma una regulación de Zonas de Protección Acústica que ha dado la puntilla al sector. Los datos de la SGAE no eran más esperanzadores: el número de conciertos ha caído un 21,5%, el público asistente un 31% y la recaudación un 19,7%. Hay temas aun sin atender todavía.
El cine se lleva otro tanto. Medio centenar de salas han cerrado, desaparecido o cambiado de uso en los últimos años en la capital, especialmente en calles tan significativas como Gran Vía, Fuencarral o Bravo Murillo, una cifra que sigue en aumento. La piratería, la crisis económica, la subida del IVA o los cambios sociales son algunos de los motivos de este cierre de salas. Se calcula que tan sólo en Madrid han cerrado cerca de 40 salas de cine. Además del cierre de los conocidos Cines Renoir, muchos locales han mutado en negocios o tiendas.
En la última década, según la plataforma 'Salvemos los cines', la Gran Vía madrileña, otrora conocida por sus espectaculares cines, ha perdido el cine Azul, que se ha convertido en una hamburguesería; el cine Rex; los Avenida, que han pasado a ser recientemente un centro comercial; el Imperial, convertido en tiendas; o el Cine Pompeya, transformado en una cafetería. En la calle Fuencarral han desaparecido el Cine Bilbao, que ha pasado a ser una parte sala de ensayos y otro parte centro comercial; el Fuencarral, derribado para hacer pisos; y los Multicines, situados en el número 126, que han dejado de abrir al público, aparte del Roxy B.
A diferencia de Andalucía, Madrid carece de una comisión de promoción al cine potente. Rodar en otras zonas del país tiene más y mejores exenciones fiscales y si a eso se suma que las principales citas del sector, incluidos los premios Goya, han mudado su sede en los últimos tiempos -la gala de la Academia se celebró este año en Sevilla, por ejemplo- el asunto da qué pensar. ¿Es culturalmente competitiva Madrid? Podría serlo mucho más.
La Comunidad de Madrid concentra alrededor del 30% de las representaciones escénicas de todo el país (18.000 de las 60.000 nacionales) y aporta casi 4 millones de espectadores de los casi 15 millones en todo el país. En términos de recaudación, de los más de 226 millones de euros recaudados por las artes escénicas en 2011 en toda España, Madrid obtuvo una caja que superaba los 107 millones, es decir, casi el 50% del total. Sin embargo, en cinco años, las salas y teatros aglutinan la mitad menos que en años anteriores.
Museos y ópera
Los problemas son estructurales y permanecen desatendidos. El peso real del Ayuntamiento en el desarrollo de los museos municipales es testimonial. Desde el museo del Romanticismo hasta el Municipal, trabajan con recursos puntuales. Eso, sin contar que tiran del carro instituciones como el Museo del Prado o el Reina Sofía, y lo hacen no gracias a los presupuestos nacionales o municipales, sino a su capacidad -legal e institucional- de conseguir patrocinio privado, cada vez más importante al momento de definir la continuidad de proyectos que dotan a Madrid de personalidad cultural.
La ópera es otra gran damnificada. Cuando Manuela Carmena asumió el cargo renunció al palco institucional como un gesto de generosidad: que esa localidad la use otro. El abandono fue manifiesto: tanto en la comparecencia como en la aportación, que ignoró variables de peso. Por ejemplo: según un estudio de Deloitte, por cada euro de aportaciones públicas, el Teatro Real genera cinco euros de PIB. Es decir, de los 66,5 millones totales que aorta al PIB de la comunidad de Madrid, 24 millones van a las arcas Haciendas Públicas vía retornos fiscales (IS, IRPF, IVA, SS, Retención por Alquileres y Derechos de Imagen).
Adicionalmente, la actividad de asistentes y organizadores de eventos generó unos retornos fiscales, vía efecto multiplicador, de casi 16,2 millón de euros para la Hacienda Pública en concepto de IS, IRPF e IVA, de los cuales el 43% corresponde a las arcas públicas de la Comunidad de Madrid (7 millones de euros). La cifra final apunta que se recaudan 1,8 millones de euros por cada euro de subvención percibida por el Teatro Real.
Tauromaquia
Es la patata caliente de la gestión municipal. Nadie plata cara por ella, ni siquiera ella misma. Asediada por el animalismo y la crisis económica, la fiesta de los toros lo paga caro. Huérfana, y al mismo tiempo condenada por su endogamia, enfrenta no poco reveses. Cuando Manuela Carmena llegó al Ayuntamiento condenó a la escuela Marcial Lalanda a un bucle de incomparecencias y abandonos: desde la sede hasta sus subvenciones. La entonces delegada de Cultura, Celia Mayer, decidió con el apoyo de la alcaldesa suprimir la subvención que hasta ese momento los presupuestos municipales reservaban para las actividades formativas de los alumnos. La decisión supuso un ahorro para las arcas públicas de apenas 60.000 euros.
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