Los fanáticos de esta cinta suelen presumir de que batió el récord de decir “joder” en pantalla: 102 veces. Eso ya nos da una idea del nivel de macarreo que maneja el guión del cotizado Shane Blake, que marcó otro récord de la época: nada menos que 1.75 millones de dólares por su texto (el primero millón por adelantado). Warner necesitaba que su estrella, Bruce Willis, se recuperase del resbalón de Hudson Hawk (1991) y puso toda la carne en el asador para repetir el éxito de La jungla de cristal (1988).
El último boy scout se estrenó el 13 de diciembre de 1991, a contrapelo de los buenos sentimientos del mercado de Navidad. De hecho, muchos señalan que ese estreno precipitado en mala época fue uno de los factores de su fracaso comercial inicial. La película tuvo una recaudación por debajo de lo esperado, con 59.5 millones en Estados Unidos y 55 en el resto del mundo, pero luego remontó arrasando en el mercado del vídeo doméstico.
La crítica tuvo respuestas muy diversas, desde calificarla de subproducto de Arma letal hasta encumbrarla como una joya del género: “Un thriller cuidado, habilidoso, cínico, inteligente, completamente corrompido y vilmente misógino”, escribió el prestigioso reseñista Roger Ebert. Aunque el resultado final es de alto voltaje, se suprimieron las imágenes más violentas en postproducción, por eso en algunas escenas con cadáveres se notan cortes excesivamente rápidos de la cámara.
Las conversaciones entre los protagonistas, un detective y una estrella truncada del fútbol americano, no hacen prisioneros en ningún momento. Se habla de sexo salvaje, adicción a la cocaína y traumas psicológicos. El personaje que interpreta Willis llega a salvar la vida gracias a su habilidad para hacer chistes extremos (su terreno favorito es “me he follado a tu chica”). “La cinta está producida por Joel Silver, que ha convertido la violencia contra las mujeres en un elemento clave de su cine, que aquí expande alegremente hacia la violencia contra los niños. Complementa la figura de Willis con una hija adolescente de 13 años y boca realmente sucia que es largamente arrastrada a punta de pistola por los malos de la película (que la cinta no haya sido etiquetada 'Para mayores de 17' confirma que la violencia por sí misma nunca podrá alcanzar esa categoría). Dice mucho en favor de Tony Scott y en especial de Shane Black que el material sobreviva a su propio cinismo y finalmente funcione. Mi disgusto general es irrelevante”, resumía Ebert.
Bruce Willis: carisma clásico
Consultamos a dos expertos sobre el magnetismo políticamente incorrecto de la cinta. Fran G. Matute, conocido crítico cultural, se centra en sus conexiones con el cine de la era dorada de Hollywood: “Destacaría sobre todo la frescura de los diálogos, que me parece retoman el tipo de réplicas que se llevaban en cierto cine negro clásico (pienso en Retorno al pasado, por ejemplo), con esos toma y daca tan cortantes, esas chulerías-ironías implícitas. De algún modo se sustituye aquí la espectacularidad de los tiros y las explosiones por las palabras. Y así visto, es una película en el fondo puramente literaria, más que de acción”, apunta.
Los escasos minutos que tarda Damon Wayans en volver a soltar chistes malos después del asesinato de su novia miden lo lejos que estamos de unos años sin grietas ni trauma colectivo
Aunque todo el reparto muestra un gran nivel, brilla especialmente un Willis magnético en cada escena. “Está espectacular reinventando al héroe de acción cotidiano, sucio, sin afeitar, un poco desastre… El prota de El último boy scout es una versión más oscura que su personaje de La jungla de cristal, mucho menos heroica, más Humphrey Bogart”, señala Matute.
El director de cine Nacho Vigalondo, que se encuentra rodando en Los Ángeles, también saca tiempo para alabar la película. “Si La jungla de cristal está bendecida por la atemporalidad, El último boy scout no puede estar más atada a su época. Los escasos minutos que tarda Damon Wayans en volver a soltar chistes malos después del asesinato de su novia son la medida de lo lejos que estamos de unos años no sin grietas ni trauma colectivo”, explica a Vozpópuli.
Pero, a fin de cuentas, ¿qué es lo que convierte a El último boy scout en una obra memorable? “Si todavía recordamos esta película es por responder triunfalmente a la pregunta de si el carisma se puede sostener por sí mismo. En el año 1991 lo único que el planeta le pedía a los responsables de esta película, desde Bruce Willis y el productor Joel Silver hasta el guionista Shane Black y el músico Michael Kamen, era ser ellos mismos con el volumen subido. Tony Scott, un director que no tenía nada que contar, pero que sabía darle carácter a todos y cada uno de los rincones de sus películas, es el responsable definitivo de que una película condenada a ser aplastada por el tiempo se siga recordando con cariño”, concluye Vigalondo.
Apoya TU periodismo independiente y crítico
Ayúdanos a contribuir a la Defensa del Estado de Derecho Haz tu aportación