Cultura

'Buena suerte, Leo Grande': ¿debería ser legal el trabajo sexual?

Este viernes llega a los cines y a las plataformas esta comedia protagonizada por Emma Thompson

Una mujer de unos 60 años espera en una habitación de hotel. Está nerviosa, no sabe qué hacer con las manos, pasea de un lado a otro sin dejar de atusarse el pelo. Un rato después llama a la puerta un apuesto joven dispuesto a pasar unas horas con ellas a cambio de una compensación económica. El próximo viernes llega a los cines y a las plataformas Buena suerte, Leo Grande, una comedia británica protagonizada por Emma Thompson y Daryl McCormack que aborda asuntos como la sexualidad, la prostitución, la confianza, las decepciones y las segundas oportunidades.

En el cartel de esta película (presentada en Sundance y la Berlinale) se observa a los dos protagonistas sentados delante de la cama, en una pose que resume bien sus personajes pero que rezuma más comedia de la que le corresponde. Que nadie se deje engañar: lo que ofrece es algo de humor, cierto, pero en un tono más tranquilo de lo que aparenta y como excusa para hablar de otros temas de mayor calado.

La película se convierte en un duelo interpretativo con mucha química entre los protagonistas, que apenas salen de la habitación del hotel en una escena. Thompson da vida a Nancy Stokes, una maestra de escuela jubilada que se quedó viuda hace dos años. La relación sexual con su marido nunca fue buena así que decide recuperar el tiempo perdido contratando los servicios de un joven gigoló, Leo Grande. Lo que ninguno de los dos espera es que la conexión vaya más allá del intercambio pactado.

"¿Debería ser legal el trabajo sexual?". En una conversación con el joven, la antigua profesora rememora la pregunta que les hacía a sus alumnos de Ética, y que todos respondían con una frase repetida y sacada de Wikipedia, en la que básicamente abogaban por legalizar la prostitución para ofrecer garantías y evitar abusos. Años después, esta rígida profesora, tan preocupada por no incumplir las normas, se topa con un dilema moral que es al mismo tiempo el de una sociedad que aún se enfrenta a muchos tabús en el terreno sexual.

En primer lugar, esta ficción protagonizada por Emma Thompson pone sobre la mesa todos los prejuicios relacionados con el sexo en las mujeres maduras y funciona como una historia liberadora que insufla algo de aire fresco en el modo en el que el deseo femenino se refleja en el cine. Las películas a menudo olvidan a un segmento de la población que representa el perfil principal del público que acude al cine y que, según esta redactora de Vozpópuli, ha convertido el cuerpo de la mujer en una incógnita que se resiste a abordar.

Si se vuelve a la pregunta que año tras año hacía esta profesora retirada a sus alumnos ("¿debería ser legal el trabajo sexual?"), uno se da cuenta de que la película gira en torno a este asunto en realidad para abordar otros como las decepciones, la vergüenza o las expectativas, pero también se atreve a afrontar el asunto de la prostitución desde la perspectiva de un hombre que la ejerce, en apariencia para obligar al espectador a pensar las cosas de otra manera.

Esta historia, dirigida por Sophie Hyde (Amistades salvajes) y con guion de Katy Brand, invita a pensar, más allá de los graciosos intentos de Emma Thompson por tener un encuentro sexual de éxito con un joven gigoló, en la abolición, en llamar a las cosas por su nombre sin eufemismos y a escuchar a quienes más afecta.

Y así, de pronto, la comedia que no lo es tanto, y el drama que no es tan grave, coloca a ese espectador que tiene las cosas tan claras ante un dilema moral que se llevará a casa de deberes. Esta película en apariencia tan ligera, tan graciosa y con dos actores soberbios, cumple con su función de no haber pasado desapercibida y de haber incomodado a cualquiera que se atreva con ella.

Apoya TU periodismo independiente y crítico

Ayúdanos a contribuir a la Defensa del Estado de Derecho Haz tu aportación
Salir de ver en versión AMP