Cultura

La burbuja tecnócrata se hace un selfi

'La ruptura' retrata el espejismo de un grupo de aspirantes a élite que pensaban España como una hoja en blanco para desarrollar sus carreras

El 5 de noviembre de 2008, la Reina Isabel II de Inglaterra visitó un nuevo edificio de la London School of Economics para que alguien le explicase la reciente y catastrófica crisis económica global. El encargado fue Luis Garicano, figura destacada de Ciudadanos, que salió de la sesión pensando que todo había ido como la seda. De hecho, le sorprendió la enorme repercusión mediática que tuvo luego una de las preguntas de la monarca: "Pero, si había tanto peligro, ¿por qué no nos habían avisado antes?" Son solo doce palabras, pero resumen bien la desorientación popular ante unas élites académicas que -al contrario que los demás- casi nunca tienen que pagar por su ensimismamiento ni por sus errores profesionales. 

El ensayo La ruptura (Debate), escrito por el periodista Ramón González Ferriz, explica algo mucho menos dramático pero igualmente desconcertante: las ilusiones rotas de un grupo de profesionales socioliberales, jóvenes aunque sobradamente preparados, que pensaban que podían cambiar España a golpe de empollar estadísticas, leer mucho The New Yorker y practicar la sumisión devota por la burocracia de la Unión Europea (todos parecen alérgicos a cuestionar esta institución, a pesar de ser una charca de corrupción y políticas fallidas).

El libro de Ferriz se disfruta por su humildad, una virtud infrecuente en los ensayos actuales: sus frases van al grano, reconoce sesgos elitistas y admite que gran parte de las escaramuzas en su grupo de afinidad tienen que ver con disputas por el poder. Los protagonistas viven en un campo profesional que va desde el blog Piedras de papel de Eldiario.es hasta los despachos de altos funcionarios, pasando por las redacciones de Agenda Pública, Política Exterior, la sección de Opinión de El País y los laboratorios de ideas del liberalismo español. Quedan a comer cerca del Congreso y solamente interactúan con los conflictos de la calle cuando una manifestación popular hace temer a uno ser reconocido por votantes enfadados, lo que obliga al grupo a cambiar de restaurante. 

En todo caso, incluso en el momento de admitir sus fracasos se escapa el tono condescendiente, tan típico de nuestros intelectuales. Cuando su grupo de afinidad profesional comienza a resquebrajarse, Ferriz lo atribuye a que "empezaba a ser evidente que nuestra creencia en una política reformista, basada en elementos tecnocráticos y apoyada en datos había sido, simplemente, el fruto de una mala comprensión de la política. No habíamos entendido que los elementos irracionales, polarizantes y afectivos tenían un peso mucho mayor de lo que habíamos pensado, o iban a tenerlo a partir de entonces", confiesa en las páginas 54 y 55. ¿Es esto reconocer una equivocación o está diciendo el autor que su fallo consistió en esperar demasiado de un país que en realidad no piensa con la cabeza?

 Muchos expertos consideran que los votantes son "irracionales" o que están "polarizados" cuando lo que ocurre en realidad es que no están dispuestos a confiar en los expertos (o no confían en el sistema en general). ¿Qué importa ya el programa de Pedro Sánchez cuando ha metido tantas veces? Desconfiar de los burócratas prosistema no es una posición "irracional" o "polarizada" sino basada en la experiencia. Que 800.000 españoles voten a un esperpento como Alvise en vez de a partidos con cuadros muy preparados, con brillante carrera y dos másters en el extranjero, no es un síntoma de que esos votantes han chiflado sino de que el cabreo popular se ha desbordado (lo que puede ser una saludable señal de que nos negamos a ser eunucos políticos). Gran parte de Occidente va mostrando su rechazo a la tecnocracia y no por ello es más tonta que quien lee a Michael Sandel, Corey Robin y Luis Miller.

Hay una anécdota divertida en el texto, donde se explica que Toni Roldán (otro alto cargo con pasado en la London School of Economics) estaba convencido de que Pedro Sánchez iba a dimitir por el escándalo del plagio de su tesis doctoral. Lo que prueba esta historia es que alguien inteligente, preparado y que maneja toneladas de información puede producir peores análisis que el usuario promedio de una web plebeya como Forocoches.  Mientras un lector de Letras Libres piensa que Alternativa por Alemania triunfa porque un tercio del país se ha vuelto nazi, en Forocoches se publica el testimonio de un albañil que ha ido allí de vacaciones y ha averiguado que un factor clave del triunfo es que el partido prometió no hacer que los ciudadanos estén obligados a gastar en cambiar sus calderas antiguas para cumplir las caras exigencias climáticas impuestas por los verdes (el gran batacazo de las últimas elecciones).

Centro centrado

El libro se titula La ruptura pero podría llamarse El despertar, la lección de que sin bajar más a la calle no hay análisis que valga. Los protagonistas del libro, convencidos de que su destino es manejar y mejorar España, ven como poco a poco sus sueños se desmoronan: cierra el semanario Ahora, se disuelve Ciudadanos, María Ramírez no consigue 'modernizar' El Español... Mientras debaten sobre paradojas y matices, los medios donde trabajan van bajando de audiencia, sus laboratorios de ideas abren y cierran sin legado reseñable y sus enemigos políticos (lo que llaman populismo) crecen elección tras elección. Los amigos socialdemócratas de Ferriz que llegaron al gobierno de Sánchez forman parte de un proyecto que tampoco ha triunfado con sus programas de vivienda, empleo y pobreza infantil. Al final, las disfunciones de este grupo humano ya fueron satirizadas en el vídeo humorístico "Centro centrado", aunque leer La ruptura es un buen ejercicio para recordarnos que la ttecnocracia no es nuestro futuro inevitable.

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