Feroz, procaz, desaforado, en Bukowski siempre hay un poso de soledad y estropicio dotado de belleza y lucidez
Según algunos el último escritor maldito de la literatura norteamericana, Bukowski hizo de sus excesos el sello de su obra. Feroz, procaz, desaforado, en Bukowski siempre hay un poso de soledad y estropicio dotado de belleza y lucidez, toda la que puede caber al final de una copa de Bourbon y una mirada directa del mundo. "Mi infancia no había sido fácil, así que el resto de mi vida no me sorprendió tanto", dijo Bukowski. Y sus razones tenía: las palizas del padre, la sumisión de la madre, la pobreza, el sentimiento de saberse un inadaptado, el rechazo de los compañeros, su complejo de chico feo y tímido.
Comenzó a beber a los 17 y no dejó de hacerlo hasta el día de su muerte, a causa de una leucemia. Muchos de esos episodios los ha relatado en sus libros autobiográficos Shakespeare nunca lo hizo y Peleando a la contra; los diarios de El capitán salió a comer y los marineros tomaron el barco; el libro de entrevistas con Fernanda Pivano Lo que más me gusta es rascarme los sobacos, así como en sus novelas Cartero, Factótum, Mujeres, La senda del perdedor, Hollywood y Pulp o los relatos reunidos en Escritos de un viejo indecente, Erecciones, eyaculaciones, exhibiciones y La máquina de follar.
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