Entre el 27 de mayo y el 14 de junio, el Teatro Real ofrecerá nueve funciones de una nueva producción de la ópera Capriccio, de Richard Strauss, que se presentará por primera vez en el escenario madrileño, en coproducción con la Opernhaus de Zürich y la Göteborg Opera. Capriccio, última ópera de Strauss, con libreto de Clemens Krauss y del propio compositor, se inspiró en una idea del escritor Stefan Zweig, con quien Strauss mantuvo una relación de colaboración y trabajo.
Aterriza así en el coliseo madrileño una nueva producción de la ópera de Strauss, que cuenta con la dirección musical del director israelí Asher Fisch, quien en su amplio repertorio destaca como intérprete de los principales compositores de la música romántica tardía -Wagner, Brahms, Verdi y Strauss-, y Christof Loy, director de escena alemán. La soprano sueca Malin Byström, que interpretará el papel de La condesa Madeleine, protagonista y figura central de la que se considera el testamento musical de Strauss.
Un testamento artístico
La ópera se estrenó en el Teatro Nacional de Munich, en 1942, el año de la muerte de Zweig, quien se vio obligado a huir a Brasil tras la persecución antisemita impulsada por el III Reich, un acecho que guarda estrecha relación con esta obra y el tiempo en que fue escrita. Capriccio llegó al público en plena segunda Guerra Mundial. Sin embargo, su composición se lleva a cabo en los años previos. En medio de ese contexto opresivo y asfixiante, Strauss concibe una obra que reflexiona sobre la creación artística, tomando como punto de partida el dilema de un condesa que se debate entre dos amores. El acto de elegir es, pues, el punto de partida.
Capriccio es una ópera sobre la ópera, explica Joan Matabosch, director artístico del Teatro Real. Stefan Zweig y Richard Strauss concibieron Capriccio, a la manera de los diálogos platónicos, como una reflexión sobre lo lírico como género total y dentro del cual conviven algunas ambivalencias. ¿Debe predominar el texto o la música? ¿Qué prima la melodía o la trama? Capriccio contiene una disertación acerca de la importancia de la palabra en relación con la música, hasta el punto que su título se completa con el apunte Una pieza de conversación para música.
"Hacia 1905, Strauss abandonó la música orquestal y aunque sus composiciones musicales siempre estuvieron basadas en historias, en el libreto de Capriccio aborda muchas de estas reflexiones a través de los debates de la Condesa Madeleine. Para Strauss, la fusión entre palabra y música es lo que hace a la ópera un gran arte. No se trata de elegir, porque elegir una supone perder las demás", explica dl director musical Ascher Fichs.
El conflicto de la Condesa que debe elegir entre dos caballeros es la metáfora de lo que el propio Strauss experimentaba: ¿qué pesa más si el drama o la música? "El conflicto de la condesa es comparable con el conflicto de la vida misma, cada artista que debe escoger. En el fondo, cada ser humano siempre tiene que elegir entre cosas. para crear no sólo arte, sino una vida propia", propone Loy, director escénico de esta producción. Capriccio supone el sumario de la concepción artística de Strauss.
Aunque la partitura parece ajena a las heridas de la Europa de aquel momento, existe una naturaleza alegórica en el espíritu de esta ópera. Capriccio está ambientada a mediados del siglo XVIII, en el ‘château’ de una condesa viuda, quien recibe las lisonjas y cumplidos de un poeta y un compositor. Se discute de filosofía; se cita a Pascal; se recita Ronsard; se bebe chocolate en el salón. Su naturaleza es la de una conversación, que se expresa en el "acompañamiento orquestal en modo recitativo", puntualiza Fichs.
Zweig, Strauss y la Europa de Hitler
No era la primera vez que Zweig y Strauss trabajaban juntos, ya lo habían hecho en 1931, cuando compusieron juntos La mujer silenciosa, una ópera en tres actos con música de Strauss y libreto de Zweig. Dos años antes de su entreno, en 1933, Hitler, que acababa de hacerse con el poder, prohibió a los judíos trabajar en los escenarios alemanes. Zweig, claro, era judío y esa imposición pesó en su contra. La mujer silenciosa fue prohibida. A pesar de eso, o justo por ese motivo, Strauss defendió a Zweig, una y otra vez-
"Zweig está detrás de Capriccio de una manera muy intensa", asegura Matabosch."Se sabe poco. El propio Zweig le propuso a Strauss no firmar el libreto para que para que no prohibieran la ópera, como ya había ocurrido con La mujer silenciosa. Zweig era partidario de un pseudónimo, Strauss no", comenta el director artístico del Teatro Real. La correspondencia que sostienen ya en los años antes de que Zweig fuera expulsado hacia el exilio demuestran la presión del Reich. "La política pasará —le escribe a Strauss en abril de 1933—, pero el arte permanece. Por eso debemos trabajar para lo perdurable y dejar la agitación a quienes se sientan realizados con ella".
El asedio político del nazismo contra la comunidad judía entorpece y asfixia el entorno creativo, al punto de que en los años previos Strauss, en ocasión del estreno de La mujer silenciosa, se ve obligado a renunciar a la presidencia de la Cámara de Música del Reich.
Para arrojar luz sobre la ópera Capriccio, compuesta por Richard Strauss sobre la idea original de Stefan Zweig, la Casa de América organiza una mesa redonda sobre el éxodo judío a América durante el siglo XX en la que participa Mercedes Monmany, Alberto Mira y Luisgé Martín. Resulta central en el desenlace de esta historia la huida a Brasil de Zweig como forma de escapar de genoicidio nazi contra los judíos.
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