Cultura

Las cárceles que elegimos, seis ensayos de Doris Lessing

Cualquier página de Doris Lessing, por breve que sea, alimenta y fortalece. Nos hace más fuertes, menos estúpidos. Nos vacuna contra nosotros mismos. Su estilo directo y  lúcido. Sus preguntas

Cualquier página de Doris Lessing, por breve que sea, alimenta y fortalece. Nos hace más fuertes, menos estúpidos. Nos vacuna contra nosotros mismos. Su estilo directo y  lúcido. Sus preguntas incisivas y sus respuestas aún más certeras. Reconocida con el Premio Nobel de Literatura y Premio Cervantes, la prosa de Lessing es tan fascinante como su vida. Su experiencia vital irriga las páginas de sus libros, manteniéndolos vivos e inmunes al paso del tiempo. Por eso el pensamiento de Lessing siempre será contemporáneo, por su perspectiva universal. Es  justo eso lo que transmite este libro, Las cárceles que elegimos (Lumen), una gragea de la Lessing más leñera y certera.

Aunque se publicó en inglés en el año 1987, Las cárceles que elegimos había permanecido inédito en castellano. En sus páginas, este volumen agrupa una serie de lecturas impartidas por Doris Lessing en 1985 en el marco del ciclo Las Conferencias Massey, creadas en honor del ex gobernador general de Canadá, Vicent Massey, e inauguradas en 1961 por la CBC para posibilitar que distinguidas autoridades  dieran a conocer los resultados de estudios o investigaciones. Las primeras cinco que se incluyen en este libro y que se completan con una muy posterior, publicada en 1992,  suponen en su conjunto un acerca de la razón –la capacidad de análisis- como verdadera emancipación. De ahí que Lessing insista en iluminar una misma idea, de distintas formas: cómo pensar por nosotros mismos, cómo entender lo que sabemos, cómo elegir un camino en un mundo inundado de opiniones e información –“nos gobiernan oleadas de sentimientos”, escribe-, cómo mirar nuestra sociedad y a nosotros mismos con ojos frescos. Su lenguaje es directo pero sus pensamientos son profundos y de largo alcance. Son una lección fundamental para cualquier lector.

Aunque se publicó en inglés en el año 1987, Las cárceles que elegimos había permanecido inédito en castellano

En Las cárceles que elegimos, una idea de fondo sujeta todo cuanto nos dice: los seres humanos tenemos las herramientas para lidiar con nuestras dificultades, pero que por alguna razón elegimos no hacerlo. Las explicaciones a esa paradoja las aporta a través de historias simbólicas: desde el granjero que mata a su toro más valioso como gesto hasta la experiencia democrática como elemento de minorías blancas en la Rodesia del Sur donde creció. No hay que olvidar que Doris Lessing nació en Kermanshah (antigua Persia, hoy Irán), aunque su familia se trasladó años después a Rodesia (hoy Zimbabue), lugar donde pasó parte de su infancia en una granja, a la que su padre –un militar británico- se mudó para probar suerte junto a su familia. Ahí, Lessing conoció la segregación de una sociedad a la que retrató en sus novelas y que sigue estando presente en estos ensayos.

La conciencia política y ciudadana intrínsecas al acto de escribir forma parte de todos y cada uno de los ensayos que forman parte de este libro. Es un tema que atraviesa y vertebra la unidad entre las conferencias. En Cómo nos verán en el futuro, el primer texto del libro, la Nobel alude al papel de la literatura como observatorio colectivo, un espacio destinado a mirarnos desde fuera. Lessing defiende que  la capacidad de observarnos desde otro punto de vista es lo único que en verdad nos permite luchar contra nuestros instintos primitivos y nuestro pasado salvaje. Y dentro de ese proceso, distingue  al escritor como principal visor. “Creo que los escritores se hallan intrínsecamente más capacitados para distanciarse de los sentimientos de masa y las condicione sociales (…) Creo que los novelistas realizan muchas tareas útiles para su conciudadanos, pero una de las que considero más valiosas es ésta: posibilitar que nos veamos como nos ven los otros. Justo por eso mismo en las sociedades totalitarias se desconfía de los escritores: en ningún país comunista está permitida esta función, la de criticar (…)”. Va más allá Lessing y distingue en las novelas una modalidad de perspectiva que nos permite acceder a la comprensión que pueden alcanzar las sociedades de sí mismas: “Las novelas, dice un amigo mío antropólogo, deberían estar en el mismo estante que la antropología. Los escritores hablamos sobre la condición humana, lo hacemos constantemente. Es nuestro leitmotiv. La literatura es una de las maneras más útiles que tenemos de conseguir la otra mirada, esa postura distanciada para vernos a nosotros mismos; otra manera es la historia”. Esa reflexión de donde no sólo redime la capacidad de juzgar como el mecanismo que nos hace capaces de recuperar la cordura y evitar los fanatismos.

"La literatura es una de las maneras más útiles que tenemos de conseguir la otra mirada, esa postura distanciada para vernos a nosotros mismos"

Militante del Partido Comunista en los años cincuenta, Lessing se desmarcó y señaló los excesos del estalinismo mucho antes que un puñado de pensadores y escritores, esa misma vocación crítica y el desencanto que dominó su discurso y forma parte de sus libros, reaparecen en la conferencia Vosotros al infierno, nosotros al cielo, el segundo de los cinco textos incluidos en este libro –la selección del ciclo de las conferencias las completan Cambiar el canal para ver Dallas, Mentalidades de grupo y Laboratorios de cambio social–.  El eje de pensamiento de Lessing en este texto, y que refuerza la línea general del libro, se desarrolla en la literatura en tanto espacio político, lo que ésta ciudadanamente recoge y alumbra, a través, por ejemplo, del lenguaje como expresión de lo que ocurre en el seno de las sociedades:  “Cualquiera que haya tenido la mala fortuna  de tragarse muchos libros de este estilo –habla del realismo impuesto en la antigua URSS-, como me ocurrió a mí  a principios de los años cincuenta, cuando trabajaba para una editorial comunista, sabe que el realismo  socialista produjo novelas escritas en un lenguaje tan muerto como el de los libros de origen académico ¿Por qué?  El escritor sabe por instinto que no hay nada como escribir porque uno ‘debe hacerlo’ para que el resultado sea un libro sin vida”.

Lessing fue una escritora valiente, potente, rebelde... Nunca cambió sus hábitos ni su estilo espartano, ni siquiera cuando en 2007 se convirtió en la escritora más anciana en recibir el Nobel de Literatura. Nunca, ni en su obra ni en sus palabras, evitó tomar posición. Dejó plantada a la Reina de Inglaterra cuando esta quiso entregarle el título de Dama del Imperio Británico -si ya no existe tal cosa, le dijo-. "Me he vuelto muy intolerante con las ideologías. Pertenezco a una generación de grandes sueños, de utopías de sociedades perfectas, y lo que ha ocurrido es que ha habido mucha sangre. He observado a gente de mi generación que tenía grandes esperanzas y ahora la veo muy rezagada respecto a sus expectativas. Ya no creo en esos sueños perfectos y maravillosos", dijo poco antes de recibir el Premio Príncipe de Asturias, en 2001. Todos y cada uno de esos rasgos se manifiestan en los textos incluidos en este libro, especialmente en el último, Actitudes mentales no analizadas que el comunismo dejó a su paso, una conferencia pronunciada por Lessing en un congreso celebrado en la universidad de Rutgers en abril de 1992 bajo el lema Los intelectuales y el cambio social de Europa Central y del Este, una muestra más del compromiso con la única idea posible para Lessing: la libertad. Y de eso es de lo que habla este libro. Es la llave para salir de la prisión en la que voluntariamente nos hemos recluido.

 Un detalle de la portada del libro de Doris Lessing.

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