Aunque ya llega a su final, este 2016 ha sido el año carolino, pues coincide con la celebración del trigésimo aniversario del nacimiento de Carlos III, para muchos el mejor rey de la historia española y cuya llegada al trono en 1759 supuso la progresiva y definitiva entrada de España en las ideas de la Ilustración y la modernización. Varias exposiciones, publicaciones y actividades estudian y retoman la figura del monarca, una de ellas la muestra que desde este jueves acoge el Museo Arqueológico Nacional (MAN) . Se trata de Carlos III: Proyección exterior y científica de un reinado ilustrado y que hace hincapié en la política exterior y la aportación científico-cultural de su reinado, así como el papel desempeñado entonces por la Corona en el avance del conocimiento.
Varias fueron las herramientas que usó Carlos III para modernizar España: sobre la base de las reformas nacionales (tanto en los territorios peninsulares como en los ultramarinos), emprendió una activa política internacional y fomentó la adopción de numerosos adelantos en el campo científico y cultural. Esos elementos se hacen manifiestos en exposición del Arqueológico en los materiales arqueológicos mediterráneos y americanos, muestras de la cartografía del periodo, instrumentos náuticos y modelos de navíos, obras grandes pintores del siglo XVIII -desde Francisco de Goya hasta Anton Raphael Mengs – he incluso documentos como el Real Decreto de creación de la bandera de España. Se trata de un centenar de piezas cedidas por distintas instituciones, como el Archivo Naval o el Museo Naval y con las cuales se cubren cuatro secciones: España e Italia. Relaciones e intereses internacionales (1716-1759), El trono de España y los reinos ultramarinos, La proyección internacional de la Monarquía. España en el sistema internacional y Un mundo por conocer. Cultura y exploraciones científicas.
Cada capítulo pretende cubrir una etapa distinta de de Carlos III (1716-1788), cuya trayectoria vital y política fue larga y prolífica. Un itinerario que comienza marcado por su formación en la corte de sus padres los reyes Felipe V e Isabel de Farnesio, su partida a Italia y el ascenso sucesivo a tres tronos distintos: duque de Parma y Piacenza, como Carlos I (entre 1731 y 1735) –y, temporalmente además, príncipe heredero de Toscana-; rey de Nápoles -como Carlos VII- y rey de Sicilia -como Carlos V- entre 1735 y 1759, y finalmente rey de España desde 1759 hasta su muerte en 1788. Carlos III reinó durante casi 70 años y lo hizo sobre tres países distintos, independientes y diferentes entre sí.
La bandera y la lotería
Otras muestras sobre Carlos III complementan la que se inaugura este jueves en el Museo Arqueológico Nacional, por ejemplo, Carlos III. Majestad y Ornato en los escenarios del Rey Ilustrado, una exposición organizada por Patrimonio Nacional que puede visitarse desde la semana pasada en la Salas de exposiciones temporales del Palacio Real o también Una corte para el rey: arquitectura y urbanismo en tiempos de Carlos III, en la Real Academia de Bellas Artes y que recorre el conjunto territorial de la época. Sin embargo hay otros enfoques y visiones, como las que aportan algunas biografías e investigaciones publicadas recientemente.
Roberto Fernández Díaz, miembro de la Real Academia de la Historia, es uno de los mayores conocedores del siglo XVIII y ha estudiado con enjundia el reinado de Carlos III, de quien propone un retrato en Carlos III, un monarca reformista (Espasa), una biografía que llegó a las librerías el pasado mes de octubre y en el que Fernández Díaz analiza algunos eventos icónicos de su reinado, por ejemplo, la expulsión en 1767 de la Compañía de Jesús de los territorios de la monarquía. Según Roberto Fernández, un rey absolutista ilustrado como Carlos III no podía permitirse que hubiera un Estado dentro del Estado y si a eso, según él, se suma el hecho de que estos fueran teóricos del regicidio, la decisión adquiere una decisión eminentemente estratégica , al igual que el apoyo velado a la independencia de los Estados Unidos (1776-1783), en coalición con Francia, buscando justamente atacar a los intereses británicos.
Para Roberto Fernández, Carlos III fue un “reformista moderado”. De sobra preparado y formado en Italia al momento de llegar a España, vivió un momento histórico de cambios veloces en los que predominaba sin embargo una profunda contradicción: algo en el reinado de Carlos III se movió entre la tradición y el espíritu innovador y cosmopolita de la Ilustración y el Enciclopedismo. Según se desprende de la lectura de Fernández, la política del monarca estaba en esa frontera porosa entre el cambio y la tradición, un reflejo de la España en la que reinaba. Es decir: la de Carlos III era una España que promovía la ciencia, la cultura y las exploraciones científicas ultramarinas (terrestres y marítimas) a gran escala o la creación de los gabinetes de historia natural, pero también aquella en la que el monarca mandó a traer la lotería, una tradición napolitana que implantó en España en 1763. La misma en la que, mientras en la corte de bailaba el minué, en la calle se hacían populares las tonadillas de La Caramba y en las plazas de toros Pepe-Hillo arrancaba ovaciones. Un cierto espíritu de la contradicción acompaña aquellos años de Carlos III. Y es justamente esa condición de bisagra lo que, según Roberto Fernández, refuerza su carácter reformista.
La Armada, la diplomacia y las exploraciones
Entre los logros más señalados de su reinado en España estuvieron la reorganización de la Marina española, la adopción de una nueva bandera como símbolo nacional mediante Real Decreto de 28 de mayo de 1785, la adopción de numerosas reformas legales y educativas, el fomento de la economía (Reales Sociedades de Amigos del País, nuevos consulados de comerciantes, montepíos, Banco Nacional de San Carlos, etc.), la política de repoblaciones; la protección y fomento de las artes y de las industrias suntuarias con ellas relacionadas y producidas en las conocidas Reales Fábricas. A diferencia de sus predecesores inmediatos en el trono, Carlos III implementó una política internacional focalizada en distintos polos, entre ellos Francia (con la que se fraguó una sólida alianza a través de la firma del Tercer Pacto de Familia de 15 de agosto de 1761), el Mediterráneo occidental (Menorca y Gibraltar, en manos británicas, fueron dos de sus focos de atención y tensión armada), Europa oriental (Austria y Rusia) y occidental (Portugal) y, ya en América, el valle del Misisipi y el territorio británico de las Trece Colonias –hoy, Estados Unidos-.
En aquel tiempo la Armada de España fue la primera fuerza naval, ésta junto al Ejército, la diplomacia y el mecenazgo fueron herramientas de las que echó mano para conseguir la proyección exterior. En aquellos años, España participa en la Guerra de los Siete Años (1756-1763), primer conflicto armado a escala global de los tiempos modernos y que se desarrolló en Europa, América y Asia. Aquel también fue el tiempo de la política de acuerdos con Portugal a través de la firma del Tratado de San Ildefonso o de Límites de 1777.
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