¿Cómo y bajo cuáles preceptos se puede escribir la biografía del emperador que dominó el mundo entero? ¿Hasta qué punto no pudo en sus memorias o en las cartas escritas de su puño y letra falsear o exagerar las victorias o maquillar las bajezas? Esas son algunas de las preguntas que se hace el hispanista Geoffrey Parker al momento de abordar a Carlos I de España y V de Alemania, hijo de Juana con Felipe Hermoso.
Parker es uno de los mayores conocedores de la historia de España de los siglos XVI y XVII. Catedrático de la Ohio State University, así como la de las universadidades de Illinois y en Yale, en Estados Unidos, así como enla la Universidad de British Columbia, en Canadá, y en la de St. Andrews, en Escocia. Es autor o editor de treinta y siete libros, entre los que se cuentan El ejército de Flandes y el camino español (1991), La gran estrategia de Felipe II (1998), La crisis de la Monarquía de Felipe IV(2006), La guerra de los treinta años (2007), Historia de la Guerra (2010), Felipe II. La biografía definitiva (2010) y La Gran Armada (2011), estos dos últimos publicados por Editorial Planeta.
Alumno destacado del gran maestro John H. Elliott, se especializó en la Edad Moderna española, y libros como Felipe II y El ejército de Flandes y el camino español se han erigido en referencias imprescindibles para cualquiera que se acerque a estudiar esta época de nuestra historia. Es justo Felipe II el personaje que da entrada a Carlos V, a quien aborda desde sus no pocas opacidades: su habilidad para gestionar las medias verdades, ya desde el XVI -desde evadir el matrimonio de su hija con el rey de Portugal hasta su uso propagandístico de determinadas estrategias-. Tras un texto introductorio que no escatima en detalles históricos, desde su dedo amputado post mortem hasta el fresco del tiempo en el cual reinó.
Episodios funestos
Su reinado ocurrió tras una cadena de episodios funestos. Siendo infante duque de Luxemburgo, como hijo mayor de Juana y Felipe, y si sobrevivía, él les sucedería tanto en España como en los Países Bajos y en Austria. A corto plazo, sus padres le abandonarían, porque, aunque en España no había ceremonia de coronación, cada nuevo heredero al trono tenía que comparecer en persona ante la asamblea representativa (Cortes) de cada estado constituyente (Castilla, León y Granada juntos, y Aragón, Valencia y Cataluña, por separado) para recibir su juramento de lealtad. Al principio, Felipe no mostró un gran entusiasmo por su buena suerte. No informó a sus súbditos de su inminente partida a España hasta diciembre de 1500, fecha en la que pidió a sus súbditos neerlandeses que le financiaran los gastos del viaje; e incluso entonces sugirió que viajaría él solo.
Carlos pasó largas temporadas separado de sus padres, con la lejana sombra de la sucesión, no del todo clara en su testamento. Sin embargo, Enrique VII de Inglaterra predijo que Carlos «sería señor de todo y podría mandar el mundo», mientras que el embajador Quirino declaraba que, dado que Carlos era en aquel momento el heredero universal de «todos los Países Bajos, y sucederá a su madre [Juana] como soberano de Castilla a su muerte, y a su abuelo el archiduque de Austria, será un gran señor». Sin embargo, añadía el embajador ominosamente, aunque Carlos era «un niño guapo y feliz, en todos sus actos se mostraba terco y cruel como el viejo duque Carlos [el Temerario] de Borgoña».
Hijo de Juana I de Castilla y Felipe I el Hermoso, y nieto por vía paterna de Maximiliano I de Habsburgo y María de Borgoña, de quienes heredó el patrimonio borgoñón, los territorios austríacos y el derecho al trono imperia, reinó junto con su madre, Juana I de Castilla en todos los reinos y territorios hispánicos con el nombre de Carlos I desde 1516 hasta 1556, reuniendo así por primera vez en una misma persona las Coronas de Castilla —el Reino de Navarra inclusive— y Aragón. Fue emperador del Sacro Imperio Romano Germánico como Carlos V de 1520 a 1558. Más que datos, esta biografía aporta visiones más complejas de un personaje. Una revisión de la historiografía sobre él.
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