El escándalo Vermut ha sacudido el cine español. El pasado viernes, el diario El País publicaba una pieza donde tres mujeres anónimas relataban sus relaciones con el director, al que acusaban de agresor sexual. El autor de la aclamada Magical Girl admitía en el texto que practicaba el “sexo duro” de manera habitual y que siempre pensó que lo había sido con consentimiento, aunque en estos encuentros puedan producirse malentendidos. También hizo la siguiente declaración: “Imagínate que he subido con una persona a mi casa y estamos en la cama o en el sofá hablando. Doy por hecho que tiene una intención sexual”.
Nada más publicarse el reportaje, la cosa dejó de tratar sobre Vermut para versar sobre los hombres en general, que debíamos situarnos obligatoriamente a favor o en contra del linchamiento mediático promovido por el grupo Prisa. Los medios progresistas cayeron sobre el acusado con saña, por ejemplo la pieza del telediario de Ferreras donde se reproducían en bucle las declaraciones de las tres mujeres anónimas mientras se mostraban -entre otras- imágenes de Vermut en un estreno, con una copa de cava en la mano. Como si estuviera celebrando algo mientras ellas compartían sus relatos de sufrimiento. La Sexta no hace prisioneros.
El magistrado Joaquim Bosch, colaborador habitual de cabeceras progresistas, compartió un largo hilo en Twitter explicando (con ese tonito ‘pedagógico’ tan habitual en la izquierda) que la presunción de inocencia solo rige en los procesos penales, no en las denuncias sociales. Su interpretación es que “la persona perjudicada por una denuncia social fraudulenta” no esta desprotegida, ya que “puede ejercer acciones penales por calumnias (si se le ha imputado algún delito) o por injurias (si se le han atribuido falsamente hechos deshonrosos)”, aclara. Bosch se esfuerza por legitimar los linchamientos, pero al menos admite que se invierte la carga de la prueba. La presunta víctima no está obligada a pasar por el trago de denunciar para defenderse, mientras que el presunto agresor sí.
La tertuliana Cristina Fallarás anuncia que tiene una lista de nombres de violadores que serán denunciados después de Carlos Vermut
Son muchas las voces que confirman que los nombres a los que se planeaba castigar con un #MeToo se conocían hace varios meses, pero El País decidió esperar a publicarlo al día de la entrega de los Premios Feroz, donde podría multiplicar el impacto promocional de su exclusiva preguntando a las estrellas invitadas. Nuestro ministro de Cultura, Ernest Urtasun, declaró desde la alfombra roja que “siempre hay que poner los testimonios en el centro y acompañarlas en todas las decisiones que quieran tomar”. No se trata de esclarecer los hechos, ni de debatir sobre su naturaleza, sino de poner los testimonios anónimos “en el centro” y considerar secundarios el resto de los aspectos. El ministro aseguró también que trabajará “por una cultura segura”, por supuesto sin concretar cómo. Se intuye como una ardua tarea, ya que las presuntas agresiones sucedieron en el domicilio del director. ¿Obligará a instalar puntos violetas en los pasillos particulares de los hombres con poder en el sector del cine? De momento, se ha retirado Magical Girl de RTVE Play, invisibilizando el trabajo de todo el equipo por un presunto pecado de su director. Soluciones limpias y de consenso.
Maoísmo feminista
Al igual que en otras ocasiones, no tardó en aparecer el equipo habitual de aspirantes a comisarias políticas maoístas, confirmando lo que está en juego relamente con todo esto. La periodista feminista Paola Aragon Pérez lo exponía en toda su crudeza: “Voy a decir una cosa: si alguna vez un señor es acusado falsamente y se le jode la vida, me va a quitar cero unidades de sueño de noches de mi vida. La mayoría de mujeres atravesamos años de calvario por culpa del silencio…”, tuiteaba. Otra destacada feminista, Irantzu Valera, se centraba en avivar el terror: “Estoy viendo discursos sobre consentimiento y violencia de tíos (públicos) que como hablen sus exparejas y amantes van a tener que irse de Vermut”. En la misma línea, la periodista y novelista Lucía Lijtmaer destacaba una de frase que pronunció en su podcast Deforme Semanal: “No olvidéis nunca esto: las mujeres hablamos entre nosotras y tenemos un disco duro que flipas con toda esa información. Y algún día, eso os dará tanto miedo como a nosotras oír unos pasos volviendo a casa de noche”. ¿Se busca proteger a las mujeres o aterrorizar a los hombres?
Las reacciones desde el campo progresista recuerdan mucho a la Revolución Cultural de Mao, cambiando los tribunales populares por las redes sociales. Ya sabemos como terminó uno de los episodios más salvajes de la historia popular contemporánea. La novelista y tertuliana Cristina Fallarás se muestra totalmente cómoda en esa lógica, como demuestra su reciente columna 'Tengo una lista de violadores cuyos nombres conoces'. Comparto un fragmento, aunque merece la pena leerla completa: “Participo en varios chats y grupos de mujeres. Algunos son de carácter profesional, otros de amigas, grupos varios definidos según afinidades. No todos se declaran feministas. Tampoco hace falta. Desde este pasado viernes se han llenado de relatos. De pronto, una a una, allí dentro, en esos espacios seguros de mujeres con mujeres, han empezado a contar sus vivencias atroces con hombres cuyos nombres son bien conocidos por la población”, confiesa.
Tenemos que prepararnos, pues, para un intenso aspersor de denuncias, donde los hombres señalados serán quienes tengan la obligación de demostrar que las acusaciones que se vierten sobre ellos son falsas. Fallarás admite de manera explícita en su columna que hacer públicas las acusaciones, firmándolas con el nombre propio o acudiendo a un juzgado para formular una denuncia, es algo que supone demasiado riesgo para las víctimas: “Este segundo paso no se da, sencillamente porque esas mujeres no ganarían nada haciéndolo. En más, sienten que, de señalar a su agresor, serían ellas las que saldrían perdiendo”, admite. ¿De verdad no les parece “salir ganando” que un juez condene penalmente a alguien y que el resto de la sociedad sepa que esa persona ha cometido un delito tan horrible como una agresión sexual, por el que ha sido condenado a pesar de contar con todas las garantías legales para defenderse? Las denuncias no siempre se hacen para ganar algo personalmente, sino para conquistarlo socialmente.
Más allá de las posturas políticas de cada uno, tampoco parece claro que se busca con esta persecución digital. ¿Quizá convertirnos a todos en aliados, repetidores del discurso oficial feminista dominante desde los años de la contracultura? En la mañana del martes, arreciaron también las denuncias contra el ignoto cineasta canario Armando Ravelo, que él admitió de manera inmediata, anunciando que se retiraba de la vida pública. Junto con los relatos de las víctimas sobre diversos acosos, comenzó a circular el vídeo de una entrevista a Ravelo donde explicaba lo siguiente: “Para mí las grandes heroínas de la humanidad creo que han sido mujeres. No son las que nos han contado la historia porque ‘héroes’ se suele llamar a guerreros, a personas violentas que han ganado a otros, una imagen desvirtuada por la violencia y por una visión machista de la Historia. No quiero que parezca que me subo al carro de ningún movimiento, pero esto es algo que siempre he intuido y pensado de manera bastante íntima”. ¿Es esta la retórica que debemos adoptar para obtener el certificado de ‘aliados’ ante las feministas?
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