El director, productor e historietista Carlos Vermut debutó en el largometraje en 2011 con Diamond Flash, una película que levantó con sus propios medios y la productora que creo ante la falta de interés. Tras aquella ficción, una de las mejor valoradas de aquel año, estrenó en 2014 la cinta Magical girl, un thriller protagonizado, entre otros, por Bárbara Lennie y José Sacristán, con el que ganó la Concha de Oro en el Festival de San Sebastián.
Quién te cantará (2018) también se presentó en San Sebastián, con menos impacto que su predecesora, y ahora llega a los cines la que para muchos es su mejor película: Mantícora, un thriller psicológico que navega en los demonios de un diseñador de videojuegos al que interpreta un brillante Nacho Sánchez. La película, que aspira a cuatro premios Goya (mejor dirección, mejor guion, mejor actor y mejor actriz), aborda asuntos como la representación y temas delicados como la pedofilia. Con motivo de su estreno este viernes en los cines, Carlos Vermut ha hablado con Vozpópuli.
Pregunta: De todos los demonios que pudo haber explorado, ¿por qué estos?
Respuesta: La idea apareció por una conocida que se parece mucho a Justin Bieber y conoció a una chica y empezaron a salir. Pasado el tiempo, descubrió que estaba con ella porque era fan de Justin Bieber. Había algo que me interesaba en el hecho de estar con alguien que se parece a quien no puedes tener. Pensé en qué pasaría si fuese una persona que tiene esta condición, como Julián. Se convirtió en la premisa de la película.
P: Para conseguir provocar, elige la pedofilia, uno de los temas que más cuesta digerir en una película.
R: No tengo claro que mi intención sea provocar. Si quisiese provocar por provocar, hubiese contado esto desde otro punto de vista. Me interesaba más la historia que surgía a raíz de estar con alguien que se parezca a quien no puedas tener. Es verdad que en la manera en la que abordaba la película, depende del punto de vista puedo ser más desagradable o jugar con el espectador. Hay momentos en los que es evidente que esta chica es casi como el niño, y es una representación. Siempre la historia es lo que más me interesa.
No estoy a favor de la censura en general sino de la educación, y educar a la gente para que sepa que la ficción es ficción, porque eso es lo que nos hace adultos", opina el director
P: ¿Hasta qué punto se le exige a la ficción hoy en día que encaje con la idea que los espectadores tienen de lo moralmente aceptable?
R: La propia película genera un debate; hay quien se pregunta cómo es posible que exista una película así. No estoy a favor de la censura en general sino de la educación, y educar a la gente para que sepa que la ficción es ficción, porque eso es lo que nos hace adultos, solo los niños confunden la realidad con la ficción. Una sociedad adulta es aquella que es capaz de acercarse a la ficción sin tenerle miedo. Tenerle miedo a algo es síntoma de algo. A mí no me preocupa que haya películas de lo que sea, no creo que la gente vaya a salir a la calle a matar. Al revés, tener la capacidad de observar algo, no desde la frivolidad y desde el consumo, sino desde la reflexión, es interesante. Nadie se escandaliza porque en las películas de Rambo mueran una media de 200 personas. No queremos censurar a Rambo, sino las películas que nos hacen reflexionar más, que es lo que más miedo me da.
P: ¿Cómo lidia con los artistas que tienen conductas reprobables?
R: Tenemos el caso de Hitchcock. ¿Qué haces? ¿Dejas de ver sus películas? Tengo mucho conflicto con esto, separar la obra del autor no me parece tan fácil. Hitchcock sabemos que era un psicópata que manipulaba a las actrices, Kubrick también. Llega un punto en el que piensas: ¿se explica en un contexto social en el que los directores tienen ese poder tiránico sobre los actores y la industria? ¿Hago como que no pasa nada y disfruto de las películas? No tengo tanta capacidad para separar la obra del autor como dice la gente. Hay quienes dicen que hay que separar la obra del autor, porque piensan que no es para tanto. ¿Cuál es el límite de lo que hace el autor? No es un tema tan fácil de separar quirúrgicamente. Todos somos humanos y es normal que si una persona ha hecho algo reprobable no la disfrutes de la misma manera. Del mismo modo que defiendo que a veces hay que tener un mayor rango para entender la imperfección, en otros casos también nos puede condicionar y no pasa nada.
P: ¿Cree que la personalidad del artista se manifiesta en la obra?
R: Sí y no. Soy una persona muy sensible a la violencia gráfica y, sin embargo, mis obras son bastante retorcidas. Asocio mucho las historias retorcidas a haber visto con mi madre cine muy extremo. A ella le encantan Haneke, Lars Von Trier, Buñuel o Saura. Lo relaciono a algo bueno porque me quedo con la historia, lo asocio a un momento de felicidad que es ver películas con ella. Me gustan las historias complejas, los dramas psicológicos, los personajes ambiguos, pero no lo asocio a mi manera de ser sino a algo que me causa satisfacción porque lo comparto con alguien que quiero.
P: Sparta, un retrato de un pedófilo dirigido por el austriaco Ulrich Seidl, ha sufrido cancelaciones tras un reportaje en el diario alemán Der Spiegel por supuestos momentos incómodos durante el rodaje. Al margen de estas denuncias, ¿cree que existe una predisposición a no abordar estos asuntos?
R: El cine es un negocio. La gente va a querer ver más Avengers que una película que trata de un personaje que no nos gusta. Antes la gente tenía más capacidad de ir a ver las películas por la historia, iban a ver Taxi Driver aunque el tipo fuera un loco o un violento. Incluso cuando quieren hacer el Joker le tienen que redimir de alguna manera. Siempre tiene que existir esta cosa moralista incluso en los personajes más abyectos. No digo que disfrutemos de lo abyecto por lo abyecto, sino que tengamos la capacidad de acercarnos a un personaje que no estemos de acuerdo con él. Estamos volviendo a vivir algo infantil de que los personajes tienen que ser correctos para
considerar que una película es buena. Estamos viviendo una especie de nueva moralidad que no sé adónde nos va a llegar. Cada vez la gente está menos acostumbrada a ver películas con las que no está de acuerdo.
Se está dando un paradigma muy raro en el que el cine más arriesgado o en los márgenes está patrocinado por las grandes plataformas", afirma Carlos Vermut
P: ¿Y eso le afecta a la hora de escribir?
R: No porque me interesan los personajes complejos a la hora de escribir. Me gusta enfrenarme a personajes que no me generan simpatía, de hecho, me parece un reto acompañar a un personaje que me genera rechazo y hacer un ejercicio de acompañar.
P. Es un estreno pospandemia y el rodaje tuvo lugar tras el confinamiento. En aquel momento quien aún no estaba abonado a las plataformas recurrió a ellas. ¿Qué papel juegan en la crisis de la asistencia a las salas?
R: Hace poco leí un artículo muy interesante que sostenía que ya no existe la contracultura y que todos estamos dentro del sistema. Los chavales ya no hacen cortometrajes, son youtubers; la gente ya no quiere hacer películas, quiere hacer series; películas como Nomadland tienen el logo de Disney. Se está dando un paradigma muy raro en el que el cine más arriesgado o en los márgenes está patrocinado por las grandes plataformas. Además, cada vez es todo más efímero, las películas están hechas para que te olvides de ellas rápidamente, los mensajes políticos tienen que ser muy claros, no pueden ser sutiles ni crear incomodidad en el espectador. Si es una película política, tenemos que saber quienes son los buenos y quiénes los malos. Las películas siempre deben tener un mensaje y tiene que ser muy claro.
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