Si iba a enviar un sobre o una carta, acaso un documento o una factura, lo hacía con un florista y no con un mensajero cualquiera. Andaba de un lado a otro con una grabadora magnetofónica en la que dictaba sus notas, cartas e informes. En una planta de su piso en Barcelona tenía su casa y en la de más arriba su agencia literaria. No en vano Manuel Vázquez Montalbán la llamó ‘la supergante’. Se trata de Carmen Balcells, la mujer que cambió el mundo de la literatura, que dividió la edición en un antes y un después, la que abolió los contratos leoninos de los escritores y los convirtió en autores que pudiesen vivir de su obra.
Hace ya más de un año de su muerte, en septiembre del año 2015. En ocasión de ese primer aniversario de orfandad, Pau Subirós, autor de El productor accidental (Anagrama), estrena un documental de 52 minutos sobre Balcells que se emite este lunes, a las 21.00 horas, en la serie Imprescindibles de Radio Televisión Española (La2). La realizadora es su mujer Neus Ballús y su guionista Xavi Ayén, periodista de cultural ganador del Premio RBA por su investigación Aquellos años del boom. García Márquez, Vargas Llosa y el grupo de amigos que lo cambiaron todo (RBA). Muy pocos saben tanto como Ayén de aquellos años prodigiosos y de ese complejo personaje que era Carmen Balcells. La pregunta es, ¿veremos una visión de la agente con sus luces y sombras?
“No es una hagiografía –dice SUbirós a Vozpópuli-, sino el retrato de una mujer apasionada, alguien que se abrió paso muy joven en el mundo de la edición y que consiguió cambiara por completo”. El proyecto, una producción de la barcelonesa Batabat, con la participación de RTVE, el Canal 22 de México y el brasileño Globo Filmes, se rodó en Cataluña y Madrid, México (donde vivió Gabriel García Márqiuez los últimos años de su vida), Brasil y EEUU. Ofrecen su testimonio y ayudan a componer un retrato de Balcells la escritora Isabel Allende; Rodrigo García Barcha, hijo del Gabo; el Nobel peruano Mario Vargas Llosa; Juan Marsé o Eduardo Mendoza. “Hemos tenido la suerte de tener acceso al archivo Lluís Miquel Palomares, hijo de la agente. Ahí hay material inédito: por ejemplo las cintas que usaba Balcells para grabar sus notas o dictar las cartas. Muchos de los entrevistados, nada más escuchar su voz, dejaban ver una sonrisa. ‘Esa es Carmen’, decían”, asegura Subirós, para quien Balcells se reveló como un personaje todavía más fascinante.
Carmen, ¿tú me quieres?
A ella jamás le gustó la palabra “boom”, pero si algo no se puede negar es que fue ella una de sus principales propulsoras. Gabriel García Márquez y Mario Vargas Llosa fueron de los primeros autores que representó con su agencia, creada en Barcelona en los años sesenta, en el piso de alquiler donde vivía. Desde ahí, Balcells transformó los contratos de los escritores, mejoró sus condiciones y difusión, modernizó la contratación de traducciones y los derechos de los autores. En su lita hay, por lo menos, cuatro Premios Nobel: García Márquez, Mario Vargas Llosa –quien también tiene con la agente catalana una relación profunda de amistad-, Camilo José Cela y Pablo Neruda. Pero hay mucha más historia ligada a su nombre: Miguel Delibes, Julio Cortázar, Juan Marsé, Juan Goytisolo, Manuel Vázquez Montalbán, Onetti, Eduardo Mendoza. Ella los llamaba sus clientes. Pero eran sus amigos.
“¿Me quieres Carmen?”, le preguntó una vez Gabriel García Márquez a Carmen Balcells (1930-2015). “A eso no te puedo contestar, eres casi el 40 por ciento de nuestra facturación”, le respondió la agente literaria sólo como ella podía haberlo hecho: descerrajando afectos literarios. El autor de Cien años de soledad era la luz de sus ojos, el escritor por el que se batió a duelo cuando ni él ni ella eran nadie. Pero llegaron a serlo: él Premio Nobel de Literatura, ella la mujer que marcó un antes y un después en la historia de la literatura en castellano. Hace un año ya de su muerte. Un año de orfandad.
La súper agente
Con un olfato especial para los negocios y un sentido de la oportunidad como pocos, tal y como narra Xavi Ayén en Aquellos años del boom, la joven Balcells se abrió paso en la España remota del franquismo. Empezó a trabajar de secretaria en una oficina de Barcelona a finales de los años cuarenta. No tenía nada que ver con la literatura. Sin embargo, por medio del poeta leridano Jaume Ferran, a partir de 1955 comienza a acercarse algunos escritores como los hermanos Ferrater, Jaime Gil de Biedma, Carlos Barral, Juan Goytisolo y Josep Maria Castellet.
De este modo, empezó a trabajar en la agencia literaria ACER, propiedad del escritor rumano exiliado Vintila Horia y que representaba a autores extranjeros en España. Cuando Vintila Horia ganó el Premio Goncourt, en 1960, decidió vender la agencia y trasladarse a París. Balcells se hizo cargo de sus representados y se estableció por su cuenta. Desde la creación, en 1960, de la Agencia Literaria Carmen Balcells, la firma ha gestionado más de 50.000 contratos. Luis Goytisolo fue el primer autor español que representó.
Balcells no sólo creó una máquina editorial, hizo mucho más: concibió una nueva idea de la relación con los autores. Cuando Carlos Barral, director literario de Seix Barral, le encargó que gestionara los derechos extranjeros de sus autores, Carmen Balcells se dio cuenta de que una agente literaria no debía representar al editor, no eran sus derechos ni los contratos, sino los de los autores. He allí donde radicaba el secreto de Carmen Balcells. Algunos de "sus" escritores, como García Márquez, Juan Marsé o Juan Carlos Onetti le han dedicado sus novelas, y otros como Max Aub o Manuel Vázquez Montalbán la convirtieron en personaje de sus obras. Y no es para menos.
La superagente, así la llamó Manuel Vázquez Montalbán. Y las razones son más que claras. Tal y como escribió el autor de Los mares del sur, Balcells “pasará a la historia de la literatura universal por su empeño prometeico de robarles los autores a los editores para construirles la condición de escritores libres en el mercado libre”. Hasta Carmen Balcells, los escritores “firmaban contratos vitalicios con las editoriales, percibían liquidaciones agonizantes y a veces, como premio, recibían algunos regalos en especie, por ejemplo, un jersey o un queso Stilton. […] Antes de que lo consiguieran los futbolistas, Balcells limitó el derecho de retención de los escritores y ayudó a los editores a descubrir las buenas intenciones, reprimidas por un mal entendido sentido del oficio”. ¿Qué daba Balcells a sus autores? Seguridad, justamente eso.
Balcells también fundó en 1981 la agencia RBA de servicios editoriales, junto a Ricardo Rodrigo y el editor Roberto Altarriba, si bien la abandonó cuando sus socios pasaron a convertirse en directivos en Planeta-De Agostini y considerar que su posición en la editorial era incompatible con su condición de agente literaria.
Los últimos años
Cuando cumplió 80 años, Carmen Balcells sorprendió a todos al anunciar que se jubilaba. La inquieta e ingobernable agente, la que todo lo controlaba y todo lo resolvía, quería volver a su pueblo natal, Santa Fe de Segarra, en Lleida. La mujer que más incansablemente había trabajado durante más de cincuenta años deseaba “envejecer mirando el paisaje”. Su agencia literaria atravesaba entonces una situación financiera complicada.
Sobre este asunto, asegura Pau Subirós, apenas y se mencionan algunas pinceladas. “Teníamos un personaje muy complejo para contar y apenas 52 minutos. Tuvimos que dejar muchas cosas fuera”, dice. Lo cierto es que la catalana puso en marcha las negociaciones con Andrew Wylie, el tiburón; un ambicioso agente literario norteamericano, para que se hiciera con su afamada agencia. Las negociaciones fueron lentas pero llegaron a buen puerto. Tras nombrar un sucesor y dar un paso atrás, la agencia literaria creada y dirigida por ella se convirtió en Balcells & Wylie , un potente gabinete literario que sumó a los autores de Wylie -Vladimir Nabokov, Yasunari Kawabata, Jorge Luis Borges o Italo Calvino- los pesos pesados de Carmen Balcells. Wylie conseguía así entrar a un mercado que se le resistía hasta entonces –el de la literatura hispanoamericana-, y Carmen Balcells conseguía en cambio asegurar y poner a buen resguardo su larguísimo catálogo de glorias literarias. Era, como casi todo lo que ella hizo, un ganar-ganar.
Durante la administración socialista, el Ministerio de Cultura, del que era responsable Ángeles González Sinde, el Estado compró a Balcells una cantidad importante de documentos, manuscritos y cartas que resumían 50 años de relación con sus autores y que formaron parte de un acuerdo de 3.000.000€. Y no es de extrañar, en él estaba contenido lo más importante de las letras hispanoamericanas: correspondencia privada, borradores, primeras ediciones, fotografías y bibliografías completas de autores esenciales y que pasaron a formar parte del patrimonio público.