Cultura

Carmen Thyssen pellizca su colección: ya van cinco pinturas

Nuevas obras desaparecen de la colección, que forma parte del museo Thyssen

En el último lustro el debate sobre el futuro de la colección privada de Carmen Thyssen vuelve a estar en primera línea. Ya con la llegada de Pedro Sánchez a La Moncloa seguía pendiente la renovación de la cesión gratuita de las más de 400 obras de la colección de Carmen Thyssen y de las que se exhiben 240 en la pinacoteca madrileña. La publicación del diario El País de esta semana de la desaparición de algunas obras para la venta vuelve a colocar en el tapete la discusión sobre el status de la colección

La información publicada por el diario El País señala la desaparición de las obras Mata Mua (Érase una vez) pintado por Paul Gauguin en 1892 y tasado en más de 40 millones de euros, así como de las obras  Caballos de carreras en un paisaje (1894), de Degas; El ‘Martha Mckeen’ de Wellfleet (1944), de Hopper, y El puente de Charing Cross (1899), de Monet. Todas estas obras habrían sido solicitadas por Carmen Thyssen a Cultura. 

"Ha sido una concesión del actual equipo de Cultura, que desaprovechó el principio de acuerdo al que había llegado el departamento con José Guirao, su anterior responsable, al frente. A finales de enero, según fuentes del anterior equipo, Carmen Cervera alegó que tenía problemas económicos y que deseaba retirar Mata Mua para venderlo", señala el periódico. La información retoma así el goteo reciente de ventas y negociaciones que ha sostenido Carmen Thyssen tanto con el ministerio de Cultura como con la vicepresidenta Carmen Calvo, interlocutora en la negociación.

La esclusa

En muchas ocasiones, Cervera ha puesto sobre la mesa el reclamo acerca del estatus de sus obras dentro del conjunto del museo Thyssen de Madrid. En 2009, cuando el acuerdo de cesión gratuita (estipulado durante 10 años) llegó a su fin, el asunto comenzó a complicarse: ella quería vender al Estado las obras, pero no a cualquier precio. A finales de 2010, Cervera rechazó una oferta del anterior Ministerio de Cultura, dirigido por Ángeles González-Sinde, para alquilar su colección durante dos años por una cantidad fijada a partir del alquiler de la colección del barón Thyssen antes de que fuera comprada por el Estado en 1993.

Carmen Thyssen dijo entonces que a pesar de tener "muchas ofertas" de otros países, había luchado durante años para que la colección de su marido se quedara en España. Su deseo, por tanto, es que la suya tuviera la misma suerte. "¡Qué se le va a hacer¡", dijo al año siguiente luego de mantener su decisión de ceder un año más su colección de forma gratuita al Estado. En aquella oportunidad, en plena recesión económica, Cervera aseguró que rezaba "para que se acabara la crisis". Lo que más le preocupaba entonces era dejar las cosas "arregladas" para sus herederos.

En julio de 2013 Carmen Thyssen vendió por 27,89 millones de euros, el cuadro La esclusa (The lock), de John Constable

Pero hay más episodios; bastantes más. En julio de 2013, y ante su necesidad de "conseguir liquidez", Carmen Thyssen vendió en una subasta celebrada en Londres, por 27,89 millones de euros, el cuadro La esclusa (The lock) de John Constable, una de las joyas de su colección privada. Según los términos del acuerdo de préstamo, la baronesa tiene derecho a vender un 10 por ciento del valor total de la colección, fijado en una cantidad alrededor de los 800-900 millones de euros. El valor del Constable alcanzaba un 5 por ciento de ese total.

La venta supuso polémica con otros miembros del patronato, entre ellos, Francesca Thyssen, archiduquesa de Habsburgo y la única hija del barón que es miembro del patronato del MuseoThyssen-Bornemisza. Arrebatar esa pieza significaba mutilar no sólo el patrimonio del museo madrileño, sino la coherencia y brillo de las obras adquiridas durante años por su padre.

La colección, en manos de…

El núcleo principal de la colección de Carmen Thyssen –que abarca desde la pintura holandesa del siglo XVII hasta las vanguardias del siglo XX- tiene un valor patrimonial de primerísima línea. Su exhibición y conservación forma parte de los gastos totales del museo, que depende de la dotación presupuestaria asignada por el Estado así como del mecenazgo de los patronos de la institución.

Mantener una colección constituye una inversión a la que se suma aquella que permite darle movimiento a través de exposiciones temporales, préstamos y traslados. Esos gastos se sufragan, también, con parte del erario público. La institución alberga 800 cuadros de la colección conservada y heredada por su marido, el barón Hans Heinrich von Thyssen-Bornemisza (1921-2002), además del apartado del que ella es titular y cuyo futuro se negocia actualmente con el Ministerio de Educación, Cultura y Deportes.

Al Thyssen le ha costado reponerse de los años de la crisis y la decapitación de su principal patrocinador: la extinta Caja Madrid. A pesar de eso, en sus cuentas de 2015, el déficit de la institución se redujo en 40% con respecto al año anterior. Esto ocurrió no porque aumentaran los ingresos de taquilla (los visitantes cayeron 3,6%) o los patrocinios, sino gracias a los de 5,3 millones de euros de las subvenciones aportadas por el Ministerio de Educación Cultura y Deportes. Una cantidad a la que se suman los desembolsos concretos y que tienen mucho que ver con la solicitud actual de Carmen Thyssen: mover más las obras. Pero, ¿cuánto cuesta eso? Si se toma en cuenta que tan sólo en publicidad la institución invierte más de 400.000 euros, el gasto en seguridad resulta mucho más elocuente.

Sacar una obra de un museo o, en el caso, traer una en préstamo supone una larga cadena de desembolsos: las obras viajan con una garantía de seguro cuyo coste depende de la pieza y a la que hay que sumar el dinero total que supone embalarlas, transportarlas, acompañarlas (los llamados correos, es decir, los especialistas que acompañan a la pieza y las dietas asociadas) además de pagar su paso por aduana. En el año 2016, pocos días después de presentar sus cuentas, el Thyssen adjudicó el seguro del total de sus colección a la Fundación Mapfre, por ser considerada la oferta con mejor calificación en el concurso.

Las obras en cuestión, las que forman parte de esta negociación, si bien pertenecen a Carmen Thyssen, suponen una inversión significativa de dinero por parte de la institución que las ampara, en este caso el Museo Thyssen, cuyo mayor activo pertenece al Estado y, por tanto, exige una atención económica y logística con cargo a sus presupuestos. Una de las principales peticiones de la negociación, además de la gratuidad o no de la cesión, pasa justamente por ese punto: las cláusulas asociadas al movimiento de las obras. 

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