El año 1940 fue un año triunfal para los ejércitos del Tercer Reich, habían arrollado a todos los países europeos a los que se había enfrentado y se había creado el espejismo de Hitler como un genio militar. El pacto con la Unión Soviética se mantenía y Estados Unidos daba largas para entrar a la guerra a un insistente Winston Churchill que en aquella primavera había prometido “sangre, esfuerzo, lágrimas y sudor” en su firmeza frente al dictador alemán. Y en aquella Nochebuena 1940, un habitante del Imperio británico mandó una carta a Hitler:
“No tenemos ninguna duda sobre tu valentía o devoción por tu patria, ni creemos que seas el monstruo descrito por tus oponentes. Pero tus propios escritos y pronunciamientos y los de tus amigos y admiradores no dejan lugar a dudas de que muchos de tus actos son monstruosos e impropios de la dignidad humana, especialmente en la estimación de hombres como yo que creemos en la amistad universal”, escribió Mahatma Gandhi.
Sabemos que en aquel momento, el dictador alemán estaba impaciente por invadir el territorio soviético, donde desde el verano de 1941 comenzarían las acciones de exterminio de la población judía. ¿Qué cara pondría al leer la carta de Gandhi? "Le pido en nombre de la humanidad que detengan la guerra. No perderá nada remitiendo todos los asuntos en disputa entre usted y Gran Bretaña a un tribunal internacional de su elección conjunta. Si logra el éxito en la guerra, eso no probará que tenía razón", seguía el líder indio.
Los argumentos y la ideología de uno y otro están tan separadas que parece que se trataran de dos especies distintas, como si un ser humano le tratara de explicar un fuera de juego a un alienígena. El adalid de la resistencia pasiva, experto ofrecer la mejilla al enemigo antes de generar un conflicto, tratando de convencer al mayor genocida de la historia de que la violencia no era el camino. Cuanto menos es entrañable. Gandhi fue criticado por mantener la política de la no violencia hasta el extremo. Con respecto a la persecución de los judíos, en el año 1938, tres años antes de que comenzara el exterminio, había escrito con respecto a este asunto:
“Si alguna vez pudiera haber una guerra justificable, en nombre y por la humanidad, la guerra contra Alemania para evitar la persecución desenfrenada de toda una raza estaría completamente justificada. Pero yo no creo en ninguna guerra”.
En la misiva del año 1940, Gandhi también dedicó varios párrafos a criticar el Imperialismo británico: “Nuestros gobernantes pueden tener nuestra tierra y nuestros cuerpos, pero no nuestras almas. Sólo pueden tener lo primero mediante la destrucción completa de todos los indios, hombres, mujeres y niños”. Es difícil no imaginar a Hitler asintiendo, y pensando: ‘pues claro’. En realidad, nunca se supo si el dictador llegó a leer la carta ni si llegó a contestar.
“¿Es mucho pedirle que haga un esfuerzo por la paz durante un tiempo que puede no significar nada para usted personalmente, pero que debe significar mucho para los millones de europeos cuyo grito mudo por la paz escucho?, porque mis oídos están atentos para oír a los mudos millones”, terminaba la carta del año 1940.
Churchill contra Gandhi
También es fácil intuir la cara de Churchill al conocer estas líneas, cuando llevaba un año prácticamente solo plantándole cara al nazismo. El premier, firme defensor de la pervivencia del Imperio británico con una clara visión racista y paternalista de las colonias, estaba obsesionado con mantener a la India como la joya de la Corona británica, y había dejado algunas perlas sobre el líder independentista indio:
"Es alarmante y nauseabundo ver al señor Gandhi, un abogado sedicioso, posando ahora como un faquir… Dando zancadas medio desnudo subiendo las escaleras de la casa del virrey", dijo en el año 1931.
Gandhi ya había mandado una primera carta a Hitler a finales de julio de 1939 para evitar la guerra, después de que el Tercer Reich hubiera invadido Checoslovaquia y la hubiera anexionado como un protectorado alemán: “Está claro que usted es hoy la única persona en el mundo que puede evitar una guerra que podría reducir a la humanidad a un estado salvaje. ¿Estará dispuesto a pagar ese precio por un propósito cualquiera por muy digno que le parezca? ¿Escuchará la llamada de quien ha evitado deliberadamente el método de la guerra no sin considerable éxito? De cualquier manera espero su perdón, si he cometido un error al dirigirme a usted”.
¿Quién y por qué mató a Gandhi?
El Tercer Reich de los 1.000 años que había augurado Hitler duró 12 y el sueño de una Alemania imperial terminó con un país dividido y repartido entre las potencias aliadas que encarnaban todo lo que los nazis habían detestado. Mientras que el movimiento independentista indio caracterizado por la desobediencia civil pacífica logró la emancipación del Imperio británico. Sin embargo, la Gran India unida que deseaba Gandhi se esfumó con la partición entre India y Pakistán por la división entre hindúes y musulamanes. Y los graves conflictos entre ambos le costarían la vida al propio Gandhi.
Los ataques entre comunidades y la deportación de musulmanes a Pakistán escandalizó al líder indio, que el 13 de enero de 1948 comenzó un nuevo ayuno como protesta. Gandhi también exigía al gobierno indio que entregara a Pakistán el montante económico estupilado en la partición. Todos estos gestos fueron percibidos por el nacionalismo hindú como un ataque y uno de sus líderes, Narayan Apte decidió quitarle de en medio.
Después de un fallido atentado el 20 de enero, otro nacionalista hindú Nathuram Godse se acercó a un debilitado Gandhi de 78 años que caminaba en medio de una multitud que le acompañaban a rezar y le disparó tres tiros a quemarropa que acabaron con su vida. Esa misma noche, el primer ministro de India, Jawaharlal Nehru, informó al pueblo indio de la noticia: “La luz se ha ido de nuestras vidas, la oscuridad está en todas partes y no sé qué decirte y cómo decirte. Nuestro amado líder, Bapu, como lo llamábamos, el Padre de la Nación, ya no existe".
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