Cuando el diseñador italiano Gianni Versace fue asesinado en 1997 de un disparo a las puertas de su casa, en Miami Beach, el mundo de la moda entró en shock. Decenas de personalidades del ámbito más selecto del papel cuché internacional acudieron a su funeral. Dos años antes, el también italiano Maurizio Gucci, nieto del fundador de la famosa marca de ropa que lleva su apellido, también fue asesinado de un balazo a manos de un sicario a las puertas de su oficina, en Milán.
Su muerte no fue tan mediática como la de Versace, pero esconde detrás una historia familiar llena de traiciones, tragedia y engaños que le ha servido a Ridley Scott para componer La Casa Gucci, una ópera cinematográfica que se estrena este viernes en España.
Lo primero que hay que puntualizar es que, si bien El último duelo es una película contundente, que contiene la esencia del director de Thelma & Louise, que reivindica la verdad, el honor y la justicia mientras enarbola la bandera feminista, La Casa Gucci podría situarse en el lado opuesto: sin dejar de lado la tragedia intrínseca a la famosa marca de alta costura, es una película disfrutona, larga pero hecha en un tono ligero, con un aire frívolo y notables duelos interpretativos entre grandes figuras del cine que probablemente no se repitan más en una misma película.
Al Pacino, Lady Gaga, Adam Driver, Jeremy Irons, Al Pacino, Salma Hayek y un Jared Leto irreconocible -literalmente- forman parte del elenco de esta película, basada en el libro The House Of Gucci, de Sara Gay Forden. Son sus interpretaciones las que sostienen esta película, que guarda un tono de melodrama digno del mejor culebrón, pero que puede resultar demasiado largo por momentos e interrumpir el interés del espectador.
La exageración, el exceso de los años 80, las tendencias musicales del momento, el horror vacui en los estampados y las joyas o los lazos de grandes proporciones desvelan poco a poco, entre desfile y desfile, una historia de conquistas sociales y familiares ambientada entre Italia y Nueva York que terminó de la manera más triste posible para un emporio familiar: una marca de moda con sede en Florencia y fundada en 1921 que factura cifras incalculables al año y de cuyos descendientes hoy en día no queda ni rastro en la firma.
'La Casa Gucci': ambición, traición y venganza
Lady Gaga y Adam Driver son los encargados de llevar el peso de este drama. Ella da vida a Patrizia Reggiani, una mujer de origen humilde y ajena a la moda que entra en la familia Gucci tras su matrimonio con Maurizio (Driver), uno de los herederos del negocio familiar. Juntos se hacen poco a poco con el poder y el control de la marca, aunque pronto la ambición, la traición y la venganza juegan en su contra, hasta que finalmente todo acaba en tragedia y ella es condenada por asesinato.
Ridley Scott se traslada de la felicidad a la desgracia con demasiada velocidad, a pesar de las dos horas y media de duración de la película, que no obstante se hacen pesadas por momentos. Como suele ocurrir en la vida, uno no ve tan clara la llegada de la infidelidad, de las traiciones entre familiares tan próximos ni tampoco la deslealtad de las personas de confianza, y en esta historia ocurre lo mismo. Aunque uno imagina la tragedia, los códigos dinásticos de la alta costura pueden distraer.
En cualquier caso, La Casa Gucci y el interés que despierta en el espectador equivale a la misma sed por los cotilleos y los enredos de cualquier familia. Ni ricos, ni sofisticados, ni cultos, ni bien posicionados. Lo más atractivo de la propuesta de Ridley Scott es demostrar que cualquier linaje, incluso el más respetado, no está a salvo de los peores impulsos humanos, un placer culpable ante el que cualquier persona cotilla por naturaleza no se puede resistir.
Apoya TU periodismo independiente y crítico
Ayúdanos a contribuir a la Defensa del Estado de Derecho Haz tu aportación