Esta semana la Comisión de Cultura del parlamento catalán fue escenario de una escena agria cuando Junts per Catalunya y ERC rechazaron una propuesta de Ciudadanos para rendir homenaje a Carlos Ruiz Zafón y Juan Marsé, autores catalanes que escribieron en castellano. Los dos murieron durante el verano de este año: Zafón, a los 55, en junio; Marsé, a los 87, en julio.
El premio Planeta y Cervantes Juan Marsé levantó en su obra una Barcelona prodigiosa: la ciudad de posguerra por la que se movían desde el Pijoaparte de Últimas tardes con Teresa hasta los clavileños de Si te dicen que caí o El embrujo de Shanghái. Unas décadas después, Carlos Ruiz Zafón desplegó un riquísimo imaginario gótico barcelonés en una saga traducida a más de cincuenta idiomas en 40 países y con más de 10 millones de ejemplares vendidos.
El rechazo al homenaje contenido en la propuesta de resolución de Ciudadanos(Cs), cuya finalidad era reconocer la obra literaria de Juan Marsé y Carlos Ruiz Zafón, fue calificada por los independentistas como una iniciativa "partidista", según comenta a Vozpópuli la diputada naranja Susana Beltrán, encargada de presentarla en un pleno en el que Catalunya en Comú-Podem se abstuvo y solo el PSC votó a favor. El PP y las CUP no estaban presentes.
"No los vetaron estrictamente por ser autores en castellano, pero sí rechazaron nuestra iniciativa porque la consideraban una politización de la cultura. Para la Generalitat, la única cultura que existe es en catalán”, explica Beltrán a este diario, telefónicamente, desde Barcelona. Diputada en la legislatura anterior por el partido naranja, y desde entonces miembro de la Comisión de Cultura del parlamento catalán, identifica una escalada por parte del independentismo. Aunque Beltrán evita relacionarla con las próximas elecciones autonómicas, la negativa tiene cierta relación con la campaña de unos comicios que están a la vuelta de la esquina (14 de febrero de 2021).
Hay episodios que sirven de precedente: desde el veto, en el año 2007, a Enrique Vila-Matas, Juan Marsé o Ana María Matute, quienes no fueron invitados a la Feria del Libro de Frankfurt en la edición en que Cataluña era invitada especial hasta algunos desplantes ejemplares. Cuando Laura Borrás desempeñaba el cargo de consejera de Cultura declinó asistir en varias ocasiones al Premio Planeta de Novela, el galardón literario concedido por el grupo perteneciente a la familia Lara y que se reconoce como el mejor dotado económicamente en Hispanoamérica con 601.000 euros.
Tampoco hubo representación del gobierno autonómico en el funeral de Claudio López-Lamadrid, quien murió en enero de 2019 y fue considerado como la figura más importante de la generación que había sucedido a los legendarios editores que vivieron el final del franquismo y la llegada de la democracia. Ese día asistieron el primer secretario del PSC, Miquel Iceta, y Jaume Asens, teniente de alcalde de Derechos de Ciudadanía, Cultura, Participación y Transparencia del Ayuntamiento de Barcelona. Ninguna otra autoridad regional hizo acto de presencia.
Marsé y Zafón: relatos de Barcelona
Barcelona fue el reino joyero de Juan Marsé, alguien capaz de engarzar palabras como gemas. Se retrató en Ringo, el protagonista de Caligrafía de los sueños (2010), que, como casi todos sus personajes, resumía su biografía: un niño que pasa largas horas embelesado ante las cupletistas de las marquesinas del cine Selecto o los dobles de westerns de los Guinardó. Aunque también hay de sí en el Daniel de la Barcelona de la posguerra que cuenta en El embrujo de Shanghai, una ciudad llena de huérfanos, entrañables fulanas como la Betibú o pirados como el capitán Blay.
Marsé nunca se anduvo con rodeos. Renunció a formar parte del jurado del Premio Planeta con la misma tranquilidad con la que, en 2008, al ganar el Premio Cervantes espetó a la prensa que se gastaría el dinero del galardón en “vino y mujeres”. Era tan poético en blanco sobre negro como directo en las distancias cortas. En más de una ocasión afirmó que escribía en español porque le daba la gana y que el independentismo de Artur Mas y Jordi Pujol era más un asunto de "sentiments i centimets", tal y como escribió en el magnífico libro de perfiles Señoras y señores.
Separados por más de treinta años de diferencia, Carlos Ruiz Zafón recogió el testigo tanto de Marsé como de Eduardo Mendoza. Pocos autores han tenido tanto impacto internacional en las últimas dos décadas como el fallecido Zafón, quien a pesar de establecerse en Los Ángeles, hizo de la Barcelona en la que nació un lugar de rincones oscuros y parajes misteriosos, evocativo, digno de las páginas de un folletón, que diría el escritor y periodista Sergio Vila-SanJuán en su libro Código Bestseller.
"Zafón ha sido el mayor promotor de la imagen barcelonesa en el periodo postolímpico, labor que las instituciones no le han reconocido"
Dice Vila-Sanjuán que Zafón construyó una tipología gótica "a partir de una ciudad soleada y mediterránea", un territorio que ha tenido un eco popular sin precedentes. "Sin duda ha sido uno de los más importantes promotores internacionales de la imagen barcelonesa en el periodo postolímpico, labor que las instituciones no le han reconocido”, asegura a Vozpópuli Vila-SanJuán, miembro de la Real Academia de Buenas Letras de Barcelona y codirector del Fórum Edita, un encuentro que alcanza ya cinco ediciones y cuya organización depende del Gremi d'Editors de Catalunya y la UPF Barcelona School of Management.
Sobre lo ocurrido en el Parlament esta semana (que no fue exactamente un veto a Marsé y Zafón, pero sí un rechazo a la propuesta de homenaje formulada por Ciudadanos), surge la duda: ¿qué impide que la cultura catalana pueda existir en español? ¿No es su industria editorial la mejor prueba? Al respecto, Vila-SanJuán contesta: "Desde el siglo XVI tres cuartas partes de los libros publicados en Cataluña lo han sido en castellano, y más de la mitad de los autores catalanes han escrito a lo largo de los siglos primordialmente en esa lengua. Es una evidencia bien documentada que una parte importante de la cultura catalana se ha expresado y se expresa en castellano. Hoy no se puede sostener con seriedad lo contrario".
¿Asedio … o invisibilización?
Desde el Siglo de Oro hasta el XX, existen sobrados ejemplos del planteamiento de Vila-Sanjuán: poetas como Francisco de Moner y Juan Boscán, historiadores como Antonio de Capmany, filósofos como Jaime Balmes y Eugenio d´Ors, pensadores políticos como Pi y Margall o Ferrer Guardia o figuras como Federica Montseny hasta autores como Carmen Laforet, Jaime Gil de Biedma, Eduardo Mendoza y EnriqueVila-Matas. Con esa tradición tan sólida, cabe preguntarse de dónde proviene el germen de un catalanismo cultural que prima la lengua propia frente al castellano.
En 1990 Xavier Bru de Sala, entonces director general de Promoción Cultural de la Generalitat, escribía que las manifestaciones culturales en castellano “no pueden ser consideradas parte integrante de la cultura catalana por un nacionalista”, puesto que son “fruto de una anormalidad y una excepcionalidad que no se deberían consolidar”, explica Sergio Vila-Sanjuán, Premio Nadal 2013 y director del suplemento Cultura/s de La Vanguardia.
"Una parte importante de la cultura catalana se ha expresado y se expresa en castellano. Hoy no se puede sostener con seriedad lo contrario"
En 1995, Cataluña instituyó los Premios Nacionales de Cultura de la Generalitat y en cuyo apartado literario se distingue solo a autores que tienen como primera lengua literaria el catalán, mientras otros galardones homólogos vascos cuentan con dos apartados, en castellano y en euskera. En 2013 se hizo una excepción al concederlo a Eduardo Mendoza. Entonces se desempeñaba como conseller de Cultura Ferran Mascarell, “un político con sensibilidad para el pluralismo”, asegura Vila-Sanjuán.
Tres años después, en 2016, el mismo premio se entregó a Enrique Vila-Matas. “Tanto él como Mendoza se convirtieron en los únicos casos de autores catalanes que tienen como primera lengua literaria el castellano que lo reciben en 25 años”. El veto al castellano no se limita a estos galardones, según Vila-SanJuán: “la Asociación de Escritores en Lengua Catalana recibe una jugosa subvención de la Generalitat, mientras que la Asociación Colegial de Escritores de Cataluña, integrada en buena parte –no toda- por autores en castellano, apenas recibe nada. Ambas tienen un número similar de afiliados”.
Cataluña, una industria editorial
Históricamente, Cataluña ha sido uno de los bastiones de la industria del libro en España, no en vano aporta el 50,8% del volumen de negocio editorial global español y conecta a casi todos los actores del libro: autores, agentes literarios, editores, distribuidores y libreros. Ha sido cuna de las principales agencias literarias –la histórica Carmen Balcells, por ejemplo- y escenario de momentos decisivos de la historia literaria hispanoamericana, desde la primera edición del Quijote, pasando por el Boom latinoamericano hasta la eclosión de Roberto Bolaño.
A eso se suma un hecho contrastado: la importancia literaria de Barcelona, entre otras cosas porque los premios de especial prestigio y visibilidad están vinculados a la ciudad, el más importante de ellos, el Premio Planeta de Novela, pero también el Premio Nadal (18.000 euros), concedido también por el Grupo Planeta, así como el Biblioteca Breve (30.000 euros), concedido por Seix Barral, y con el que han sido reconocidos autores como Mario Vargas Llosa o Guillermo Cabrera Infante. Hay que mencionar, por supuesto, el prestigioso Premio Herralde de Novela, vinculado a la editorial Anagrama.
"Según el estudio de comercio interior del libro de 2019, la producción en Cataluña representó el 50,4% de la totalidad de la producción española. En cuanto a la proporción de la lectura en catalán también ha aumentado algo en estos tres últimos años acercándose ya más al 29% y, efectivamente llega a ser algo mayor del 45% si incluimos los libros del texto”, explica a Vozpopuli Patrici Tixis, director de comunicación del Grupo Planeta, presidente del Gremio de Editores de Cataluña y codirector del Fórum Edita.
"El Gremi d’Editors de Catalunya representa mas de 350 sellos editoriales que en facturación conjunta suponen el 95% del sector en Catalunya"
El Gremi d’Editors de Catalunya representa a más de 350 sellos editoriales que en facturación conjunta suponen el 95% del sector en Catalunya. La institución tiene como objetivo principal la defensa de los intereses industriales del sector: incrementar el número de lectores, asegurar un marco legal estable que permita luchar contra la piratería, y el trabajo por un Pacto de Estado de todas las fuerzas políticas del arco parlamentario para que apoyen un conjunto de medidas más allá de los ciclos electorales. Los objetivos del Gremi son compartidos con la Federación Española de Gremios de Editores, de la que los editores catalanes son socios fundadores.
Sobre el tema ayudas existe, curiosamente, un elemento común en la actitud del gobierno autonómico y central: la poca dotación. “El sector del libro es el menos subvencionado de todas las industrias culturales en Catalunya —asegura Tixis—. La industria del libro recibe algo más del 10% de lo que se destina a ayudas a las industrias culturales, cuando en realidad el libro representa más de la mitad de toda la producción de la industria cultural en Catalunya”.
"El libro representa más de la mitad de toda la producción de la industria cultural en Catalunya”
Sin embargo, el tema de las subvenciones de la Generalitat es distinto de las ayudas en materia de política lingüística. "Una cosa es el apoyo de Generalitat a la industria del libro, ayudas que están abiertas a todas las editoriales que operan en Catalunya independientemente de la lengua en la que publican y que abarcan desde las compras de libros en las bibliotecas públicas a través de las librerías hasta ayudas a la internacionalización para asistir a las ferias de Frankfurt, Bolonia, Guadalajara y Londres", explica Tixis.
Ante la situación de la covid-19, que motivó la postergación de Sant Jordi de abril a verano, se han habilitado paquetes especiales de ayudas y, según Patrici Tixis, para su adjudicación no ha diferenciado para nada la lengua en la que publican las editoriales para paliar gastos estructurales de las empresas del sector del libro derivados de los efectos de la pandemia: "la Conselleria de Cultura ha avalado a toda la industria cultural para que las empresas pudieran acceder a créditos blandos del Institut Català de Finances (el ICO catalán) también producto de la situación del Covid, y tampoco se ha diferenciado a nadie del sector del libro en función de la lengua en la que publicaba”.
Una vez más, en medio de la tensión política catalana, aunque en este caso convendría decir electoralista, la cuerda revienta por su fibra más importante y no por eso menos vulnerable: los autores. Esta semana han sido Juan Marsé o Carlos Ruiz Zafón, los dos privados de homenaje en el año de su desaparición física: una forma extraña de destierro. Le cuesta, y mucho, a las fuerzas políticas independenstistas más beligerantes mirar más allá del presente inmediato. Una ciudad es, también, lo que de ella se ha escrito... ya sea en catalán o castellano.
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