Cultura

“No estamos por la censura, pero…” La batalla puritana del pop en las fiestas patronales.


La cancelación de C. Tangana en Bilbao recorta la libertad de expresión y revela las carencias del modelo de contratación pública.

Hagan la prueba en cualquier cena de verano: cuando llegue un silencio a la mesa, suelten una frase que comience con las palabras “no soy racista, pero…” o “no soy machista, pero…”. Lo más probable, lo que ocurrirá casi seguro, es que el resto de comensales no les dejen terminar de hablar entre risas, resoplidos y caras de intensa vergüenza ajena. A pesar de esta evidencia, fue la expresión escogida Elkarrekin Podemos para expresar su rechazo a que el trapero C. Tangana actuase en las fiestas del Aste Nagusia de Bilbao: “Nosotras no estamos por la censura, pero sí exigimos que este gobierno tome decisiones de forma responsable y respetuosa”, escribían. Disonancia cognitiva de libro.

El resto del comunicado solo deja una salida como aceptable: la cancelación, debido a “la necesidad de abordar esta problemática -asesinatos y violaciones- no solo desde el ámbito de la seguridad y la justicia, sino también desde la educación”. Censura de libro, de esa que supuestamente no gusta a nadie, pero que no para de crecer en nuestras fiestas patronales de verano. El ayuntamiento del PNV terminó cediendo a las presiones.

Por suerte, no toda la izquierda española respaldó esta decisión. Destacaron las palabras de apoyo de Pedro Pastor, músico recientemente censurado por la derecha (PP y Ciudadanos) en las fiestas de Aravaca. “Libertad de expresión significa exactamente libertad de expresión. Cancelar a C. Tangana por el contenido machista de sus letras es censura. Educación emocional y sexual para todos contra el machismo. Prohibir conciertos es contraproducente y es una vergüenza. En mi opinión”, escribía.

Versos sueltos

Del mismo modo, la concejala de Cultura del ayuntamiento de Madrid, Andrea Levy, se desmarcó de la decisión de cancelar el concierto de los Pastor, como había hecho en 2017 respecto a una petición del PP de Mieres de cancelar una actuación del grupo indie-rock Surfin’ Bichos. Resulta tranquilizador que haya personas capaces de salir de la disciplina de su bando, tal como hicieron también Pablo Iglesias y Clara Serra respecto a la cancelación de C. Tangana. Mención especial merece el también censurado César Strawberry, que siempre defendió -contra la opinión general de la izquierda- el derecho de Hazte Oír a circular con sus provocadores autobuses publicitarios.

Curiosamente, el problema que tenemos sobre la mesa fue abordado hace pocos días por el prestigioso y polémico filósofo esloveno Slavoj Zizek. Destripó magistralmente este tipo de conflictos en una columna de opinión en la web Cuarto Poder, titulada ‘La libertad, ¿es aún libertad para quienes piensan diferente?' Su análisis no era precisamente optimista: “Este procedimiento de criminalización no legal alcanza su máxima expresión en la actual versión políticamente correcta del 'Me Too'. A veces da la impresión de que, para sus partidarios, importan más un par de mujeres acaudaladas, que se escandalizaron cuando Louis CK mostró su pene, que los cientos de pobres jovencitas brutalmente violadas. En respuesta a quienes insistían en la diferencia entre Harvey Weinstein y Louis CK, las activistas de 'Me Too' los acusaron de no tener la menor idea de cómo se manifiesta y cómo se vive la violencia masculina y declararon que una masturbación frente a mujeres puede experimentarse como un acto no menos violento que la imposición física. Aunque hay algo de verdad en esas afirmaciones, habría que fijar un límite claro a la lógica en que se basa tal argumentación: aquí, los límites de la libertad están tan estrechamente establecidos que hasta se considera inaceptable el más modesto debate sobre los diferentes grados de abuso. En este caso, ¿no se está reduciendo de facto la libertad (de debatir) a la libertad para quienes piensan como nosotros? No sólo tenemos que aceptar el consenso general (políticamente correcto) y luego limitar nuestro debate a los detalles menores sino que hasta el alcance de los detalles que está permitido debatir es muy limitado”, lamenta. No se puede explicar mejor.

Estamos tan absorbidos por la guerra de trincheras pop que se nos ha olvidado lo más importante, la obligación de articular un modelo de contratación para las fiestas que impida que se perpetúen estas polémicas

La libertad de expresión no admite medias tintas. Solo debe ceder ante los límites que marque el Código Penal, confirmados durante un juicio con todas las garantías. Entre nuestros periodistas, es muy destacable el posicionamiento de Luis María Ansón en abril de 2010, al celebrar la absolución de la revista cultural ‘Egunkaria’: “Si se está con la libertad de expresión hay que hacerlo con todas sus consecuencias. El periodista no es un ciudadano impune. Si delinque debe pagar su culpa, dentro del ordenamiento jurídico de la democracia pluralista. Pero los periódicos impresos, hablados o audiovisuales no delinquen. Cerrarlos es una atrocidad que fractura la libertad de expresión en su misma raíz. Un juez puede procesar a cuantos periodistas o gestores de un medio entiende que están cometiendo delitos. No puede arremeter contra el propio medio. Todo esto lo dije cuando el juez cerró ‘Egin’. Lo repito ahora con relación a ‘Egunkaria’. Es una cuestión de principios. Defendí la libertad de expresión contra la dictadura de Franco, con el riesgo que en aquella época suponía. Lo hice después cuando me correspondió la tarea de representar a mis compañeros en las Asociaciones de la Prensa”, recordaba. Traducido al conflicto que nos ocupa, podríamos decir que las canciones no delinquen y que Tangana debería tener un juicio justo antes de ver limitado su derecho a trabajar.

Sin plan de futuro

¿Lo peor de todo este asunto? Estamos tan absorbidos por la guerra de trincheras pop que se nos ha olvidado lo más importante. Me refiero a la obligación de articular un modelo de contratación para las fiestas que impida que se perpetúen este tipo de polémicas veraniegas, con el riesgo de que se incumplan contratos y de que los ayuntamientos tengan gastos extra innecesarios, desde perder el depósito pagado al artista que se veta hasta vernos obligados a desembolsar una suma por encima del mercado para contratar un sustituto de última hora.

Por cierto, el artista escogido para reemplazar a Tangana, Pedro Capó, ya está empezando a sufrir los primeros reproches por el tratamiento de género en sus letras. En principio, respetar los contratos debería ser obligatorio para todos los ayuntamientos: si un artista genera rechazo, se respeta su concierto y se debate la política de contratación para la siguiente temporada. Tan sencillo como esto. Los debates deberían tenerse cuando se presenta el cartel de las fiestas en vez de cuando faltan pocos días para el recital. Eso nos ahorraría dinero público y estériles sobresaltos mediáticos.

Posdata: Aunque haya pasado desapercibida, es interesante también la censura al grupo jotero Adebán, a quienes la Guardia Civil abrió un expediente informativo por “atentado contra la democracia”. Su crimen fue un estribillo, cantando en la reapertura de la estación de esquí de Canfranc, que dice “Arriba, abajo, al rey mandaremos al carajo”. Una democracia que no admite la crítica pacífica a sus instituciones no puede ser una democracia plena.

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