En España ha quedado como sinónimo de división, desgobierno y desorden. El cantón de Cartagena se ha utilizado como modelo de crítica en recientes acontecimientos políticos como el proceso independentista de Cataluña. La derecha lo exhibe como caos y separatismo; la izquierda lo olvida o desprecia, y los republicanos prefieren poner sus ojos en 1931; y hasta la historiografía lo ha arrinconado durante muchas décadas.
El cantonalismo ha llegado a nuestros días como sinónimo de caos, división extrema y localismo exclusivo. Los vencedores de la historia impusieron su relato: "La derrota de los cantonalistas frente a una República cada vez más autoritaria los condujo al exilio, a la deportación y al silencio. Los comentarios malintencionados sobre ellos han predominado sin problemas. Mientras que los republicanos moderados se redimian de su fracaso imputándoselo a los insurgentes cantonalistas, los monárquicos erigian a estos últimos en símbolo del caos al abocada que estaba por naturaleza la experiencia republicana", señala la profesora de Historia Contemporánea de la Universidad la Sorbona de París Jeanne Moisand en su obra Federación o muerte. Los mundos posibles del Cantón de Cartagena (Ed. Catarata).
La derrota de los cantonalistas frente a una República cada vez más autoritaria los condujo al exilio, a la deportación y al silencio
Rebelión cantonal
Hace 150 años, Cartagena aparecía en las noticias de periódicos franceses e ingleses que informaban de lo que entendían como una guerra civil. El 12 de julio de 1873, comenzó en la ciudad murciana una insurrección que fue apoyada por cientos de trabajadores, con la intención de crear una constitución federal a la I República, proclamada en febrero de ese mismo año.
El federalismo cantonalista se articuló como un movimiento de juntas locales que pretendía implantar dicha república, “oponiéndose a los proyectos de una Constitución federal discutidos en las Cortes de Madrid, más orientados a una República descentralizada que a una república auténticamente federal”, señala la obra. Este movimiento concebía el federalismo como un marco político que favorece la asociación de los y extiende el modelo al conjunto de la sociedad. “Estas asociaciones debían constituir la base de los pactos entre los ciudadanos para fundar la municipalidad, la provincia y la nación”, concluye Moisand.
El movimiento insurreccional también se desarrolló en otros puntos del país, localizado especialmente en localidades del Levante y Andalucía como Valencia, Alicante, Málaga o Cádiz. Pero en un mes, todos estos focos insurreccionales habían sido sofocados por el Ejército salvo el caso de Cartagena que logró resistir, asedio y bombardeo mediante, hasta enero de 1874.
En estos cinco meses la bandera roja estuvo izada en edificios y embarcaciones frente a naves europeas que lucharon contra esta revolución, muchas veces descrita como romántica, bueguesa y localistas, atributos que según Moisand no hacen justicia a su significado real. Para ello, la historiadora rescata las voces de campesinos, trabajadores de los arsenales, marineros y las mujeres de las clases populares que tuvieron un papel relevante durante estas semanas de asedio. Y analiza el papel de la insurrección dentro del panorama internacional, dedicando capítulos a la dimensión mediterránea y sus vínculos con movimientos de Cuba, Puerto Rico y Filipinas.
Olvido desde la izquierda
Más que la crítica, lo que ha primado en torno a aquellos seis meses ha sido el olvido y la desmemoria. Los partidos de la nueva izquierda que promueven un modelo territorial más descentralizado, e incluso alguno de ellos, un sistema federal, nunca han reivindicado la memoria de los cantones.
Moisand señala que esta nueva izquierda que llegó al poder por primera en 2015 en algunos de los ayuntamientos más importantes del país, nunca tuvo un gesto hacia este episodio histórico. Este municipalismo de Manuela Carmena o Ada Colau, que fomentó una forma de democracia directa basada en las consultas a los ciudadanos, no quiso ver en la experiencia cartagenera a un predecesor de sus políticas. Solo el exalcalde de Cádiz, José María González, “Kichi”, recuperó el recuerdo del cantón colocando en la sede del Ayuntamiento un retrato de Fermín Salvochea, líder del cantón de Cádiz. “La implicación de los trabajadores y de los primeros socialistas españoles en el conflicto no es reivindicada por nadie”, insiste la historiadora.
La memoria del republicanismo español tradicionalmente también ha obviado este pasaje, reivindicado la experiencia del siglo XX, a pesar de la amplia y variada implantación de corrientes republicanas durante el siglo XIX.
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