Cultura

'Chinas': la historia que desconoces del bazar en el que compras

Arantxa Echevarría se sumerge en el choque cultural entre una comunidad en apariencia hermética y el resto de la sociedad

Cuando la directora Arantxa Echevarría llegaba tarde a su casa de Lavapiés, a menudo paraba para comprar algo de cena en una tienda de barrio regentada por un matrimonio de inmigrantes chinos, donde siempre estaba su hija pequeña, Lucía, nacida en España, a quien cogió mucho cariño.

En una ocasión, leyó la carta que escribió a los Reyes Magos en la que la pequeña pedía una muñeca Monster High, un regalo que nunca iba a llegar a su casa, así que decidió conseguirlo ella misma y dejarlo en la tienda. Horas después, se dio cuenta del error que suponía entrometerse en las decisiones de aquella familia, en la que los regalos no llegan el 6 de enero. Por vergüenza y apuro, nunca volvió. 

Aquella anécdota forma parte ahora de la película Chinas, una ficción en la que la directora se sumerge en todas las diferencias culturales que separan a la comunidad de inmigrantes chinos en España y al resto de la sociedad, para arrojar luz así a los obstáculos en la convivencia y desterrar algunos estereotipos y tópicos en torno a estos ciudadanos. "Es curioso que sean parte de nuestro día a día y que exista esa invisibilidad", ha señalado en una entrevista a Vozpópuli con motivo del estreno de la película este viernes.

 

Chinas cuenta la historia de tres chicas: Lucía, Xiang y Claudia, todas ellas de origen chino pero con realidades diferentes. Lucía y Claudia son dos hermanas de unos 9 y 17 años, respectivamente, hijas de unos padres inmigrantes, dueños de un bazar, que tienen una vida humilde y trabajar duro para prosperar. Xiang, por su parte, es la hija adoptiva de un matrimonio que convive con demasiadas preguntas sobre su familia biológica y su identidad. A pesar de todo lo que les aleja, las tres se enfrentan a dilemas relacionados con el origen, el racismo y las barreras culturales. 

Antes de empezar la preproducción de esta película, Echevarría hablaba de las tiendas de alimentación de barrio como "chinos" y ahora, después del rodaje, habla de "bazar", una manera más adecuada de referirse a estos establecimientos que, sin embargo, nunca sintió como una falta de respeto hasta que tuvo contacto con varios inmigrantes chinos y sus hijos españoles. Entonces descubrió que "no son herméticos" y que tan solo se trata de "un problema de idioma", porque después de "trabajar durante 15 horas en una tienda o un restaurante no tienen tiempo de aprenderlo".

"Tenemos tendencia a decir que no hacen el esfuerzo por integrarse y no es así. Son felices, muy amables, te quieren honrar y demostrar que te aprecian, pero es una cultura diferente"Arantxa Echevarría, directora

"Son muy respetuosos y si no saben decir algo prefieren callarse, porque les da vergüenza hablar mal. Nosotros somos muy físicos y ellos no se tocan. Tenemos tendencia a decir que no hacen el esfuerzo por integrarse y no es así. Son felices, muy amables, te quieren honrar y demostrar que te aprecian, pero es una cultura diferente. Esperamos que vengan y que hagan lo que hacemos nosotros, pero hay que dejar de hablar de integración y hablar de convivencia, para que nosotros también hagamos algo", sostiene la cineasta. 

En un momento de la película, durante una cena familiar, el progenitor señala que más allá del trabajo, no tienen amigos, probablemente una de las afirmaciones más duras de la película, que suena como un fracaso de toda una sociedad. "No tienen amigos y los únicos son del entorno porque no tienen vida social. Solo trabajan, han venido aquí para hacer dinero y dar un futuro a sus hijos. España es multirracial y quien no lo vea tiene una venda en los ojos", afirma la directora de Chinas, que pide políticas de "integración" y "convivencia" para un sector de la sociedad que "hace a España diversa" y que cree que el país necesita ante los bajos niveles de natalidad.

Chinas y el sexo en la adolescencia

Arantxa Echevarría se atreve también a abrir un melón que afecta a los adolescentes y su relación con el sexo, los juegos peligrosos como "el muelle" y otras prácticas, un asunto más universal que en apariencia se sale del asunto que aborda Chinas, pero que está relacionado con la "identidad". "Hay que ser parte de la manada para molar. Si lo eres, tienes la aceptación", afirma la directora, que apunta además que no se trata de prácticas relegadas a los márgenes de las ciudades, sino a todos los adolescentes, y carga también contra las letras del "perreo" que "cosifican a la mujer". "La mujer no es una cosa, es un ser humano", resalta.

Después de haber abordado la homosexualidad en la comunidad gitana con su película Carmen y Lola (2018) y de haberse adentrado en la comunidad china, la directora afirma que en breve se meterá en "otro embolado" que le va a "costar la salud". En febrero arrancará el rodaje de La infiltrada, la historia real de una policía que con apenas 22 años se infiltró en ETA. "Creo que voy a usar mucho el respeto, tanto para un lado como para otro. ¿Por qué digo para un lado y para el otro? Para la sociedad vasca, no para los etarras", ha precisado la cineasta. 

"Con 22 años decide dar una pausa en su vida, no ver a sus padres ni a nadie, en la época que viajas y conoces a ti primer amor, lo más divertido de la vida. Para todo y pasa ocho años infiltrada en la kale borroka, subiendo peldaños en la organización y llegando a estar encerrada en casa con dos asesinos, y que no la pillen, justo cuando sucedió lo de Miguel Ángel Blanco. ¿Cómo sufrió? ¿Cómo vivió esto? Es una heroína", cuenta.

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