Último día de agosto de 2019. Uno de esos momentos que marcan una carrera. Erick Iglesias Rodríguez (Pinar del Río, Cuba, 1989) no las tenía todas consigo. “Unos minutos antes de intervenir, estaba tan nervioso que creí que me ahogaba, tenía una ‘apretaera’ en el tórax, algo que no había sentido desde hace siete u ocho años”, recuerda. La pujante carrera de Cimafunk había llegado a un punto de inflexión y sentía el peso de la responsabilidad. “Alejandro Sanz me había invitado a participar, luego me di cuenta de que no era una colaboración más, sino que tenía que salir a cantar ‘Corazon patrio’, que era la cumbre del concierto, el momento de máxima plenitud en el Madison Square Garden de Nueva York”, recuerda con cierto ademán de angustia.
¿Cómo resolvió la papeleta? “De ninguna manera. Fue poner un pie sobre el escenario y se me pasó. Conecté con la explosión de emociones porque es una canción que marco mi infancia. Conseguí disfrutarlo al máximo, gozarlo tanto como la gente que estaba entre el público”, recuerda. Sanz es un ídolo en Cuba, una influencia de la que no es sencillo escapar. “La gente le adora; yo también, por supuesto. Es una música metida en tu vida personal. ¿Quién no ha ‘cogido’ alguna vez con una chica escuchando sus canciones?”, pregunta en modo retórico. Un argumento definitivo. Por si fuera poco, el cantante español fue quien le consiguió sus dos primeros conciertos en Nueva York, uno en Brooklyn y otro en Manhattan.
Le suelen describir como el ‘James Brown cubano’, aunque por edad y referentes anda más cerca de Bruno Mars. él agradece los elogios, pero se desmarca
¿Quién es Cimafunk? La última sensación surgida del Caribe. Himnos como “Ponte pa’ lo tuyo” despliegan un sonido a medida de radiofórmulas. Le suelen describir como el ‘James Brown cubano’, aunque por edad y referentes anda más cerca de Bruno Mars. “Brown me parece alguien a un nivel distinto, demasiado alto, pero agradezco el elogio. A mi edad él ya era algo muy grande, como al Al Green, Benny Moré y tantos otros mitos. Tampoco creo que haya muy similitud con Bruno Mars, tenemos distinta tímbrica, nosotros nos vamos más a Fela Kuti y a los teclados cubanos de los años setenta”, matiza. Tampoco quiere parecer soberbio. “Mars me parece un buen producto, mucho más serio que la mayoría del pop. Su música tiene funk y hip-hop, con esa actitud como diciendo ‘aquí estoy yo’”, destaca.
Adicto a la tradición
En realidad, Cimafunk suena moderno, pero también clásico, ahora mismo esta volcado en el estudio de la tradición cubana. “Me parece fascinante que el sonido de una isla tan pequeña haya tenido un impacto tan enorme en el mundo. Quiero dedicarme a aprender y colaborar con gente como Chucho Valdés, la Orquesta Aragón y Omara Portuondo. Artistas como ellos fueron quienes dieron su color a la música cubana, me parece un lujo tenerlo aún aquí junto a nosotros. Es algo que quiero aprovechar. La gente joven no sabe quienes son porque están centrados en la información más nueva”, señala.
“Empecé a cantar en Bautista Libre, una iglesia cristiana cerca de casa. Una vez cogí la música, ya no la solté”, celebra
También valora la importancia que tuvo para él pasar por Interactivo, colectivo comandado por Roberto Carcassés. “Me llevó un lunes a sus casa, grabamos un martes y el miércoles estaré la canción en el teatro Bertolt Bretch, que es su recinto emblemático. En Interactivo debes espabilar porque pasan por ahí los mejores músicos de Cuba y nunca sabes cuando Roberto decidirá que es tu turno”, apunta.
Los orígenes musicales de Erick son canónicos dentro de la música negra. “Empecé a cantar en Bautista Libre, una iglesia cristiana cerca de casa. Una vez cogí la música, ya no la solté”, celebra. Luego llegaron estilos más profanos: primero el reguetón, luego la trova. Hay que decir que el reguetón es un campo de batalla en Cuba, vigilado por el decreto 349, que busca poder para censurar con la excusa de combatir el sexismo y el mal gusto. También se sospecha que los músicos mayores andan algo enfadados con él éxito del ‘perreo’ en la isla. “Hay alguna gente molesta, pero el crecimiento del reguetón llega por algo. Los reguetoneros trabajan más que nadie; producen más material y más rápido. Hablamos de un género de canciones, no de álbumes, así que lanzan como mínimo diez o doce temas al año, todos ellos con su videoclip. Son músicos que no paran, crean la sensación de que hay un tema nuevo cada día. Yo no les puedo seguir el ritmo, voy mucho más despacio”, reconoce.
Cansados de política
Algo que caracteriza a la generación de Cimafunk es estar carbonizada de la política, una actitud evidente al escuchar sus letras. “El público está cansado de que les hablen de sus problemas. Yo quiero transmitir felicidad, que la gente venga a verme y lo pasen bien. La felicidad siempre es necesaria, sobre todo en esta sociedad donde pasamos tanto tiempo persiguiendo cosas que no necesitamos. Es un comentario que me puedo aplicar a mí mismo, a cómo llevaba mi carrera musical. Cuando triunfé en Cuba enseguida me puse a pensar lograrlo en otros lugares del mudo. Tuve que parar y obligarme a disfrutar del momento”, recuerda.
Su primer disco se llama ‘Terapia’ y esa esa su aportación al combate cotidiano. “Quiero sentir que ayudo a crear un espacio donde la gente se ve, se conoce y se quita los complejos. Necesitamos estar felices para enfrentarnos a nuestros conflictos. Por eso canto más sobre cosas positivas. Lo que me gusta de verdad son los clubes pequeños, donde el público está pegado y llega una hora en que comienzas a olvidarte de todo. Busco crear una atmósfera tribal, con canciones de quince minutos machacando la misma base. Hay un punto de la noche en que la gente dejar de escuchar la música y empieza a sentirla, a veces sin ser muy consciente. Entonces pasan cosas como que alguien de cincuenta o sesenta años se pone a bailar hasta el suelo. O que salten al escenario sin poder evitarlo”, explica.
Momento Marc Anthony
Otro logró reciente en su carrera es haber firmado con Magnus, agencia de contratación en la que participa el salsero Marc Anthony. ¿Cómo describiría su relación con él? “Solo nos hemos visto una vez; fue en una fiesta rica. No es una relación intensa, sino muy modesta. Los medios magnifican todo y cuando voy a Cuba piensan que somos mejores amigos, socios del barrio, que hablamos cada día”, bromea.
La prensa europea vendió como acontecimiento histórico el concierto de los Rolling Stones en La Habana en 2016, pero entre los cubanos hay mayor expectación por ver actuar en la isla Anthony. “Es verdad que la gente tiene muchas ganas, empezando por mi madre, que es fanática de todas sus canciones”, comenta. Nadie puede enfadarse con Mick Jagger por su decisión de tocar en Cuba, pero una visita del salsero tiene todas las papeletas para cabrear al exilio de Miami. ¿Se masca la tensión? “Soy incapaz de imaginar a Marc Anthony tenso. Siempre le visualizo metido en una piscina, comiendo un racimo de uvas. Hablamos de un artista que tiene demasiada historia, credibilidad y respeto para que se enfaden con él. Cada tema es un ‘palo’, que es como decir un triunfo. Este año publicó ‘Parecen viernes” y comprobamos que sigue al tremendo nivel de siempre. Ha sido y sigue siendo la cabeza de la salsa en un momento complicado para el género. Si te gusta la música, no te puedes enfadar con alguien como Marc Anthony”, concluye.
La gira de Cimafunk pasa por Barcelona (Barts, 25 de octubre), Huesca (Festival Periferias, 26), Zaragoza (Las Armas, 27), Valencia (30, La Rambleta), Madrid (But, 1 de noviembre) y Santiago de Compostela (Capitol, 3).
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