A sus 74 años el actor sevillano Juan Diego continúa alternando las tablas con el cine con la misma dedicación con la que comenzó a finales de los años 50, cuando se subió por primera vez a un escenario. Por esto trata de no vivir anclado en los éxitos del pasado como Los santos inocentes, la historia de aquella Extremadura profunda llevada a la gran pantalla por Mario Camus en la que el señorito Iván, su personaje, terminaba matando por capricho a la milana bonita.
Si alguien termina sus estudios de cine, empieza a escribir un guion y pasan años hasta presentarlo y ver si consiguen dinero... Ponerlo en marcha es de héroes"
"Es una película muy emblemática, pero huyo como el diablo de ahí", reconoce. "Ya está hecho, dicho y visto, ¿para qué mirar atrás? Te engolfas, te acomodas...", considera. Hoy estrena No sé decir adiós, la "maravillosa" ópera prima del director Lino Escalera que logró acaparar más premios en el Festival de Málaga entre todas las competidoras.
En ella interpreta de forma brillante a José Luis, el malhumorado padre de una familia con falta de comunicación que se reencuentra debido al cáncer que este padece. Vive en Almería, es profesor de autoescuela y se encuentra estancado emocionalmente desde que murió su esposa. "Es soberbio, le gustan las cosas muy bien hechas. La muerte no le importa mucho en la realidad", describe.
Dificultades de la industria
Según Juan Diego, los profesionales "cada día lo hacen mejor". Se refiere al nivel técnico, pero también al artístico. "Lo que falta es que se los tomen en serio, (el cine) es una industria que podría seguir funcionando, pero en este momento estamos trabajando en películas de este calibre 'low cost' porque no se interesan por la Cultura y es muy difícil así", considera.
"Si alguien termina sus estudios de cine, empieza a escribir un guion y pasan años hasta presentarlo y ver si consiguen algo de dinero... Ponerlo en marcha es de héroes", dice. O de suerte. Para el actor que obtuvo su primera distinción a mejor actor principal en los Goya del año 2007 por Vete de mí, la suerte ha jugado un rol importante a lo largo de toda su trayectoria.
"El único secreto que yo he descubierto es que hay que tener suerte. He visto cómo muchos compañeros se han ido quedando por el camino, obviamente hay que tener un background, hacerlo lo mejor posible, trabajar mucho, pero sin suerte, no se explica", comenta. Un factor que necesitan aún más las actrices. "Si una actriz pasa los 40 años, te haces invisible. Es muy complicada esta profesión", apunta.
Drama familiar
Un barrera que sí han logrado superar sus compañeras de reparto, Nathalie Poza y Lola Dueñas. La primera interpreta a Carla, la hija de José Luis que ocupa un alto cargo en una empresa de Barcelona y que se esconde de sus problemas consumiendo cocaína. La segunda, a Blanca, la hija que se quedó en el pueblo para ayudarle sin cumplir con sus sueños. La vorágine del cáncer hizo que los tres se reencontrasen.
"No hay relación con las hijas, su nieta es lo único que le produce curiosidad. A Carla la conoce menos y le molesta que llegue de repente a mandar, las navajas no están tan melladas", explica. "El cáncer irrumpe y cambia las normas de comportamiento de la gente", señala Juan Diego, que considera que la falta de comunicación provoca la mayoría de "neurosis" familiares.
Sobre el tratamiento del cáncer y la muerte en la película, el reconocido actor considera que "seas de la edad que seas, sabes lo que significa", aunque a "los chavales", la muerte "les quede más lejos y piensen más en vivir la vida que la gente de mi edad".
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