La descentralización de sedes de la Administración ha entrado en el debate político y parece que no hay ámbito que no se haya abordado, desde el ejército a la pertinencia de repartir las obras del Prado por toda la geografía nacional. Esa ansia por ubicar fuera de Madrid la gran mayoría de los nuevos organismos y repoblar así la España vacía y dar un mayor protagonismo a las periferias llevan aparejada también en ocasiones una reivindicación de lo propio frente lo mayoritario, capaz de eclipsar cualquier particularidad. En este punto, es justo advertir a Pedro Sánchez: el cine se dio cuenta primero.
"Rodar en Elche se convirtió en una especie de reivindicación: me interesaba sacar el cine de las grandes capitales, que hubiera lugares que no se han rodado antes, otros acentos, que me gusta respetar y no usar como algo humorístico", señaló a Vozpópuli recientemente el cineasta Chema García Ibarra, un experimentado realizador que acaba de debutar en el largometraje con Espíritu sagrado, rodado en su barrio natal. La gastronomía, los dejes, la música que se escucha en los coches o la forma de vestir pueden ser un lenguaje no verbal más potente que cualquier texto, y este es solo uno de los muchos directores que saca partido de ello.
Carla Simón rodó su ópera prima en La Garrocha, comarca de la provincia de Girona en la que se crio de pequeña, y el resultado fue elegido para representar a España en los Oscar
Hace cuatro años, la cineasta Carla Simón sorprendió con su ópera prima, Verano 1993, una cinta tierna en la que reflejaba su historia personal: la de una niña que, tras la muerte de su madre, empieza una nueva vida junto a su familia adoptiva. La directora rodó esta historia en La Garrocha, comarca de la provincia de Girona en la que se crio de pequeña, y el resultado, en catalán, fue premiado tanto en el Festival de Málaga como en la Berlinale, además de ser seleccionada para representar a España en los Oscar. Ahora, ultima el montaje de su segundo largometraje, Alcarràs, que toma el nombre del pueblo de la familia materna de su madre.
Clara Roquet fue la única española que compitió en la pasada edición de Cannes, donde presentó Libertad, una historia sobre identidad, amistad y burguesía que rodó en varias localidades de la costa catalana, como Sant Andreu de Llavaneres, Lloret de Mar, Blanes, Barcelona, Sitges, Vilanova y Garraf.
Dignificar el extrarradio
Por su parte, la directora Carol Rodríguez también reivindica lo local, dignifica el extrarradio y dedica una oda a la periferia en su debut, Chavalas, estrenado el pasado mes de septiembre. En la película, la cineasta ambienta una historia de amistad en Cornellá, localidad en la que se crio y que se ha convertido en su mayor inspiración creativa, según señaló a Vozpópuli. "Nos han hecho creer que era malo ser de barrio, y si además quieres entrar en una profesión artística piensas que igual tienes que disimular de dónde vienes", afirmó.
Del mismo modo, la triunfadora de la pasada edición de los Premios Goya, Pilar Palomero, también evitó Madrid y Barcelona para ambientar Las niñas, una historia con mucha carga autobiográfica que tenía que rodarse en su ciudad natal, Zaragoza. Allí, incluso rodó en espacios como el instituto en el que su propia madre fue jefa de estudios, así como otras localizaciones muy características de la ciudad. Casualidad o no, lo cierto es que existe una tendencia a romper con los escenarios habituales y apostar por los entornos que mejor conocen los directores, aunque eso signifique trasladar a todo un equipo. Algo ha cambiado en el cine español.
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