De momento, recomendar la premiada en el Festival de Donostia La Herida (Drama para jóvenes adultos) de Fernando Franco, con inmejorables intérpretes como Marian Álvarez y Andrés Gertrudix, donde (sin malicia pero sí con la capacidad de dejarnos entrar en las mentes ajenas y no dejarnos salir de ahí) presenta la historia de una auxiliar en una ambulancia. Ana tiene 28 años y se siente útil y satisfecha en su trabajo rutinario ayudando a otros. Sin embargo, fuera de su jornada laboral, tiene serios problemas para relacionarse.
Ana padece lo que los psiquiatras llaman trastorno límite de la personalidad o síndrome borderline. Ella no lo sabe y está fatal, la gente que tiene alrededor va a lo suyo, la vida es un asquito, no hay alicientes ni alegrías. Su cabeza está a punto de hacer catacrack y aquello de “qué bello es vivir, a pesar de todo” es cosa para conformistas y vegetales. Sniff. Ésta es una de las últimas producciones españolas que se pueden degustar después de apreciar cómo son las previsiones para los profesionales (artísticos y técnicos) de este país llamado España.
Dos astronautas a la deriva
La fundamental es Gravity del mexicano-estadounidense Alfonso Cuarón (Paris, je t'aime, Hijos de los hombres, Harry Potter y el prisionero de Azkaban, Y tu mamá también, Grandes esperanzas). Parece simple y plana, pero está repleta de hallazgos que harán olvidarnos -espero que no- de 2001 Odisea en el Espacio… sí, sí, la del monolito, el descubrimiento de la fuerza como arma y la codicia como móvil para general el mal que no es más que cualquier síntoma de Poder. Ese ser primitivo más cercano al hombre que al mono, que quería beber más agua y a golpe de tibia repetía ración e ingesta.
En ‘Gravity’ están esplendidos George Clooney y -aunque parezca una broma- la mismísima Sandra Bullock.
En Gravity (dramático thriller de ciencia ficción para jóvenes adultos) están esplendidos George Clooney y -aunque parezca una broma- la mismísima Sandra Bullock, que ignoro a quién puede gustar esta mujer con cierto estrabismo facial. Con un impresionante plano secuencia que pasará a la historia, Gravedad muestra como la doctora Ryan Stone -brillante ingeniera especializada en medicina- que realiza su primera misión en un trasbordador con el veterano astronauta Matt Kowalski, al mando de su último vuelo antes de retirarse. Pero en un paseo espacial aparentemente de rutina se desencadena el desastre. El trasbordador queda destruido, dejando a Stone y Kowalski completamente solos, unidos el uno al otro y dando vueltas en la oscuridad. El terrible silencio les indica que han perdido cualquier vínculo con la Tierra y cualquier posibilidad de rescate. A medida que el miedo se va convirtiendo en pánico, cada bocanada de aire consume el poco oxígeno que queda. El único camino a casa solo puede encontrarse adentrándose más y más en la aterradora extensión del espacio.
Es un argumento ingrávido que hace buena la idea de que las películas permiten hacer vivir al espectador experiencias que nunca podrá tener en la vida real. Con un magnífico y justificado uso y utilización del 3D, y una recreación hiperrealista de las condiciones de los astronautas en el espacio, se tiene la auténtica sensación de estar en el espacio, contemplando la Tierra desde una óptica única, y la situación de riesgo extremo se hace patente. Algo más que intriga y tensión, desde la inmensidad exterior, se observa la belleza del universo y la pequeñez del ser humano. Quizá los problemas que uno arrastra desde la Tierra puedan cobrar entonces su verdadera dimensión, toca aceptar la existencia que nos ha tocado vivir, tejida entre la vida y la muerte, y plantearse pedir ayuda al monolito de Kubrick para confiar en esa mano que nos pueden echar desde fuera los otros.
El lado malvado de Disney
Así las cosas (y el estado de estas) se aprecia algo que en su momento me hizo feliz tras un breve momento de ingravidez y angustia. Recuerdo como la factoría Disney produjo y distribuyó hace años un trabajo exquisito y musical de Tim Burton. La animación filmada se llamaba Pesadilla Antes De Navidad. Sólo ver como se mostraba el rapto y secuestro de Santa Claus y que los niños del mundo retiraran de debajo del pino luminoso junto a la chimenea de pega, desde unas cabezas jíbaras cercenadas o porciones de extremidades humanas predecesoras (o no) de Mundo Zombie, Viernes 13 o La Matanza de Texas. La fábrica Walt Disney abandona aquellas historia melosas, de arrope, edulcoradas y terribles de princesas diletantes y medio ninfómanas y frívolas que sólo querían ir a bailes para coitar, simular perdidas de zapatos de cristal, asistidas por un hada madrina alcahueta capaz de convertir calabazas en carrozas o lagartijas en sirvientes palaciegos de UGT y CCOO sin noción de clase social y carentes de motivaciones al logro.
En una gala en el Dorothy Chandler Pavillion sonaba ‘La Internacional’ cada vez que se citaba alguna referencia a la pelicula ‘Rojos’.
No hay más que ver la ceremonia de los Oscar de las últimas décadas para apreciar el sentimiento de culpa de los académicos del cine USA. Salvo en el caso de Titanic, que era como una broma consumista para descerebrados, han salido nominados, premiados y destacados filmes antisistema que sorprenderían a la mismísima Mary Pickford, generadora de esta kermés de venta y marketing. Soy testigo de algo insólito: en una gala en el Dorothy Chandler Pavillion, la orquesta hacía sonar La Internacional cada vez que se citaba alguna referencia a la pelicula Rojos de Warren Beatty o se recogía algún premio. Impresionante.
Detrás de los productos de esta fábrica de usar y tirar en Hollywood hay hoy, con tal de vender, hasta otra ideología e intenciones quizá contrarias a lo acostumbrado habitualmente. Los estudios Disney parecen estar cogiéndole el gustillo a esto de hacer películas de acción real basadas en sus malvadas villanas. Después de 75 años dedicándose a sus princesas, ahora es el turno de que las malas tomen el protagonismo. Si primero fue Maléfica de La Bella Durmiente, ahora va a ser el turno de Cruella de Vil, la de 101 Dálmatas, en acción. La guionista de El diablo viste de Prada, Aline Brosh McKenna, es la elegida para escribir la historia.
Angelina Jolie es la encargada de meterse en la piel de la bruja vengativa de La Bella Durmiente en Maléfica, una película que verá la luz en 2014. Meryl Streep, a sus 64 años y con más de 50 filmes, vuelve a hacer gala de su camaleónico talento para dejarnos atónitos convertida en bruja en Into the woods. Una bruja de cuento de hadas como no puede ser de otra manera. La Streep en la nueva película de Rob Marshall aparece con el pelo blanco y a su bola, unas uñas convertidas en garras, un rostro roturado en arrugas y con una mirada penetrante e hipnótica. Características, todas ellas, que desvelan que estamos ante una bruja tan peligrosa como misteriosa.
Into the woods es una adaptación de una pieza teatral de James Lapine que indaga y se recrea en las consecuencias de los deseos y aventuras vividas por algunos de los personajes de los cuentos de hadas de los hermanos Grimm y otros autores, como Caperucita Roja, Cenicienta o Las habichuelas mágicas. Una obra que ha tenido un largo recorrido desde el Broadway neoyorkino al West End londinense desde su estreno en 1987. Y ahora Meryl es la bruja que los enlaza a todos en la historia. Cantando y dándole al bailongo también estarán Johnny Depp como El Lobo; Anna Kendrick como Cenicienta; Chris Pine como su príncipe; Daniel Huttleston (Jack El habichuelero) y Christine Baranski (como madrastra de Cenicienta), entre otros. Meryl Streep repite esfuerzo para ser un personaje algo menos diabólico que el que ofreció para dar vida a Margaret Thatcher en La dama de hierro en 2011.
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