Cultura

6 razones lo confirman: Torrente sigue siendo pésima

Una España fuera del euro; el regreso de Jesulín de Ubrique al ruedo mediático; Chiquito de la Calzada y otros reclamos de la cutrez; un repertorio de chistes rancios y repetidos... ¿Puede ser peor que el resto la quinta entrega de la saga dirigida por Santiago Segura? Sin dudarlo.

Una versión todavía más exagerada -y si se quiere todavía más deliberadamente cutre y soez- de las aventuras del ex detective privado Torrente ha conquistado la taquilla española este fin de semana. Operación Eurovegas, la quinta entrega de la saga protagonizada por Santiago Segura, se ha convertido en el mejor estreno del año en España con una recaudación en taquilla de 3,6 millones de euros en su primer fin de semana. ¿Preocupante? No… tan solo no noticioso.

¿Da más de sí esta saga? ¿Realmente se le puede sacar algo nuevo a este policía? La larga estela de caspa y tópicos que lleva tras de sí este policía machista, racista, franquista y ultranacionalista, que forma parte ya del imaginario colectivo español como una especie de satírico reflejo, parece condenada a repetirse y alargarse, cual chiclosa retahíla.

En esta oportunidad, Torrente se encuentra "aturdido ante una España convulsa y dividida". Corre el año 2018 y todo lo que él conocía hasta entonces ha cambiado: el estadio Vicente Calderón -catedral colchonera- ha sido derribado; España ha salido del euro y ha vuelto a la peseta; la estatua del Fari ha sido vandalizada. Torrente, que acaba de salir de la cárcel, está desconcertado e intenta encontrar respuestas en su interior. Imbuido en una especie de halo 15M, su indignación deviene en furia. Torrente dedice entonces atracar un casino con una banda de incompetentes. Ese es, a grandes rasgos, el argumento de Torrente V: Operación Eurovegas.

Jesulín de Ubrique, la Campanario y un Alec Baldwin devaluado

Apenas comenzar el filme, dos personajes emergen en la pantalla: el torero Jesulín de Ubrique -caracterizado como el primo tonto de provincias- y su mujer, María José Campanario, disfrazada en un pequeño papel de pordiosera. Por si fuera poco, le sigue un cameo de Iñaki Gabilondo, quien parece que tras colaborar con Jordi Évole en el falso documental del 23F, no sienta cabeza. Segura, quien ha trabajado con figuras tan disímiles como el futbolista del Real Madrid Guti o Kiko Rivera, cuenta en esta oportunidad con un avejentado, incomprensible -su español es ininteligible- y devaluado Alec Baldwin que se presta como estrella invitada. "Mi suegro y mi suegra me llamaron y me dijeron: "¿Quieres venir a España a hacer una película? ¡Seguro!", relataba Alec Baldwin en su visita a España-. "¿Cuál es la película? - 'Torrente 5' - ¿Qué es eso? - Y me dijeron: es el hombre más asqueroso de todo cine español. Genial, me encanta".

El machismo, el chiste que ya no da risa

Que Torrente entienda que las mujeres sirven solo para servir empanadillas y practicar felaciones sería -hasta cierto punto- lo de menos. Es uno de sus rasgos más reconocibles y reclamo de humor fácil que, al menos en esta ocasión, resulta excesivo; por no decir que se pasa tres pueblos. Ana Simón, que caracteriza a una atractiva rubia que habrá de servir de señuelo, muere de un tiro porque sus pechos no eran de silicona; Angie parece contratada solo para que la llamen enana y le pellizquen el culo; eso sin contar la paliza -martillazo incluido- que recibe la esposa de uno de los miembros del equipo de Torrente, un ama de casa autoritaria y posesiva que recibe verdaderas tundas a manos del propio Torrente, incluido un golpe con un martillo de metal… curioso y esperpéntico detalle, todavía más si consideramos que muchas víctimas de violencia de género han muerto de la misma forma.

Crítica política y social con efecto paradójico

Con la intención de parodiar y criticar la precarización de las condiciones de vida de los españoles tras la crisis que desde hace cinco años pone de manifiesto la corrupción -Eurovegas como leitmotiv- y deterioro del sistema bancario y la administración pública, Torrente V pone en marcha una especie de ópera bufa en la que el objeto de la crítica se convierte, sin embargo, en un discurso de fondo. Algo así como un nacionalismo a la inversa que parte de la idea de lo español como cutre y patético sino colectivo condenado a repetirse.

Lo de los pedos, ¿no era acaso gracioso en los años cincuenta?

Para algunos guionistas ha resultado un recurso especialmente socorrido el uso de la escatología y las ventosidades parta generar situaciones de una comicidad a medio camino entre la picaresca y la repetición, un humor a veces un tanto naive que pudo funcionarle muy bien a los libretistas de Los tres chiflados, pero que en la actualidad parece un tanto repetitivo, trillado y especialmente anticuado. Pues bien, eso, claro está, no podía faltar en esta entrega.

A falta de guion, coches y camiones de butano por los aires

Parece que el parque móvil al completo de la Policía Nacional ha sido cedido para apoyar al cine español, últimamente dado a hacer volar patrullas del cuerpo de seguridad en las larguísimas secuencias de acción con las que añaden dosis de pretensión taquillera. Lo hizo recientemente Daniel Monzón en El niño y Santiago Segura en Torrente. A veces sale, a veces no. Lo del camión de butano como recurso puede que lo parezca, pero… efectivo efectivo no es.

Lo de copiar los finales de Alex de la Iglesia

Es inevitable hacer de espóiler. No se sabe si como guiño -o acaso porque es una especie de homenaje-, en esta quinta entrega de Torrente, Santiago Segura repite argumento y saca golpe de efecto; el problema, acaso, es que otros lo hicieron antes y de la misma forma. Echando mano del artilugio de tirar del personaje más tonto como el que se lleva la mejor parte después de engañar a los más listos, Segura evoca –acaso más de la cuenta- el cierre que da Alex de la Iglesia a La comunidad, un filme en el que todos los habitantes de un edifcio enloquecen por dos maletas llenas de un dinero que terminará en las manos equivocadas.

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