Una quincena de hombres hablaban de soluciones, mientras los camareros servían brandy en una lujosa mansión cercana a un lago de Berlín. El organizador del encuentro era un alemán apasionado por la música clásica, que practicaba esgrima y sabía pilotar aviones. Ojos azules, alto, rubio… Reinhard Heydrich era el prototipo de la raza aria. Era el gobernador de la Checoslovaquia ocupada y había demostrado ser extremadamente eficiente persiguiendo a enemigos de las SS durante la década anterior. Unas habilidades que también le valieron para acceder al cargo de jefe de la Oficina Central de Seguridad del Reich (RSHA, por su abreviatura en alemán).
El problema al que buscaban soluciones en la villa de Wannsee era la mera existencia de millones de personas que profesaban la religión de la Torá o que su sangre estaba “manchada” por algún antepasado que lo hizo. El problema eran unos 11 millones de seres humanos, y la “solución” en boca de los nazis se había convertido en una palabra polisémica durante el transcurso de 1941. De la deportación al exterminio.
Los convocados, secretarios de Estado y altos funcionarios del Partido y de las SS, desconocían el propósito de la misma, y las invitaciones mantenían el lenguaje críptico instaurado desde las más altas esferas para tratar el destino de los judíos:
“Considerando la extraordinaria importancia que ha de concederse a estas cuestiones, y en aras de que todos los organismos centrales involucrados en el trabajo restante en relación con esta solución final alcancemos el mismo punto de vista, sugiero que estos problemas se discutan en una conferencia, especialmente porque desde el 15 de octubre de 1941 se ha estado evacuando a los judíos en transportes continuos desde territorio del Reich, incluidos el Protektorat de Bohemia y Moravia, hacia el Este”.
Heydrich, el “hombre con el corazón de hierro” como le llamó alguna vez Hitler, quería demostrar que desde julio, Hermann Goering le había confirmado como el máximo responsable para la coordinación de la “cuestión judía”. Como menciona en su misiva, los nazis ya habían comenzado a deportar a la población judía que vivía en el Reich, sin embargo, resulta mucho más complicado fechar la orden de aniquilación.
¿Cuándo decidió Hitler matar a todos los judíos?
El 12 de diciembre de 1941, después de declarar la guerra a Estados Unidos, Hitler se dirigió a los líderes de su partido en Berlín para hablarles de la situación de la guerra y de la “inevitable aniquilación de los judíos”, según recogió en sus diarios el ministro de propaganda Joseps Goebbels. La amenaza no era nueva, llevaba meses recordando una profecía de 1939 sobre la aniquilación de los judíos, por lo que no podemos interpretarla como una orden, en sentido estricto.
Por el momento, y lo más probable es que nunca ocurra, no se ha encontrado un solo documento escrito en el que Hitler autorizara u ordenara el asesinato sistemático de los judíos, al mismo tiempo que las huellas de su participación están por todas partes. Las imprecisiones y las generalizaciones en los amenazantes discursos públicos y su minucioso cuidado en la esfera privada no tapan la cantidad de pruebas que le sitúan como el máximo responsable del exterminio. Como señala el experto en el Tercer Reich y en la figura del dictador Ian Kershaw, Hitler fue indispensable en la aniquilación, sin él el Holocausto es inimaginable.
Christopher R. Browning: "Si uno quiere saber lo que estaba pensando Hitler debe mirar lo que estaba haciendo Himmler"
Christopher R. Browning historiador especializado en la historia del Holocausto apunta a que fueron tantas las órdenes orales del dictador a sus subordinados que muy posiblemente nunca hubiera un documento escrito con la firma de Hitler. “Si uno quiere saber lo que estaba pensando Hitler debe mirar lo que estaba haciendo Himmler (jefe de las SS)”, sostiene en The origins of the final solution.
De la persecución al exterminio
Pasado un lustro de su llegada al poder, la intensa represión hacia la población judía no había resultado suficientemente satisfactoria para Hitler. En el verano de 1939, en torno al 50% de la población judía registrada en 1933 seguía residiendo en Alemania. En enero de 1939, Reinhard Heydrich fue nombrado jefe de la Oficina Central para la Emigración Judía, lo que le convertía en uno de los principales encargados de desarrollar la “solución” a la “cuestión judía”. En aquel momento, los nazis tenían en mente la expulsión y tras la invasión de Francia, la vieja idea de enviar a todos los judíos a Madagascar ganó fuerza. La isla se convertiría en un enorme gueto controlado por las SS, al que llegarían cuatro millones de judíos en cuatro años, pero el plan acabó siendo descartado.
Con la invasión de Polonia en 1939 y de la URSS en 1941, el número de judíos bajo las garras del Tercer Reich se situó en torno a los seis millones. El término “solución final” comenzó a ser muy frecuente desde 1941, pero durante la mayor parte del año designaba a la deportación masiva a alguna zona del este. Tras la invasión de la URSS comenzaron las matanzas masivas de judíos en territorio soviético, al principio solo “elementos subversivos” adultos, pero desde mediados de agosto ya se había extendido a la totalidad de la población. Mujeres, niños y ancianos fueron incluidos entre las víctimas de los grupos de matanza itinerantes (Einsatzgruppen) incrustados en el Ejército alemán. El genocidio de todos los judíos de la zona soviética ya había comenzado en el verano de 1941, con matanzas como la de Babi Yar en Kiev en la que fueron fusilados más de 33.000 personas.
La extensión de esta condena para el resto de judíos europeos, los planes nazis llegaron a incluir desde los británicos a los españoles, no tardó en llegar. La resistencia soviética tumbó todos los esquemas de una deportación al este, y en el verano de 1941 se sabía que la guerra contra la URSS iba para largo, que los territorios polacos no podían acoger a más judíos y que era inasumible buscar un realojo en el este para la deportación, mientras durara la contienda.
"Solución final"
En algún momento del otoño de 1941, la “solución final” que hasta entonces era sinónimo de deportación pasó a significar exterminio. No obstante, cuando en octubre de 1941 se cargaron los primeros trenes para el traslado de todos los judíos del Reich alemán a guetos del este, los responsables en recibirlos no tenían una orden precisa de qué hacer con ellos. Además surgían dudas de carácter legal: qué hacer con los 'Mischlinge', (en el ideario racial nazi mestizos de judíos y alemanes), o con los condecorados de la Primera Guerra Mundial, o con los “arios” casados con judíos. Hubo diferentes actitudes según la zona y algunos gobernadores locales que habían hecho hueco en sus guetos a los judíos alemanes asesinando a decenas de miles de judíos eslavos, esperaban tener que dispensar un trato diferente a los de origen germano.
El propio líder de las SS, Heinrich Himmler, telefoneó apresuradamente a Riga el 30 de noviembre para prohibir la matanza de un millar de judíos alemanes, muchos de ellos ancianos y algunos condecorados con la Cruz de Hierro de primera clase. Pero su llamada llegó tarde, y uno de los más sanguinarios comandantes de las SS Friedrich Jeckeln, ya los había ejecutado.
Con la máquina genocida funcionando en el este, los guetos atestados por las deportaciones provenientes del Reich y con miles de dudas en los gobernadores y los verdugos de las SS, se convoca la reunión en la mansión berlinesa de Wannsee. El genocidio, entendido como el programa de exterminio físico de todos los judíos europeos, estaba brotando pero todavía no era el único y exclusivo plan para la población judía. En estos meses se fue descartando la idea primigenia de la aniquilación de los judíos en territorio soviético a través de trabajos forzados y falta de alimento después de la victoria sobre Stalin. Y se implantó la del exterminio en suelo polaco y sin esperar a que acabara la guerra. A finales de octubre de 1941 ya se estaba planificando la construcción de los campos de exterminio de Belzec y Chelmo.
¿De qué se habló en Wannsee?
Heydrich en Wannsee coordinó con las distintas autoridades regionales y del Estado la deportación hacia el este de todos los judíos bajo control alemán. Allí serían asesinados o sometidos a unas inclementes condiciones de trabajo y hambre en la construcción de carreteras que en la mayoría les llevarían a la muerte (“cayeran debido al desgaste natural”). Los supervivientes que podrían constituir “el germen” del resurgimiento del judaísmo habría que proporcionarles un “tratamiento en consecuencia”, término que todos los reunidos sabían que era sinónimo de asesinato, según señala Raul Hilberg en su clásico La destrucción de los judíos europeos.
Raul Hilberg, sobre la conferencia de Wansee: "A los supervivientes que podrían constituir 'el germen' del resurgimiento del judaísmo habría que proporcionarles un 'tratamiento en consecuencia', término que todos los reunidos sabían que era sinónimo de asesinato"
Aunque, como aseguró Adolf Eichmann, en la reunión de Wannsee se habló de “matar, eliminar y exterminar” a los judíos, Heydrich no estaba marcando las líneas de actuación de un programa definido de aniquilación en campos de exterminio. Pero fue una nueva etapa en el proceso que aceleró la matanza de los judíos en Europa. Después de Wannsee los trenes de la muerte incrementaron sus envíos y en la primavera de 1942, Belzec, Sobibor, Chelmno, Auschwitz o Treblinka comenzaban a gasear a millones de personas.
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