QAnon, el movimiento conspiranoico que, en las anteriores elecciones, difundió a través de la red que Hillary Clinton celebraba misas negras en las que sacrificaba niños, ha logrado en estos comicios entrar en el Congreso de Estados Unidos. Marjorie Taylor Greene, que llamaba a Clinton y los demócratas “pedófilos adoradores de Satanás”, ha logrado un escaño en la Cámara de Representantes.
Acusar a los adversarios de enloquecidas conspiraciones y crímenes espantosos es una antigua práctica de la guerra sucia. Guillermo de Orange, jefe de los rebeldes protestantes de los Países Bajos, se inventó la Leyenda Negra contra Felipe II, que todavía pesa sobre los españoles. Y a principios del siglo XX la Okhrana (policía política de la Rusia zarista) publicó bajo la firma de un santón llamado Serge Nilus Los Protocolos de los Sabios de Sión. Era un infundio que se inventaba la “conspiración perfecta”: el judaísmo tenía un plan para dominar el mundo, mediante la infiltración judía en la masonería y el movimiento comunista.
La Okhrana pretendía simplemente justificar la política de persecución de judíos del zarismo, pero, tras la Primera Guerra Mundial, Los Protocolos se publicaron en Alemania, y muchos alemanes creyeron descubrir que habían perdido la guerra y vivían en la ruina por culpa de la conspiración hebrea. Uno de ellos era Adolph Hitler, que hizo de Los Protocolos la base justificatoria de su ideología antisemita. De esta forma, una mamarrachada conspiracionista terminaría en el exterminio masivo de seis millones de judíos.
Pearl Harbor y la Luna
En 1993 la cadena de televisión conservadora 'Fox' comenzó a emitir Expediente X, que pronto se convertiría en una auténtica serie de culto. Durante nueve años, una audiencia de millones de televidentes escuchó en la careta de cada episodio una machacona sentencia: “el gobierno oculta la verdad”. Expediente X era a la vez producto y generador de la afición de los norteamericanos por el conspiracionismo, una afición que ahora es universal por la eclosión de las redes sociales.
El inicio de ese morbo se puede fijar en una fecha que está grabada a fuego en la conciencia nacional estadounidense, el 7 de diciembre de 1941, el día del ataque japonés a Pearl Harbor, “el día de la infamia”, según lo bautizó el presidente Roosevelt en su discurso radiado, en el que solicitó al Congreso la declaración de guerra.
Aquel momento fue de intensa emoción, todo el país se sintió unido en el dolor y la indignación, y una nación que hasta el día de antes rechazaba mayoritariamente entrar en guerra, se convirtió en belicista. Pero enseguida comenzaron también las especulaciones conspiracionistas. “Roosevelt lo sabía”, ese runrún que se han creído decenas de millones de americanos, iba a convertir en un villano, comparable a los traidores japoneses, al único presidente que ha sido elegido cuatro veces, el que acabó con la Gran Depresión económica y condujo al país con mano firme hacia la victoria. Así de tóxico es el conspiracionismo.
Desde entonces no ha sucedido gran acontecimiento en la Historia de los Estados Unidos al que los conspiranoicos (palabra inventada que funde “conspiración” y “paranoico”) no le hayan dado su interpretación enloquecida. Puede resultar explicable que mucha gente sensata piense que tras el asesinato de Kennedy hubo una conspiración, pero es increíble la cantidad de cándidos que creen que es mentira que el hombre llegara a la Luna en 1969, que todo fue una ficción montada por la NASA.
Puede resultar explicable que mucha gente sensata piense que tras el asesinato de Kennedy hubo una conspiración, pero es increíble la cantidad de cándidos que creen que es mentira que el hombre llegara a la Luna en 1969
Los negacionistas del viaje a la Luna vieron verificadas todas sus sospechas cuando ARTE, el prestigioso canal cultural franco-alemán, emitió en 2002 el documental Operación Luna, que explicaba como la misión lunar del Apolo XI había sido en realidad filmada por Stanley Kubrick en los estudios donde rodó 2001, una odisea del espacio.
Corroborando la sensacional revelación intervenían en el documental no sólo la viuda de Kubrick, sino tres secretarios de Estado, incluido Henry Kissinger, dos directores de la CIA de la época de los viajes a la Luna, el en esos momentos secretario de Defensa Donald Rusfeld, que poco después dirigiría la invasión de Iraq, e incluso dos astronautas que habían pisado la Luna, incluido el de la primera misión, Buzz Aldrin.
Operación Luna era en realidad una gigantesca inocentada, que se emitió precisamente el 1 de abril que es el Día de los Inocentes en Francia y en Norteamérica
Cuando los espectadores conspiranoicos estaban relamiéndose ante el televisor, el documental dio un giro, aparecieron de nuevo todos los grandes personajes riéndose de la broma que le habían gastado al público. Operación Luna era en realidad una gigantesca inocentada, que se emitió precisamente el 1 de abril que es el Día de los Inocentes en Francia y en Norteamérica.
Pero que en el cuerpo legislativo de Estados Unidos, modelo para todas las democracias del mundo, ocupe escaño una diputada que piensa que los políticos del Partido Demócrata sacrifican a niños y luego se los comen, es algo peor que una inocentada, es una broma demasiado pesada.
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