A finales de septiembre, el diario español La Razón lanzaba una nueva sección bajo el nombre de Contracultura. En su texto de presentación, escrito por el periodista Julio Valdeón, invocaba -entre muchos otros- los espíritus de Woody Allen, Winston Churchill, Lolita, David Hume, Camille Paglia y Walter Benjamin (que confesaba que, cuanto más viejo se hacía, más dudaba de su propio criterio). No es un caso aislado, como demuestra la aparición de cuidadas publicaciones digitales diestras como Centinela, con el subtítulo de 'revista de la nueva contracultura’, o la joven cabecera La Controversia, que promete información 'A contracorriente’. También apela a ese campo semántico Fernando Díaz Villanueva en La Contra, 'podcast' radiofónico escogido por los oyentes de la plataforma Ivoox como mejor programa de actualidad de 2020. Por resumir en una frase: muchas cosas han cambiado desde que el presidente francés Nicolás Sarkozy prometió “enterrar Mayo del 68” en unas declaraciones de 2007.
Gonzalo Altozano, coordinador de contenidos de Centinela, nos da su visión del giro: “El uso reciente del término ‘contracultura’ por parte de la derecha o el conservadurismo cultural, pienso, no responde tanto a una reivindicación de la contracultura en sí, sino a la constatación de que es la izquierda -sobre todo, la izquierda progresista- la que nos sitúa ahí. Da igual si gobierna PP, PSOE o el sursum corda. De un tiempo acá, lo único que permanece en España son los grandes mandarinatos culturales. La Cultura son ellos. Y todo lo que no son ellos es contracultura”, explica.
"Las ideologías dominantes aceptan cualquier forma de diversidad excepto la diversidad de pensamiento", afirma Diego Martínez
En parte, se trata de una pequeña provocación, sencilla de disfrutar: “Es impagable verles siempre tan escandalizaditos, en el papel de aquellas beatas de misa de once de los años ochenta, que se persignaban al mentar al grupo punk Las Vulpes e inundaban la redacción del ABC con cartas de protesta. La célebre vieja franquista de Youtube hoy son Ana Pastor, Ferreras, Évole, Buenafuente... por citar solo las caras más mediáticas”, señala. “A nosotros -los derechistas, los reaccionarios, los conservadores... llámanos como quieras- nos han dejado en el papel de Sid Vicious. Y aunque siempre quisimos ser Julio Iglesias y preferimos el ‘tweed’ a las cazadoras de cuero, la cosa no deja de divertirnos. Piedra de escándalo... ¡Nosotros!”, exclama.
La trampa de la diversidad
Con poco más de veinte años, Diego Martínez es fundador de La Controversia, que funciona desde 2017. Mantiene la publicación mientras estudia Derecho y Periodismo. “En paralelo a mi proyecto, han florecido muchos otros medios digitales que parten de una misma evidencia: la de que las ideologías dominantes aceptan cualquier forma de diversidad excepto la diversidad de pensamiento. En La Controversia uno puede decir que es conservador sin sentirse culpable, ni pedir perdón a nadie. Y los lectores valoran esa honestidad”, explica. “Las ideologías dominantes se han convertido en religiones seculares, con sus dogmas, sus ritos y hasta sus propios herejes. Creo que por eso lo que caracteriza a quien se pone frente a ellas es, antes que nada, el escepticismo y el espíritu crítico”, explica.
Si un autor une a este espacio sociopolítico es G.K. Chesterton, pensador católico y conservador ferozmente crítico con la modernidad. Centinela dedica un artículo a explicar su apuesta por el distributismo, mientras La Controversia narra un tronchante encuentro con Winston Churchill (lo llaman ‘beef’, que para algo son jóvenes). Otro referente relevante es Christopher Lasch, intelectual estadounidenses de fuertes convicciones antielitistas. El espléndido perfil que le dedica Centinela destaca su valentía de denunciar que “la verdadera amenaza para los valores occidentales ya no viene de las masas proletarias sino de las élites apátridas”. El pensamiento de Lasch defiende que “las mejores reservas de moral, sentido del deber y decencia ya no están en las clases dirigentes, sino en la gente común, menos receptiva a las ideologías artificiales que subvierten los valores tradicionales occidentales”.
No pretendemos cambiar el mundo, pues la historia nos enseña cómo suelen acabar los intentos en esa dirección", explica Gonzalo Altozano
También existen procesos similares al otro lado del Atlántico, donde la ‘derecha alternativa’ contribuyó a la victoria electoral de Donald Trump en 2016. Más allá de la emblemática Breitbart o de los documentales de guerrilla de Stephen Bannon, encontramos proyectos editoriales radicales como Counter-Currents, que aspiran directamente a ridiculizar el discurso de la izquierda. Entre sus autores destacados podemos encontrar al nacionalista blanco Greg Johnson, el clásico esotérico Julius Evola o al corrosivo ensayista punk Jim Goad, que predijo el advenimiento de algo parecido al trumpismo en su ensayo Manifiesto Redneck (1994), publicado más de veinte años antes de que ocurriera.
Contra la igualdad
Por supuesto, en Estados Unidos la retórica alcanza cotas más duras que la derecha europea, ya que el discurso protestante es más implacable que el católico. “La verdadera derecha -contraria al liberalismo clásico- abraza la idea de que la humanidad es y debe ser desigual, es decir, diferenciada. Los hombres son diferentes de las mujeres, los adultos de los niños, los sabios de los tontos, los inteligentes de los estúpidos, los fuertes de los débiles, los bellos de los feos. Nos diferencia la raza, la historia, el lenguaje, la religión, la nación, la tribu y la cultura. Estas diferencias importan, y dado que importan, todas las facetas de la vida están gobernadas por jerarquías reales en los hechos y en los valores, no por la quimera de la igualdad”, proclama Johnson en el texto donde resume su posición política, titulado Nueva derecha vs vieja derecha.
En resumen: estamos ante un puzle político tremendamente heterogéneo, que tiene en su favor las promesas incumplidas del progresismo internacional. “Desde luego, no pretendemos cambiar el mundo, pues la historia nos enseña cómo suelen acabar los intentos en esa dirección. Sí pretendemos mejorar nuestro pequeño mundo alrededor, siempre en la medida de las posibilidades, una medida muy desprestigiada por Mr. Wonderful”, concluye Altozano. La vuelta de gobiernos progresistas a España, Estados Unidos y América Latina solo puede alimentar esta reciente rama de la contracultura.