Tiene 91 años y una energía y una vitalidad que desborda cualquier expectativa. El cineasta franco-griego Costa-Gavras es uno de los cineastas que ha competido por la Concha de Oro en la 72º edición del Festival de San Sebastián que acaba de terminar con la película El último suspiro, la adaptación al cine del libro de Régis Debray y Claude Grange, en el que escritor y médico, respectivamente, abordan cómo vivir los días previos de una muerte irremediable, sin caer en los temores ni la debilidad del ser humano.
El director de películas como Z (1969), Estado de sitio (1972) o Missing (1982), ha confesado a Vozpópuli, en el marco del certamen, que en esta ocasión, como en todas las anteriores, el asunto le interesaba mucho, porque cuenta con este "problema en el horizonte". "El final se acerca", afirma este director, lúcido y en un perfecto español (uno de los seis idiomas que habla), con una agilidad y serenidad que da envida.
En un momento de esta película, el protagonista -a quien encarna Denis Podalydès- afirma que no se puede mirar fíjamente ni al sol ni a la muerte. Al menos dos de las películas que han competido en el Zinemaldia por el máximo galardón se atreven a mirar a la muerte. En el caso de Los destellos, su directora, Pilar Palomero lo hace para arrojar luz a la vida. En el caso de El último suspiro, Costa-Gavras afirma que se trataba de un deseo antiguo. "Con este tipo de temas no se aceptan películas, y cada vez que he dicho que lo iba abordar, la gente estaba aterrorizada", afirma el cineasta, que celebra la apertura en el presente.
Sus dos anteriores películas, El capital (2012) y Comportarse como adultos (2019) abordaban la crisis económica, mientras que ahora regresa al cine social. Lejos de no importarle los asuntos económicos, sostiene que "la muerte es un problema económico también, indirectamente". "En los últimos años no se habla más que de economía. Recuerdo que después del 68, la mayoría de los jóvenes se matriculaban en estudios sociales, pero ahora estudian economía. La sociedad ha cambiado muchísimo y es un problema muy grave, a mi juicio, querer cada vez más dinero. Socialmente, el tema es cómo se muere uno, con la dignidad o con un miedo tremendo", afirma el director.
Preguntado acerca de cómo encaja el coste de los cuidados paliativos en una sociedad que busca mejores resultados productivos, Costa-Gavras lamenta que este sistema para mejorar la vida de quienes están enfermos, que "ha avanzado", sea "reducido". "Tiene que haber un mayor sistema y más moderno", ha señalado.
Costa-Gavras y el sueño de Europa
Cuando Pedro Almodóvar ganó el León de Oro en Venecia con La habitación de al lado, afirmó ante la prensa que obtener ese reconocimiento se había convertido en algo adictivo. En el caso de Costa-Gavras, el cineasta afirma que se trata de una "doble necesidad". Por un lado, presentar la película a "tantos periodistas", algo que "de otra manera habría sido imposible", y "no tanto por los premios, sino por el público también", al tiempo que reconoce que se trata de "un tipo de placer personal". "Particularmente, este festival no es tan rígido como otros", señala con un gesto con el que finge que se anuda una corbata.
Respecto a la respuesta que le sugiere la actualidad política cuando abre los periódicos, Costa-Gavras es más asertivo y responde en francés. "En Francia a día de hoy tenemos una situación política trágica, está separada en tres o cuatro grupos distintos que están enfrentados unos a otros, es terrible. Hacía mucho que esto no pasaba y es peligroso", lamenta.
"Mi generación ha creído en una Europa perfecta, que podía cambiar el mundo. Pero Europa es cada vez más económica"Costa-Gavras, director
El cineasta pone de relieve que "el individualismo político en Francia se ha vuelto una enfermedad, y por eso hay esa separación". "Con un partido de extrema derecha que quiere volver al pasado, a un periodo casi nazi, es inaceptable. Los otros no consiguen encontrar la forma de entenderse y hallar soluciones juntos. Cada uno piensa que puede salvar el país con sus ideas y eso no es posible. Un país no se arregla con ideas de una persona o un grupo, sino de muchas personas juntas", recalca.
¿Y la libertad de Europa? "Mi generación ha creído en una Europa perfecta, que podía cambiar el mundo. Pero Europa es cada vez más económica. La solución de una Europa unida es absolutamente necesaria. Europa es un centro, debe continuar, pero tenemos una guerra inaceptable en mitad y todos juntos no hacemos nada para parar eso. Sin embargo, hay que tener esperanza, porque cambiará, aunque no lo hará de un día para otros", concluye.
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