El día de ayer trajo una polémica cultural llamativa, chillona incluso, aunque de ninguna manera sorprendente: la multipremiada escritora anarquista Cristina Morales arremetía en una columna en Rockdelux contra la ficción que ella misma ha vendido a Movistar Plus+. Hablamos de la serie Fácil, basada en Lectura fácil, que obtuvo el Premio Nacional de Narrativa en 2019 (también fue distinguida con el Herralde en 2018 y con el Premio Internacional de Literatura Europea este verano). Tirando de un juego de palabras, Morales se refiere a la serie de Movistar+ Plus con el nombre de Nazi, en una dura columna que firma con el seudónimo Crispina Modales (y que lleva su fotografía como ilustración).
¿Qué reprocha la escritora al equipo responsable de la serie? “En Nazi no se critica al establishment contemporáneo de la discapacidad y la salud mental porque se pretende llegar al gran público democrático, a ese gran público que dota a los servicios sociales de mesiánicos poderes de integración en el capitalismo de mierda en que vivimos y que deliberadamente oculta la verdadera naturaleza de las trabajadoras sociales: policías, desde el comisario que unta a los jueces hasta el suboficial que apalea a los manteros. ¡Qué buen título, pues, Nazi, para una serie tan democrática!”, escribe en tono despectivo sobre el personal que trata a diario los problemas de salud mental de nuestras sociedades.
"En esta serie de Movistar+, lo más que se dice es que las regentas del mundo de la discapacidad son unas paternalistas pijas de Pedralbes", lamenta. Por el contrario, se alegra de que en otra ficción reciente de Danny Boyle -Pistol- "esa misma gentuza es tratada como lo que efectivamente era en los 70 y sigue siendo en la actualidad: violadores, torturadores, asesinos y carceleros". Ahí queda eso. Nadie duda de que se produzcan abusos en este tipo de instituciones, abusos que se persiguen y castigan, pero de ahí a llamar criminal a cualquiera que trabaje en ellas existe una enorme distancia, que Morales menosprecia con su furia paleofoucaltiana.
Cristina Morales y la doble moral
Cuesta imaginar un nombre en nuestra literatura más mimado por el sistema que el de Cristina Morales. Formó parte de la sexta promoción del proyecto Jóvenes Creadores de la Fundación Antonio Gala. Recibió el premio del Injuve andaluz por su novela Los combatientes (2013), que se hizo famosa por señalar las similitudes entre los discursos del 15-M y el de Falange Española, usando textos de Ramiro Ledesma Ramos sin acreditar. Se alaba la prosa de Morales -exageradamente, bajo mi punto de vista- en suplementos culturales de izquierda, centro y derecha, mientras ella celebra los disturbios proindependencia en Cataluña, que le pillaron de visita en Cuba. Se la reclama desde diversos centros culturales, algunos patrocinados por empresas del Ibex 35.
La escritora andaluza es el mejor ejemplo de respeto exquisito a la libertad de expresión en nuestro país a cualquier que cumpla con los dogmas del progresismo. Casos como el de ella tenemos de sobra, y ni siquiera es el más llamativo, bastante peor es la lisonja constante al artista Santiago Sierra y sus instalaciones maltratando emigrantes y otros excluidos bajo pretexto de denunciar su situación. O las continuas subvenciones y contratos al Niño de Elche por sostener un discurso instalado en el insulto permanente a la tradición flamenca. Todos ellos usan un enfoque pseudovanguardista, y una triste soberbia contracultural, para pisotear las enseñanzas del sentido común popular. Tampoco es que su obra tenga mayor calado fuera de cuatro zonitas VIP de nuestra cultura 'moderna'.
La escritora no considera relevante contarnos en su columna cuántos miles de euros ha ingresado por la serie ni por qué confió en Movistar Plus+ para hacer una ficción inspirada en su novela
Otro fragmento de la columna de Morales tiene mucha miga para comentar: “Los directores (de series) en general no tienen ni pajolera idea de cómo afrontar personajes políticamente radicales, patologizan el radicalismo, lo convierten en locura. ¿Será porque son todos unos demócratas biempensantes o porque si sacan los pies del tiesto las productoras no les sueltan la pasta?”, escribe. Hay mucha tela que cortar aquí. Para empezar: si tan claro tiene que la industria audiovisual española es así, ¿por qué vendió los derechos de su novela a Movistar Plus+? Si tanto le molesta que los directores hagan cosas por dinero, ¿nos podría explicar qué otras razones tuvo ella para dejar el texto en manos de esta plataforma, de la que no cita ningún producto o característica que le agrade? ¿Aceptó la venta solo por el vil metal?
Normalmente conocemos las cuantías de los premios y subvenciones a Morales, debido a su carácter público. Esta vez se trata de un contrato privado y la escritora no considera relevante contarnos en su columna cuántos miles de euros ha ingresado. Morales se limita, en el texto de Rockdelux, a constatar su rechazo frontal a la mayoría de series que ve y a cronometrar lo poquísimo que dura en el intento de avanzar en los capítulos (Vikingos la despachó en once segundos porque le asqueó su tono épico). Tampoco parece asumir ningún tipo de responsabilidad por el hecho de que la serie haya terminado siendo algo que ella aborrece, ni anuncia a qué colectivo va a donar el dinero ganado para paliar los estragos que pueda causar esta ficción filofascista inspirada en su novela. Todo mi apoyo a la directora y al equipo de la serie, a quienes Morales destroza antes del estreno, impidiendo que puedan presentar su trabajo limpiamente ante los espectadores.
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