"¿Estamos hablando de cine cuando hablamos de cine?", se pregunta en Twitter un periodista especializado en información cinematográfica. La celebración de los dos festivales más importantes del panorama nacional -el Festival de San Sebastián y el Festival de Sitges- así como el estreno en el tercer trimestre de las películas más jugosas y esperadas del año ha avivado de nuevo el debate acerca de si la crítica de cine y la información cultural tanto en la prensa generalista española como en el resto de medios internacionales se ha rendido a claves ideológicas y a otras cuestiones a veces ajenas a las motivaciones artísticas, y ha dejado de lado cada vez de manera más obvia las cuestiones estéticas.
La irrupción de las plataformas, la polarización de las opiniones en las redes sociales y la eclosión del movimiento Me Too, del que este mes se cumplen cinco años, son algunos de los detonantes que parecen situarse tras un fenómeno que afecta también al resto de la información cultural y, en general, a todos los comportamientos. En Vozpópuli hemos hablado con varios periodistas especializados en cine para analizar qué hay detrás del dominio de un lenguaje politizado en las reseñas de cine, así como de otros asuntos que poco tienen que ver con el lenguaje cinematográfico más puro que algunos echan de menos y reivindican.
Tras el estreno en la pasada edición del Festival de Venecia de Blonde, la adaptación al cine de la novela homónima de Joyce Carol Oates sobre el mito de Marilyn Monroe, y su llegada a Netflix -donde se estrenó sin pasar por los cines- la polémica no se hizo esperar. No fueron pocos quienes acusaron a la película dirigida por Andrew Dominik de misógina, antiabortista o incluso sádica. Para Luis Martínez, redactor de cine de El Mundo, Blonde es uno de los ejemplos de la ideologización de la crítica, que a su juicio en los últimos tiempos se ha "simplificado mucho".
En cuanto empiezas a diferenciar la forma del contenido ya estás convirtiendo la película en un ensayo o en una tesis doctoral", opina el periodista Luis Martínez
Para este experto en información cinematográfica, la crítica "ha perdido grados" y esto está relacionado con el consumo de contenidos en plataformas, donde las series son "eminentemente narrativas", con suficiente espacio para contarlo todo varias veces, y "poco cinematográficas", con un desprecio de "la elipsis" y la "construcción del tiempo a través del montaje". En este sentido, cree que Blonde, que en su opinión es" una propuesta estética muy arriesgada" para contar algo que no es "evidente", ha sido criticada desde el punto de vista narrativo, mientras que No mires arriba, estrenada el año pasado, ofrecía "una propuesta cinematográfica paupérrima" pero contaba con un argumento "oportuno", por lo que recibió "críticas positivas".
"Se ha ideologizado la crítica porque cada vez es menos cinematográfica", sostiene Martínez, quien defiende no establecer una distinción entre el mensaje y la forma. "La apuesta estética y política tiene que armarse. En cuanto empiezas a diferenciar la forma del contenido ya estás convirtiendo la película en un ensayo o en una tesis doctoral. Una película es una obra artística, hay que juzgarla en su conjunto", defiende este periodista, quien no ve necesariamente mala la ideologización, pero sí que esta se convierta en "el único patrón de discernimiento".
El Me Too y la crítica de cine
Otro de los puntos de inflexión en el tratamiento de la información cultural y, en concreto, de la crítica de cine, fue el movimiento del Me Too, que surgió en octubre de 2017 a raíz de las acusaciones contra el productor cinematográfico Harvey Weinstein. Para Luis Martínez, el Me Too ha caído en la "turbamulta" de lo que se denomina "guerra cultural" o "simplemente polarización" pero, a su juicio, supone un "avance civilizatorio" porque permite discutir acerca de patrones que no se habían abordado antes, por lo que celebra que haya modificado la visión de las películas. "El problema es que se haya ideologizado tanto la crítica que eso sea el único patrón de análisis", matiza el periodista, partidario de seguir el ejemplo de Disney de no cancelar pero sí advertir.
Pepa Blanes, jefa de Cultura de la Cadena Ser y experta en información cinematográfica, sostiene que antes del Me Too no se habrían analizado "al dedillo cómo está tratado un personaje femenino, si está victimizado o sexualizado, o lo que significa en la película", lo que no implica que por ello se vaya a denostar o invalidar una película. En este sentido, cree que existe una "reflexión" pero también un "interés" por estos temas en las producciones que se presentan, entre las que ha citado, además de Blonde, los próximos estrenos de TÀR, de Todd Field, o el retrato del Me Too She said, de María Schrader.
Esta experta en información sobre cine y defensora de la dimensión política del cine, tal y como propuso en su libro Abre los ojos (editorial Fuera de Ruta), precisa que una cosa es el debate que se genera en Twitter y otra distinta las críticas o conversaciones que ofrecen una mayor profundidad. En el caso concreto de la película protagonizada por Ana de Armas, Blanes cree que las críticas no se han apartado de las cuestiones estéticas. "Otra cosa es que el retrato femenino rompa la percepción de ese crítico de la película y eso centra la mayoría del texto", opina la periodista, quien no obstante reconoce que en otros casos "podría existir el riesgo de que no se valore la obra en su complejidad".
Con el Me Too ha aparecido un vocabulario relativamente nuevo en el que destacan expresiones y palabras como "masculinidad tóxica", "heteropatriarcado" o "sororidad"
Por su parte, Beatriz Martínez, periodista cultural y crítica de cine en El Periódico y Fotogramas, señala a Vozpópuli que aunque el Me Too fue el "estallido" que abrió las puerta a plantear su una película era "machista", en los años previos ya había una conciencia. No obstante, desde entonces los medios incluso cuentan con secciones de feminismo, al tiempo que hay "más voces y pluralidad", así como un vocabulario relativamente nuevo en el que destacan expresiones y palabras como "masculinidad tóxica", "heteropatriarcado" o "sororidad".
Respecto a cómo otras cuestiones han arrinconado elementos estilísticos en las informaciones cinematográficas, esta periodista está convencida de que el periodismo cultural actual "se basa en los temas y no en el estilo", motivo por el que Blonde tiene "un tema que tratar porque hay una polémica" y, sin embargo, la nueva película de David Cronenberg (Crímenes del futuro) no ha dado titulares, a pesar de la potencia de sus imágenes. Del mismo modo, cree que en las secciones oficiales de los festivales los directores se encargan de hablar te temas polémicos para que se hable de las películas. "El cine también va a rebufo de todo eso", opina.
Crispación y vehemencia
Marta Medina, crítica de cine de El Confidencial, lamenta que la información sobre cine está "muy crispada" e "ideologizada", al tiempo que deja fuera "el puro aspecto cinematográfico" reduciendo todo a la coincidencia o no con los propios "criterios morales". A su juicio, es algo "pernicioso" que lleva también a "juzgar a los autores de manera muy severa".
En su crítica de Blonde, Medina habla de esta película como "el pequeño milagro que sobrevive a toda la ortodoxia del cine de masas". En este sentido, y respecto al peligro de llegar a una uniformidad en base a lo políticamente correcto, opina que hay "ciertas corrientes de pensamiento" que en sí no son malas, pero se vuelven "complicadas" cuando se convierten en "el criterio único para decidir si se hace o no una película".
"Es verdad que se plantea un problema cuando hay voces más disonantes, más controvertidas, cuando quieres poner al espectador en un lugar más incómodo. Hay cada vez menos tolerancia, y cada vez en la industria y en las redes sociales se mira mucho el mensaje que se lanza, el impacto que puede tener. Se ha convertido en un terreno más espinoso de lo que era antes", destaca.
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