Cubierto por una película –de caspa, sí- pero también por innumerables prejuicios –mucha gente lo repudia sin haberlo visitado siquiera-, el Museo de Cera de Madrid es un lento paseo sabatino que vale la pena hacer: es instructivo y ciertamente pedagógico pero supone, ante todo, una experiencia de choque en lo que a estética supone.
Quizá porque sus instalaciones –con su ánimo celebratorio y su aplastante lápida de homenaje- son casi tan impactantes como un ensamblaje de Damien Hirst o Jeff Koons –si no me creéis, ved Michael Jackson and Bubbles-, nos hemos propuesto revisar algunas de las escenas históricas que destacan en su recorrido histórico e incorporar claro, algunos personajes que podrían dar vidilla a sus salas.
Sin embargo, y todo sea dicho, recorrer el Museo de Cera tiene un encanto invertido, un raro curiosear por un recorrido que tiene tanto de instructivo –porque lo tiene- como de hilarante, justamente porque sus formas de representar hechos y personas se nos antojan envejecidas, acaso amaneradas y cursis. Pero…¿y si las mirásemos dentro de su lógica? Y fue justamente de allí de donde nació este ejercicio. En el que invitamos a los lectores a participar.
Los retamos a hacerlo. Pensando en el templo de la resina, ¿a quién valdría la pena incorporar? No será difícil, justamente porque por su raro ambiente de cajón de sastre, despierta la imaginación y –sí, lo admitimos- una cierta malicia. La cera es al kitsch lo que la sopa Campbell al Pop. Así que venga una buena ración, cucharada a cucharada. Aquí nuestra lista.
Está Ronaldo y Zidane… ¿Y Florentino?
Acaso porque el actual presidente del Madrid es como una especie de Espíritu Santo que todo lo compra –perdón quisimos decir todo lo toca- y todo lo puede, ¿por qué no hacer una réplica suya en la galería deportiva? Así, entre Casillas y Zidane, acaso con un cheque –perdón, otra vez- con una mano en alto, signo de la galáctica victoria y el vertiginoso pelotazo –al arco, claro- que tantas alegrías le han dado.
Juan Carlos y Sofía… ¿Y las infantas qué?
Hay desapariciones que están más que explicadas: la total desaparición de Urdangarín y Marichalar, esa es comprensible, lo que resulta curiosa es que las infantas Cristina y Elena no asomen en ninguna de las salas. Lo mismo ocurre con las actuales infantas. Están, sí, los reyes Felipe VI y Letizia, pero no así Leonor –aunque está prevista su incorporación- ni Sofía de Borbón y Ortiz.
Gracias, Sara.
En el Museo de Cera hay un apartado exclusivo para la selección en el que figuran Vicente del Bosque, el seleccionador; también Andrés Iniesta y el delantero David Villa junto al Niño Torres. No podía faltar, claro, el capitán Iker Casillas… a quien sin embargo, no le vendría mal tener a su lado a Sara Carbonero, la periodista que a pie de campo glosó sus glorias y que después se volvió tan querida por la afición madridista dada su afición a contar en platós lo que el jugador y actual pareja le refería sobre el vestuario blanco.
¿Y el Gabo qué?
Acaso porque hace ya muchas décadas que una discusión y un puñetazo en el ojo los separó, no hay que negar que ambos son premios Nobel de Literatura y que así, separados, no pueden estar. Se trata de la estatua dedicada al premio Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa, que preside un pasillo junto a una réplica del Café Gijón, y alrededor de la cual no se ve –en ningún momento, tampoco más adelante- una ráplica para Gabriel García Márquez.
¿Dónde está Vaquerizo?
Son el tándem televisivo por excelencia. Y aunque es cierto que la larga carrera de Alaska le da más que tablas –y cera- para aparecer sola en cualquier lugar, sí es cierto que –en una exagerada galería del famoseo local- se echa en falta al hombre delgado, de espesa melena negra y pómulos hundidos, que día a día cobra más peso (mediático). Se trata de Mario vaquerizo, pareja de Alaska, y ahora presentador, monologuista y pimentón en todos los guisos.
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