Los cronistas bizantinos se lamentaban de los ríos de sangre inocente que manaban de los santos lugares de Constantinopla y de la más vergonzosa profanación del corazón espiritual del imperio bizantino, la catedral cristiana de Santa Sofía. Los relatos de la época están plagados de robos de tesoros y reliquias, profanación de suelo sagrado, y un vendaval de asesinatos y violaciones a cristianos. Los perpetradores de tales ofensas aparecen descritos como “heraldos del Anticristo”, y formaban parte de una expedición militar que partió de Europa con el objetivo de reconquistar Jerusalén de manos musulmanas, pero que terminó arrasando una de las principales capitales cristianas. En los siglos de lucha entre cristianos y musulmanes por el control de los santos lugares, la Cuarta cruzada enfrentó a católicos y ortodoxos.
En abril de 1204, los cristianos occidentales tomaron la capital bizantina y el clérigo Nicolás Mesarites dejaba este pasaje sobre la actitud de los cruzados: “arrancaban a los hijos de sus madres y a las madres de sus hijos, trataban a las vírgenes con lasciva desvergüenza en las santas capillas sin temer la ira de Dios ni la venganza de los hombres”.
Hacía unos meses que los objetivos de la cuarta cruzada se habían olvidado, y miles de europeos, estaban luchando por conquistar la ‘segunda Roma’ capital del Imperio romano de Oriente.
Imperio bizantino
Tras haber alcanzado su cénit a comienzo del siglo XI, el Imperio bizantino vivió en las siguientes centurias una progresiva decadencia militar que se tradujo en luchas internas y una reducción territorial, propiciada en parte por los propios cruzados.
Solo una década atrás Jerusalén había vuelto a caer en manos musulmanas tras las conquistas de Saladino, y la cristiandad estaba lejos de ser un bloque unido contra el Islam. Todavía pesaba el cisma que dividió en dos al cristianismo 1054, Roma sabía que los bizantinos habían obstaculizado expediciones cruzadas y se habían acercado a Saladino, y potencias europeas como Venecia tenía muy presente agravios como la expulsión de los venecianos en 1171. A pesar de estas diferencias, en los años previos a la cruzada, el clima entre los soberanos europeos y bizantinos se había calmado y las diferencias entre ambos no eran los suficientemente graves para conducir al resultado final. No obstante, ninguna de las potencias occidentales disponía de una trama diseñada previamente para apoderarse del Imperio Bizantino, como señala el historiador experto en cruzadas Jonathan Phillips en La Cuarta Cruzada y el saqueo de Constantinopla (Ático de los libros), que analiza magistralmente el conflicto.
Cuarta Cruzada
El Imperio bizantino estaba inmerso en una guerra dinástica, y en la primavera de 1201, el príncipe Alejo pidió auxilio a los cruzados para conquistar el trono que su tío Alejo III Ángelo había arrebatado a su padre, Isaac II. El contendiente cruzado, cuyos objetivos eran tomar Egipto y después Jerusalén, acabó aceptando las generosas promesas del destronado príncipe bizantino. La falta de hombres y dinero tan común en estas expediciones fue, según explica Philips, lo que hizo que los cruzados terminarán "aplazando" su objetivo inicial, seducidos por los ofrecimientos de Alejo, entre los que se encontraba la posible sumisión de la Iglesia ortodoxa a Roma.
En junio de 1203 los cruzados llegaron a Constantinopla, y a pesar de que se entronizó a Alejo IV derrocando a su tío, los compromisos adquiridos estaban lejos de cumplirse. Sus aliados cruzados acampados fuera de la ciudad estaban cada vez más nerviosos ante la falta de alimento y el asesinato de Alejo IV fue el desencadenante de la conquista. Phillips sostiene que de haber contado con más tiempo, Alejo IV podría haber solventado la situación y los cruzados podrían haberse marchado de la ciudad.
A pesar de la tenaz resistencia, las fuerzas cruzadas estaban mejor lideradas, las ajadas naves bizantinas no tenían nada que hacer con las venecianas, y en abril de 1204 se tomó la capital. Phillips atribuye el triunfo final de los cruzados a la inestabilidad bizantina, que había debilitado considerablemente sus fuerzas terrestres y marítimas en las décadas anteriores.
Constantinopla profanada
Los cronistas griegos no escatiman en detalles de la crueldad de los católicos: "espadachines vestidos de hierro enloquecidos por la guerra y con el asesinato en el aliento, lanceros, arqueros, jinetes, todos jactándose espantosamente, aullando como Cerbero y respirando como Caronte, saquearon los lugares sagrados [...]", escribió Nicolás Mesarites. El pillaje de los cristianos latinos desperdigó en mil partes la herencia de siglos de cristiandad atesorados en Constantinopla. Decenas de templos europeos fueron engalanados con las joyas de la Roma oriental, y dispersó por Europa decenas de reliquias. Solo en el listado del obispo Nivelon de Soissons se cuentan la cabeza del protomártir Esteban, la cabeza y el dedo con el que Tomás introdujo en el cuerpo de Cristo, y la cabeza y el antebrazo de San Juan Bautista, además de espinas de corona de Cristo y fragmentos de la Vera Cruz.
Una cantidad innumerable de caballos, oro, plata, costosos tapices de seda, gemas fue recolectada. Tal era la abundancia que no creo que todo el mundo latino posea tantoBalduino de Flandes sobre el botín cruzado
Los cruzados acordaron reunir el botín para posteriormente repartirlo. Uno de los líderes, Balduino de Flandes señalaba “una cantidad innumerable de caballos, oro, plata, costosos tapices de seda, gemas fue recolectada. Tal era la abundancia que no creo que todo el mundo latino posea tanto”.
Sin tener en cuenta los bienes que los cruzados distrajeron del fondo común, el reparto final habla del colosal botín. Los venecianos recibieron los 150.000 marcos que les correspondían, los franceses 50.000, y sobraron otros 100.00 marcos y 10.000 caballos que se repartieron equitativamente. Venecia, principal promotora de la cruzada, fue la más beneficia en el reparto territorial, su bien más duradero fue la isla de Creta de la que fue soberana durante medio milenio, hasta 1669. Y cualquier visitante actual a la basílica de San Marcos podrá contemplar parte del botín en los cuatro caballos que en su día adornaron el Hipódromo de Constantinopla.
Imperio latino
El conde Balduino de Flandes fue coronado como emperador en Santa Sofía dando inicio al Imperio latino, que se prolongó hasta 1261 cuando los griegos recuperaron Constantinopla con el emperador de Nicea Miguel VIII Paleólogo, fundador de la última dinastía imperial.
Siete siglos y medio después, el papa Juan Pablo II se disculpó en Atenas ante el arzobispo ortodoxo Christódulos, por la masacre de los cruzados: “Es trágico que los agresores, que tenían como objetivo garantizar a los cristianos el libre acceso a Tierra Santa, se volvieran contra sus propios hermanos en la fe. El que estos fueran cristianos latinos entristece profundamente a los católicos”.