Es la imagen de la Guerra Civil española; la versión en plata sobre gelatina de la muerte en directo a la que nos acostumbrarían décadas después cadenas como la CNN o NBC. El miliciano muerto. Un disparo, un titular, una leyenda. Detrás de esta fotografía que captura el momento en que un hombre cae abatido de un balazo en el Cerro Muriano, en Córdoba, el 5 de septiembre de 1936, queda un nombre y muchas incertidumbres. Es, sin duda, la mayor fotografía del reportero de la agencia Magnum y corresponsal de guerra Robert Capa –su verdadero nombre era Andre Friedmann-, pero también, a su manera, un acertijo irresuelto.
Esta semana -el 22 de octubre- se cumplen cien años del nacimiento de Capa. La ocasión no puede ser más propicia para preguntarnos cuánto de cierto –y cuánto de falaz- hay detrás de esta imaggen, icono de una obra fotográfica pero también de un mundo remoto del que nos separan mucho más de seis décadas. ¿Quién era ese hombre? ¿Fue un montaje como dicen algunos? ¿La imagen fue hecha por Capa o por Gerda Taro, su compañera, que estaba también ese día con él en Córdoba? ¿Qué es esta instantánea: arte, información o propaganda?
Durante años, la identidad del héroe republicano permaneció en el anonimato, hasta que en 1995 un historiador, Mario Brotons, creyó identificar en aquel hombre al anarquista Federico Borrell García. La leyenda alrededor de Capa alimentó esta versión –llena de sombras y medias verdades-. Sin embargo, en 2007, Hugo Doménech, profesor de Fotografía en la Universidad de Castellón, y Raúl M. Riebenbauer, periodista y guionista, se propusieron arrojarluces sobre el tema en La sombra del iceberg, un documental que planteó la interrogante sobre si fue realmente Borrell el hombre a quien Capa retrató.
El trabajo de investigación revela con declaraciones de editores gráficos, estudios de forenses y, sobre todo, con crónicas periodísticas de la época que Federico Borrell García –a quien pensábamos el protagonista de la escena- no es el soldado de la foto. La prueba más aplastante se refiere a una necrológica publicada en la revista anarquista Ruta Confederal, a finales de 1937, en la que un amigo de Borrell evocó las circunstancias de su muerte en Córdoba.
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"Le veo tendido detrás del árbol que le servía de parapeto (...) Aún después de muerto empuñaba su fusil”, describía el texto. Si se compara con la instantánea de Capa, en la que el hombre es fulminado en campo abierto, la imagen–o al menos la versión que de ella teníamos- se desmorona. Según los datos historiográficos y declaraciones de personas presentes en Cerro Muriano el 5 de septiembre de 1936, en aquella jornada murieron varios combatientes republicanos y no sólo Borrell.
Muchas interrogantes se anegaron alrededor de la peculiaridad de la instantánea: la ausencia de soldados próximos a Borrell en el campo de batalla, la falta de pruebas visibles de la herida de bala y, por qué no decirlo, el insólito don de la oportunidad de Capa. El día de la muerte del miliciano, confirmada más tarde por su familia, Capa sacó en Cerro Muriano 40 instantáneas, hasta entonces desconocidas. Algunas de ellas fueron expuestas en la muestra ¡Esto es la guerra! Robert Capa trabajando, expuesta en 2008 en el Barbican Centre, en Londres, y que viajó luego a España: primero Barcelona y luego Madrid.
Las 40 fotos, perdidas entre el archivo del fotógrafo y descubiertas en el Centro Internacional de Fotografía de Nueva York, fundado por el hermano menor de Capa, fueron investigadas a fondo por el biógrafo del reportero, Richard Whelan -ya fallecido-, quien encontró entre la selección una tomada poco antes de la muerte del anarquista. En esta se ve Borrell, junto a otros milicianos, posar para Capa con aparente actitud festiva y los fusiles en alto. Se encontraron muchas más: una que retrata al grupo militares en maniobras de salto en una trinchera, así como otra, hasta entonces desconocida, que capta a un segundo miliciano abatido en el mismo páramo en el que Borrell García había perecido minutos antes.
Según la reconstrucción del suceso que hizo Whelan, Capa aprovechó la hora de la siesta, respetada por los bandos republicano y franquista, para fotografiar a los soldados simulando acciones bélicas. El ajetreo de la tropa, manifestó el biógrafo, debió atraer la atención de las fuerzas franquistas, lo que explicaría que, justo cuando Capa iba a presionar el botón, un fusil enemigo oculto abrió fuego.
Todavía no esclarecido del todo el enigma –o los datos inconexos- de la instantánea, resulta innegable el poder que tuvo –y continúa teniendo- en la mente de quienes se topan con ella. La foto se publicó por primera vez el 23 de septiembre de 1936 en la revista francesa Vu. El pie de foto rezaba: “Soldados sosteniendo sus rifles, bajando la ladera", y añadía: "De repente, su avance fue interrumpido, una bala silbó y su sangre fue derramada en su suelo nativo". Han trascurrido 77 años desde entonces. Y nos parece, todavía, que Borrell vuelve a caer fulminado, una y otra vez, como un responso o una plegaria incompleta.
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