Cultura

"La comida es la maldición de las clases bebedoras"

Dos infitivos. Una correcta combinación, que en este caso se convierte en título y exceso. Se trata de Sobrebeber (Malpaso, 2013), un ensayo del británico Kingsley Amis, genuino bebedor. Recomienda desde el vino más adecuado según qué ocasión hasta qué leer para sobrellevar una resaca.

Malpaso no puede empezar el año con mejor pie. El joven sello publica Sobrebeber, del escritor, bonvivant y caballero Kingsley Amis. Se trata, dicen, de una obra cumbre del pensamiento etílico, acaso un vigoroso trago de alcohol y literatura. El libro reúne los ensayos que sobre el arte del beber escribió Amis entre 1971 y 1984, publicados originalmente en inglés en tres libros distintos (Sobre el beber, El trago nuestro de cada día y El estado de tu copa), y que han sido traducidos al español por Ramón de España y Miguel Izquierdo.

Raro y complejo personaje, Amis no sólo es el autor  de seis colecciones de poesía y 20 novelas, ha sido mucho más: poeta, caballero de la Orden del Imperio Británico, deslenguado crítico y aplicado bebedor . Tras dar buena y gustosa cuenta de tales aficiones en estas páginas, se pregunta uno cómo Martin Amis, su hijo,  dice haberse llevado tan bien con un hombre tan complejo -acaso exigente, a veces antipático y hasta pedante- como Kingsley, cuya figura Martin Amis glosó ampliamente en Experiencia y ahora, de perfil, en Lionel Asbo. El estado de Inglaterra. Pero volvamos a la bebida, perdón, quise decir a la lectura.

Ahí donde haya un hombre, habrá conversación, escribió para el prólogo de este libro el periodista Christopher Hitchens. Eso sí, luego amplió -palabras más, palabras menos-: ahí donde haya un hombre, habrá una copa. “La bebida vino para quedarse; moraleja aparente: si ella se va, nosotros también”. En un texto introducitorio a la altura de lo que vendrá, se despacha a gusto Hitchens : el vino y la cerveza son bebidas típicas aldeanas y de las clases pobres; la ginebra y el whisky son de ciudad.

Se prodiga una enjundiosa compilación de tragos: desde el Absenta hasta un coctel de Ron caliente con mantequilla; sí, mantequilla.

Ya entrando en materia, Sir Amis recibe al lector con el epígrafe Bebiendo literatura, el primero de los libros contenidos en este volumen. “Una señal infalible del genuino bebedor es que lee todo lo que se escribe al respecto, desde libros enteros hasta esos pequeños boletines informativos”, escribe. Acto seguido se prodiga una enjundiosa compilación de tragos: desde el Absenta hasta un coctel de Ron caliente con mantequilla; sí, mantequilla. Y lo que es mejor: dice qué beber y con qué: Guinness para los huevos con beicon o salchichas; Jerez para las sopas; Châteneuf du Pape para el buey, el cordero, las carnes de caza, el queso…  Y es ahí, cuando habla de comida, cuando la cosa se pone buena.  “Comer engorda”, dice. Y como él quiere estar esbelto, comenta al lector una dieta que le ha hecho perder seis kilos. ¿El secreto? Pues apañar los menú y prodigarse la dosis más razonable posible de alcohol.  Que ya lo advierte la vitola del volumen con el fulminante entrecomillado: “La comida es la maldición de las clases bebedoras”. Que su copa sea, entonces, la medida.

Las instrucciones de Amis para no emborracharse son genuinamente hilarantes, porque además las escribe con la aparente seriedad del humor británico más afilado: “Hay mucho folclore en torno a eso de beber leche o aceite de oliva justo antes de sumarse al jolgorio (…) El sistema funciona mejor al revés: en mitad de una comida grasienta, parece que un brandi a palo seco te aplaca el estómago”. Y si no da resultados, pues tiene le lector un magnífico apartado: lecturas para la resaca y música para la resaca –que divide en resaca física y resaca metafísica-. En el primer apartado –qué leer resacoso- recomienda  Amis desde el libro XII de Paraíso perdido, los poemas de A.E Housman e incluso a Chesterton. En el segundo –qué escuchar-  sugiere  la sexta sinfonía de Chaikovski y desaconseja totalmente el Jazz.

En las páginas de Sobrebeber tiene le lector un magnífico apartado: lecturas para la resaca y música para la resaca.

Los otros dos libros incluidos en esta edición son El trago nuestro de cada día y El estado de tu copa. En uno, Amis recopila sugerencias etílicas con crónicas sobre su experiencia bebedora. Son brevísimas estampas sobre el Whisky de Malta, el Oporto, el Brandi, el Mezcal, el Jerez… Eso sí, en lo que a España respecta, Amis deja la producción local por los suelos. Sobre el vino español, dice: “Aunque España tiene más hectáreas de viñas que cualquier otro país del mundo, los métodos de elaboración del vino son tan ineficaces que su producción queda por debajo de la de Francia o Italia”. A eso habría que agregarle, como puntilla británica, su apreciación sobre la sangría, “esa pócima española barata, fácil de preparar y bastante inofensiva”. El Estado de tu copa reúne un detalladísimo y casi enciclopédico recuento de vinos, destilados, licores, cervezas .

Ya lo dijo el escritor Juan Bonilla en su Biblioteca en llamas: "El libro de Kingsley Amis no corre el menor riesgo de generar detractores: tanto sus hinchas sobrios como los eruditos de la ebriedad, disfrutarán sin remedio con él, gracias fundamentalmente a que el libro está lleno de humor, sarcasmo y sabiduría”. Razón no le falta a Bonilla. Es, sin duda, una lectura que mezcla el cinismo con el buen vivir, todo con una risita british que se deja caer, gustosa, como una buena copa de Oporto.   

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