En los últimos años quizá espoleado por el debate que se fraguó en torno a “¿dónde están los intelectuales cristianos?”, ha proliferado un conjunto de firmas, medios de comunicación, blogs, think tank, editoriales, centros de formación, títulos y posgrados que, si bien no son estricta y únicamente cristianos, han llevado la larga y fecunda tradición de pensamiento cristiano a la palestra.
En este efervescente contexto la Universidad Francisco de Vitoria decide lanzar su título propio de Experto en Humanidades. Un curso cuya duración es de un año (de septiembre de 2022 a junio de 2023), que se dará en formato online (dos sesiones semanales de aproximadamente una hora y media cada una) y cuyo precio es de 2.500 euros (con posibilidad de beca para recién graduados). Vozpópuli entrevista a Luis Seguí, coordinador del título, y Ángel Barahona, director del departamento de Humanidades de la UFV (ambos profesores del curso).
P. ¿En qué se distingue del resto de las formaciones disponibles, qué aporta de novedoso y de valioso más allá de su evidente carácter humanista, cuáles son sus objetivos?
L. Seguí: Creo que el principal valor, por un lado, es el juicio cultural acerca del itinerario histórico e intelectual que ha seguido la modernidad hasta configurar el hombre de hoy, con especial atención al concepto de identidad, convertido prácticamente en un fetiche de carácter cuasi religioso, y de donde se derivan muchos de los problemas políticos, morales y culturales contemporáneos. Y, simultáneamente, el valor de los profesores que lo imparten, profesores e intelectuales con un juicio serio sobre la historia de las ideas y la necesidad de dar razón de sus implicaciones prácticas, que todos acusamos.
Á. Barahona: Son preguntas distintas… Es una formación que tocará los temas calientes que se encuentran en la calle y ante los que los católicos nos hemos quedado sin posibilidad de entrar en diálogo, callados sin saber qué decir por falta de argumentación, conocimientos, o criterios, abrumados por la revolución cultural en la que estamos inmersos.
Lo novedoso: retomaremos el punctum dolens sin tapujos, debatiremos, compartiremos los grandes pensadores y sus aportaciones sobre esos temas, para formar criterio para pensar y decidir.
Los objetivos: Se observa en la deriva académica la creciente demanda de filosofía y teología en las ciencias duras o en las carreras más técnicas, por la capacidad de las humanidades para discernir, aplicar a las decisiones vitales que tenemos que asumir, afinar el juicio… Se trata de construir las herramientas conceptuales para poder comprender el mundo y liderar el cambio que se demanda en las instituciones, y dominios públicos y privados.
P. ¿A qué problemática en particular pretende dársele respuesta? ¿Qué identificaron a la hora de pensar y confeccionar este posgrado? Quizá el subtítulo pueda darnos una pista de por dónde van los tiros… Antonio Gramsci reivindicaba el pesimismo de la inteligencia y el optimismo de la voluntad. ¿Qué hay de pesimismo y qué de optimismo en su título?
Á. Barahona: La idea surgió por el desasistimiento que se observa en los ambientes cristianos para comprender lo que está pasando y generar las respuestas acordes con lo que vivimos, que nos permitan una coherencia vital entre lo que decimos que creemos y lo que vivimos. Identificamos que, poco a poco, desechábamos nuestra forma de vivir como trasnochada porque las ideologías, y las otras formas de entender y vivir la vida, se imponían sin crítica en todos los ámbitos de nuestro desarrollo personal, profesional, familiar, etc. “Experto” significa que habrá una exhaustiva formación en disciplinas de las que una formación normal de cualquier grado universitario ha carecido: filosofía, teología, antropología, ética, epistemología, moral… etc.
L. Seguí: En efecto, la idea surgió hace unos años, fruto de conversaciones con exalumnos del colegio -algunos muy buenos académicamente- que, al entrar en el ámbito laboral, e incluso en los ambientes adultos pretendidamente católicos, echaban en falta un juicio más maduro sobre el mundo que les tocaba vivir y necesitaban un criterio más potente que permitiera vivir la promesa que habían intuido en sus años de estudiantes. La dificultad contemporánea a la hora de formar una familia, de educar, a la hora de trabajar en organizaciones potentes y exigentes, les hizo conscientes de que necesitaban más comprensión, más finura de juicio para saber estar en el mundo y a la vez tener un criterio distinto, cristiano.
Por otra parte, surge igualmente de conversaciones con profesores de Humanidades que, trabajando en diferentes lugares, compartimos el juicio sobre la superficialidad de determinada “educación católica”, que no educa la razón y se queda al nivel del sentimiento.
Frente a las posiciones que califican de pesimista o de optimista una propuesta, preferimos el realismo. El juicio sobre la deriva de Occidente se puede entender como pesimista, pero los hechos hablan por sí solos. El optimismo de la propuesta no viene como en Gramsci de la voluntad, sino de la pertenencia a la Iglesia, pues es en ella donde el hombre recupera su identidad, encuentra la fuerza para crear y los compañeros de viaje para construir una nueva civilización humana, más humana.
P. ¿Qué perfil de alumnos esperan tener en su primera promoción y qué herramientas de intervención se les ofrece a estos al acabar el curso? Por otro lado, en cuanto al profesorado ¿se trata de académicos gruñones o hay vocación de transversalidad?
Á. Barahona: Aunque a esto responderá mejor Seguí, lo que si podemos adelantar es que serán pioneros en métodos novedosos, análisis de casos, acompañamiento personalizado, debates, con profesores curtidos en experiencias en aula y fuera del aula de lo más diverso.
En determinados ambientes nos encontramos argumentos para defender lo que creemos, y justificarlo argumentativamente. El déficit de formación en Humanidades en los distintos sistemas educativos que se nos han ofertado a lo largo de nuestra vida es una lacra que nos arrastra a aceptar el pensamiento único como la verdad. También se abre a aquellos que buscan y no han encontrado todavía respuestas a las preguntas existenciales, personales, culturales…
L. Seguí: En cuanto a los alumnos, el curso está pensado principalmente para mejorar su formación, no como la consecución de un título con finalidad exclusiva para el currículum. Se dirige a recién graduados y a jóvenes que llevan 4 o 5 años en el mundo del trabajo y han formado ya una familia, y perciben la necesidad de estar más preparados para afrontar la vida con un criterio católico sin necesidad de exiliarse del mundo.
El grupo de profesores es excepcional, estoy muy agradecido a las aportaciones que ha hecho en este sentido la UFV, poniendo a auténticos maestros reconocidos en sus diferentes ámbitos. Son académicos, sin duda, y muy buenos, porque están en el mundo, ven lo que sucede en este Occidente que se aleja cada vez más de lo humano, y creen aún en la fuerza de la razonabilidad que aporta la fe para juzgar y vivir mejor en estas circunstancias y en las que vendrán.
P. En cuanto al contenido por lo que he podido ver en el borrador de su plan de estudios ustedes dan una “dieta variada”… Comienzan por una aproximación al concepto de cultura y a la inextricable dimensión simbólica del ser humano; entran de lleno en cuestiones de hondura filosófica a partir de la pregunta ¿quién es el hombre?; también abordan el narcisismo y el mundo líquido; no dejan fuera la cuestión del género así como el papel de la Iglesia en la actualidad.
L. Seguí: Destacaría su originalidad y la voluntad de ir hasta el fondo en el análisis de las causas culturales que vertebran el mundo de hoy: por los temas que toca, por cómo lo hace y por quienes pone delante para llevarlo a cabo -los profesores. Buscamos rastrear el origen de la locura identitaria para filiar su génesis en autores que emprendieron hace siglos el camino de la separación entre el hombre y el mundo. En este sentido el anclaje es una visión antropológica que no huye de lo humano, pero tiene un horizonte trascendente, también en el sentido kantiano. Creemos indispensable el diálogo crítico con las escuelas de pensamiento de mayor influencia en nuestro mundo: ni su denostación, como hace una parte del pensamiento conservador (catolicismo incluido) ni su adaptación intelectual para acabar siendo una parte más del problema. También su ambición de dar una visión global, sin dejar fuera ningún ámbito de la cultura, el arte o la política, para entender bien qué identidad tiene el hombre contemporáneo y cómo se le puede acompañar.
Á. Barahona: Yo destacaría su versatilidad, la originalidad del planteamiento y de los temas, lo provocador del contenido, la actualidad. Se tocarán sin miedo los temas que duelen, o sobre todo que no tenemos claro cómo afrontarlos.
P. ¿Por qué y a quién recomendaría el título?
L. Seguí: La razón por la que recomendarlo es sencilla: por el simple gusto de entender qué nos ha pasado y por cómo volver a empezar hoy a vivir mejor.
A cualquier joven que desee estar en el mundo de manera más fecunda, valorar con más conciencia la cultura en la que le ha tocado vivir, entender más y mejor, que sigue siendo nuestra tendencia natural y el destino de cualquiera que se dedique a enseñar el mundo a los otros. Especialmente a aquellos que tienen trabajos exigentes, que viven en la tensión y la lucha diarias, y que creen que desde la experiencia cristiana aún se puede construir.
Á. Barahona: En mi opinión lo necesitan profesores de cualquier nivel e institución; profesionales de cualquier ámbito que se hagan preguntas de carácter vital, existencial, que busquen respuestas a las propuestas del mundo actual. Padres y madres de familia cuyos hijos van a empezar a hacerles preguntas incómodas. Buscadores de la verdad en general y que se dejen asombrar ante la realidad.
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