Cultura

Cuando el escritor delata, de una vez por todas, al espía: salen a la luz las memorias de John le Carré

Agente secreto durante los años de la Guerra Fría y el más grande escritor del género de espionaje, el británico se confiesa en Volar en círculos (Planeta) un volumen de memorias en el que rompe su acostumbrado hermetismo y revela los acontecimientos verídicos de su obra de ficción.

"Un buen escritor no es experto en nada, salvo en sí mismo. Y sobre ese tema, si es listo, cierra la boca", escribe John le Carré en las páginas de sus memorias Volar en círculos. Historias de mi vida (Planeta), un libro que llega a las librerías españolas este jueves 8 de septiembre como una detonación. Discreta, sí, pero un sacudón que agrieta el biombo de hormigón tras el cual Le Carré se ha escondido durante seis décadas. Oficial del servicio británico de inteligencia tras la Segunda Guerra Mundial y también durante los años del telón de acero, Le Carré es dueño de una ciclópea obra que rompió moldes: una que se valió del espionaje, la narración detectivesca del crimen, la corrupción y la violencia para levantar un nuevo registro acerca de la naturaleza humana de los bandos e intereses políticos -¿héroes, cuáles?; malvados, ¿todos?-, los matices ideológicos y los descalabros del poder.

A pesar de haberlo visto (casi) todo, el británico nunca ha dado demasiados detalles de cuanto ha volcado en sus libros. De hecho, pocas veces da entrevistas. Le Carré siempre ha protegido su personaje, o al menos la naturaleza real de ese personaje. Ahora, los lectores podrán leer en este libro algunas claves de esa sombra que deja rastro en sus obra. En unas páginas arroja más luz que en otras -sus apreciaciones sobre el MI5 pueden llegar a ser duras, aunque siempre con discreció. Hay gente que aún vive, asegura-, aunque resulta indudable que Volar en círculos. Historias de mi vida (Planeta) abre una ventana sobre una faceta fascinante y hasta ahora oculta. El título de estas memorias encierra muy bien su naturaleza. La capacidad de sobrevivir, como las de esas palomas que cazaban cerca del casino de Montercarlo; esa trayectoria, el constante movimiento, ha permanecido como un aleteo en la memoria (y la pluma) de Le Carré.

En unas cosas arroja más luz que en otras -sus apreciaciones sobre el MI5 son duras pero discretas-, aunque resulta indudable que Volar en círculos (Planeta) abre una ventana sobre una vida fascinante y hasta ahora oculta

A lo largo de más de 400 páginas, el escritor británico ofrece a sus lectores datos de cómo fueron sus años en el servicio de inteligencia austríaco; la forma en que fue reclutado por los servicios secretos británicos en los años 50, mientras estudiaba en la Universidad de Oxford; sus funciones como interrogador y coordinador de agentes en el departamento que investigaba el rastro a las organizaciones de izquierda radical soviética; su paso del MI5 al MI16, así como sus no pocos roces y desencuentros, pero también sus amistades y buenas migas a lo largo de esos años (y los siguientes) con distintos personajes: su relación con Graham Greene; sus recuerdos sobre el topo soviético Kim Philby, el doble agente del servicio británico que servía también en el NKVD soviético y luego de la KGB; la identidad real de los protagonistas de sus mejores novelas y hasta detalles específicos como sus comidas con Margaret Thatcher o el desmentido de su supuesta mala relación con Kubrick, que quiso adaptar algunos de sus libros al cine. Habla también los motivos que lo llevaron a dejar el espionaje para dedicarse a escribir o de los altercados que tuvo con más de un jefe de inteligencia por lo que contaba en ellos. Le Carré da un paso al frente con estas memorias a sus 85 años y más medio siglo después tras publicar su primera novela, Llamada para el muerto (1961). Así, el autor de clásicos como El espía que surgió del frío y el creador de la saga del agente George Smiley, se revela –al fin- tras años de silencio. Él mismo derriba la pagoda de hormigón y deja hablar al hombre, al espía, que alimentó al escritor que afloró seriamente en 1960, durante sus años en Alemania 

Sobre el silencio –ahora roto- de Le Carré

Su verdadero nombre es David John Moore Cornwell, pero si nos refiriésemos a él de esta forma pocos sabrían de quién se trata. John le Carré (Poole, Dorset, 1931), el novelista británico que recuperó lo mejor de la tradición de Chesterton y ejerció un potente influjo gracias a su voz y su estilo, es para muchos un autor inconfundible, pero para otros es –por así decirlo- un autor fundacional. Sí, su novelística supuso, en opinión de algunos avezados lectores, una nueva forma de mirar en un mundo que ya no se repartía (sólo) en los buenos y malos ambos lados de una línea; sino de uno acaso más complejo, más humano, que se repartía –entonces- a ambos lados de un muro. El de Berlín. Dueño de un estilo inconfundible, Le Carré ha publicado más de 24 libros en 50 años. Sus primeros textos, una combinación de humor y el género policíaco, terminaron destilándose en un universo de espías, dobles agentes, topos, aristócratas y elegantes sujetos del Servicio Secreto Británico, que ahora aparecen retratados y descritos en Volar en círculos (Planeta). Hay quienes afirman que los agentes de la KGB amaban sus novelas; y razones no faltaban. Entre otras cosas porque se levantaban sobre el escarmiento de la experiencia vital de Carré.

"Es difícil transmitir, medio siglo más tarde, la atmósfera de desconfianza que reinaba en los pasillos del poder secreto de en Whitehall a finales de los años cincuenta y comienzos de los sesenta", escribe en estas memorias

"Es difícil transmitir, medio siglo más tarde, la atmósfera de desconfianza que reinaba en los pasillos del poder secreto de en Whitehall a finales de los años cincuenta y comienzos de los sesenta. Yo tenía 25 años cuando, en 1956, fui formalmente admitido en el MI5 como oficial subalterno. Si hubiese sido un poco más joven –me dijeron-, no me habrían aceptado. El Cinco, como lo llamábamos, se enorgullecía de su madurez. Por desgracia, fue insuficiente para protegerlo de reclutar lumbreras como como Guy Burgess, Anthony Blunt y los otros patéticos traidores de aquel período, cuyos nombres perduran en la memoria colectiva (…) En 1960, solicité el traslado al MI6 o, como los llamaban mis disgustados jefes, esos mierdas del otro lado del parque. (…) Pero permitidme que reconozca, para concluir, una deuda de gratitud con el MI15 que jamás podré pagar suficientemente. La instrucción más rigurosa que he recibido como escritor no se la debo a un maestro, ni a un profesor de universidad, ni menos aún a una escuela de escritores. Me la proporcionaron los jefes de mayor nivel del cuartel general del MI5 en Curzon Street, en Mayfair, educados con los clásicos". Más que explicar, en estas páginas sentencia.

Fue la combinación de su capacidad de mirar con la sustancia de sus mejores años como agente, lo que hizo sus libros un prodigio. Le Carré se hizo famoso a raíz de sus historias con el telón de acero y la guerra fría de fondo de armario. Su segunda novela El espía que surgió del frío (1963), reconocida con el Premio Somerset Maugham y Premio Crime Writers Association Gold Dagger, fue descrita por Graham Greene como la mejor novela de espías que había leído jamás. Incluso, apenas cuatro años después de Llamada para un muerto, (1961), fue llevada al cine con James Mason como el protagonista implicado en la investigación del suicidio de un miembro del Foreign Office. Hay un gran número de obras de Le Carré adaptadas a la pantalla grande o chica. El Topo –que forma parte de su serie de cinco novelas protagonizadas por el agente George Smiley- inspiró la mítica serie de la BBC realizada por John Irving. Pero a esa se suman muchos otros títulos: El jardinero fiel o El sastre de Panamá. Polémico –sus desavenencias con Salman Rushdie se dieron por resueltas hace apenas unos años-, John Le Carré no admite ningún tipo de premio literario ni títulos ni distinciones. A pesar de todo, algunas instituciones persisten en premiarle, como el Instituto Goethe, que le otorgó en 2011 la Medalla Goethe. A pesar de esta naturaleza espartana y áspera, el hombre que se expresa en estas páginas es capaz de dejar asomar en la discreción de estas páginas una capacidad de empatía para entender, muchos a veces, a quienes le tocó perseguir -en el caso de los rusos de los años del MI5- o también personajes algo más complejos, como su padre, a quien dedica unas durísimas páginas. "Tardé mucho tiempo en poder tratar en términos literarios a Ronnie: embaucador, farsante, ocasional visitante de la cárcel, y además mi padre", escribe.

"Todas estas son historias verdaderas contadas de memoria, por lo que tenéis derecho a preguntaros cuál es la verdad (....) La auténtica verdad no reside en los hechos, sino en los matices". 

En sus más recientes novelas, Le Carré parecía cada vez más enojado, más enconado contra el mundo manejado por los financistas que todo lo atropellan, acaso por eso transmitía en ellos una ira contemporánea, ya fuese en las acciones terroríficas de los laboratorios (El jardinero fiel) o la actual situación de los inmigrantes en la Europa de nuestros días (El hombre más buscado) o la –para él- malsana guerra de Irak, en Amigos absolutos. Acaso justamente por esa razón, en estas memorias, el británico señala las fisuras de la democracia y de quienes manejan el poder que ha conseguido distinguir durante décadas y que plasma en sus novelas cual estampa. Justamente esa es una de las características de este libro, que acorta la distancia entre quien vive y escribe. Entre quien lee y considera importante arrojar luz sobre la naturaleza de lo cierto: "Todas estas son historias verdaderas contadas de memoria, por lo que tenéis derecho a preguntaros cuál es la verdad y cuáles los recuerdos en un escritor de ficción que encuentra se encuentra en lo que delicadamente podríamos llamar el crepúsculo de su vida (....) La auténtica verdad no reside en los hechos, sino en los matices"

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