En el año 1978, la misma fecha en que Argentina ganó su primer campeonato del mundo, Jorge Luis Borges despachó por igual a defensas y delanteros. “Es un juego para mentes estúpidas”, dijo el escritor con su voz aflautada y sarcástica. Hace unas décadas, la sola mención del fútbol era un apuro para instruidos y pensadores. En América Latina no sería hasta la aparición de escritores y periodistas como Osvaldo Soriano, Juan Sasturaín o Roberto Fontanarrosa cuando el futbol comenzaría sus esfuerzos para sacudirse la sospecha de práctica salvaje y plebeya.
Aunque ahora se publican títulos y títulos sobre fútbol, el fenómeno que mezcla literatura con el deporte rey no era tan común. Entre los primeros acercamientos literarios al fútbol está, por ejemplo, el relato Suicidio en la cancha, escrito por Horacio Quiroga en 1920 y reunido en el volumen Cuentos de fútbol, editado por Alfaguara. El relato de Quiroga está basado en el caso real de un jugador del Nacional que se pegó un tiro en el círculo central del campo al finalizar un partido. Como este relato, abundan piezas magistrales, como muchas de Las Aguafuertes Porteñas que Roberto Arlt dedicó al fútbol y que fueron publicadas en el diario El Mundo entre 1928 y 1933.
Ya autores como Vladimir Nabokov, que jugó como portero en Cambridge, o el mismo Albert Camus, que jugó en la selección argelina, habían trenzado algunas alianzas entre dos áreas no del todo afines, al menos de la boca para afuera. A la lista de creadores habría que sumar al alemán Günther Grass y por supuesto al italiano Pier Paolo Pasolini, a quien debemos la frase “el goleador es siempre el mejor poeta del año”.
Rafael Alberti, con su Oda a Platko tras la final de Copa del Rey que enfrentó al Barcelona y a la Real Sociedad en 1928, es uno de los puntos de partida más concurridos y visitados para contar esta filia futbolística y literaria. También lo es, claro, la Contraoda que escribió el poeta de la Real Sociedad Gabriel Celaya, cuya enorme pasión por los donostiarras hizo que el día de su muerte los jugadores de la Real salieran a jugar con brazaletes negros en un partido ante el Athletic. Miguel Hernández dedicó su Elegía al guardameta al portero de Orihuela, su tierra, y Nicanor Parra en su poema Noticiero, 1957 habló de la destreza y el destino de la selección chilena. La pelota consiguió cobijo también en la poesía de Juan Gelman y total intemperie en Pablo Neruda, quien escribió un pateador poema –de visión forzada– llamado Los jugadores.
En 1955, con Puntero izquierdo, publicado en el libro Montevideanos de Mario Benedetti, comienzan a limarse, propiamente, asperezas entre literatura y fútbol. Ese mismo año, el dramaturgo Agustín Cuzzani presenta El centroforward murió al amanecer (1955), de la que después hizo una película, en 1961, dirigida por René Mugica. El gran novelista español Vázquez Montalbán parafraseó también el título de Mugica para una de sus entregas detectivescas: El delantero fue asesinado al atardecer (1979). El autor vallisoletano Miguel Delibes también dedicó un libro al tema en El otro fútbol. En éste, el autor de Cinco horas con Mario analiza la Eurocopa de 1980, en comparación con la Copa del Mundo de 1978. Otro libro fundamental es, sin duda, el ensayo sobre fútbol Fútbol a Sol y sombra, de Eduardo Galeano.
Si bien es cierto el fútbol y la narrativa no terminan de fundirse cómodamente. El miedo del portero al penalti, de Peter Handke, no es del todo un ejemplo memorable. Uno que no es propiamente una novela pero fue llevado al cine es Fiebre en las gradas, de Nick Hornby, quien narra su propia adicción futbolística al Arsenal. En narrativa existen, también, cuentos destacables, como los del peruano Julio Ramón Rybeyro –jugador, escritor e hincha del Universitario- o más específicamente, piezas como Crack, un relato en el que el paraguayo Augusto Roa Bastos narra la fantástica historia de Goyo Luna, puntero izquierdo del Sol de América.
Como antólogo, opinador, ex jugador, divulgador, ex entrenador, a veces poeta o director deportivo (ahora ex director deportivo), y fundamentalmente como argentino, Jorge Valdano ha desempeñado un papel importante en la divulgación del fútbol. No sólo por sus libros Apuntes del balón: anécdotas, curiosidades y otros pecados del fútbol, Los cuadernos de Valdano y Miedo escénico y otras hierbas, sino también por su papel de compilador en la edición que hizo Alfaguara del volumen Cuentos de fútbol.
En la crónica y el artículo periodístico destacan algunos imprescindibles. Los once de la tribu y, por supuesto, Dios es redondo, del mexicano Juan Villoro. En este libro el escritor se afila como el más preciso de los cuchillos. Traza siluetas perfectas –su descripción del episodio de la foto que tenía de niño Pep Guardiola de Platini es estupenda-, jocosas y a la vez poéticas imágenes. Y lo hace como pocos o como ya quisieran muchos. Un libro también indispensable son Las crónicas del calcio, de Enric González. En la lista hay que incluir a Javier Marías, quien defiende su madridismo a capa y espada, y lo demuestra en Salvajes y sentimentales, un volumen que reúne sus mejores –y más viscerales textos- sobre fútbol.
En Lo peor de todo, uno de sus primeros libros, Ray Loriga dedica uno de los brevísimos capítulos del de la novela a las estadísticas del Real Madrid frente a Barcelona. Se trata de una enumeración magnífica, una letanía tan futbolera como literaria: “Si sumamos todos los puntos ganados por todos los equipos en todas las ligas tenemos que el Madrid suma 2.355, mientras que el Barcelona, que sería el segundo equipo con más puntos, se queda en 2.192 (…) Me refiero a que algunas cosas son importantes y otras no".
De unos años a esta parte abundan títulos literarios dedicados al fútbol, por ejemplo Viaje al corazón del fútbol (Corner) un conjunto de 26 entrevistas sobre el FC Barcelona realizadas por el periodista Juan Cruz a Joan Manuel Serrat, José Luis Rodríguez Zapatero, Carme Chacón, Baltasar Garzón, Jorge Valdano, Juan Marsé o Enrique Vila-Matas, entre muchos otros afectos culés. También hay que mencionar la edición que hizo el sello Libros del K.O. Se trata de Hooligans ilustrados, una colección de seis pequeños libros escritos por cinco conocidos periodistas, ninguno de ellos deportivo, y un músico: Ramón Lobo, Enric González, Manuel Jabois, Marcos Abal, Julio Ruiz y Antonio Luque, el Sr. Chinarro. Recientemente, Luis García Montero reunió lo más afinado de las voces poéticas que han escrito sobre este deporte en Un balón envenenado, una antología poética de Visor.
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