Cultura

Sin azúcar y con premio incluido: cafés literarios

Los hay con premio: como el de Flore o Les Deux Magots. Nocturnos o diurnos: no tienen hora y el tiempo pasa por ellos como las historias por los lectores. El Royal en Londres, El Floridita en La Habana, El Gijón y El Comercial en Madrid o el White Horse y el Algoquin en Nueva York.

Es el primero del recorrido. Por una razón muy sencilla: muchos se frotan las manos ante la noticia de su reapertura en 2014. Se trata del Bar Hemingway, en el Ritz de París, bautizado así por su célebre cliente, el autor de Adiós a las armas, y cerrado por obras desde hace dos años. Es uno de los tres bares que forman parte del que ha sido, sin duda, un enclave literario por excelencia. Lo menciona F. Scott Fitzgerald en Suave es la noche y el propio 'Hem' en Fiesta. Aunque para cafés literarios parisinos, la lista es larga. Sin ir muy lejos, en el boulevard de Saint-Germain: El Café Les Deux Magots -que desde los años treinta tiene un premio literario con su nombre- y en el que solían reunirse Elsa Triolet, André Gide, Jean Giraudoux, Picasso, Fernand Léger, Prévert, también Sartre y Simone de Beauvoir, además de la corte surrealista en pleno.

Hay quienes afirman que no se puede entender El Deux Magots sin su rival,  el Café de Flore, un café brasserie situado en el número 172 del Boulevard Saint-Germain y creado también durante la época de la tercera república, a finales del siglo XIX. Era, dicen, el predilecto de Ernest Hemingway –se dice lo mismo de La Closerie des Lilas, en Montparnasse… ¿cuál no le gustaba al novelista?-, pero también de Truman Capote y Lawrence Durrell. Jean-Paul Sartre y Simone de Beauvoir tenían mesa fija al igual que Léon-Paul Fargue, Georges Bataille y Raymond Queneau. El Flore tiene, también, su premio Literario, creado en 1994. Con él se han alzado escritores como Amélie Nothomb y Houellebecq . Su jurado, dicen los organizadores, se caracterizan por su “independencia, su libertad y su insolencia”. El autor premiado recibe, aparte de una recompensa económica -6.100 euros-, una copa de vino blanco Pouilly –“a consumir con moderación”- durante un año. La copa lleva -por supuesto-  el nombre del ganador grabado en el cristal. Apenas el año pasado, Jean-Marc Vallée  le dedicó al café una película que recibió parabienes de la crítica.

No se puede entender El Deux Magots -los dos magos- sin su rival,  el Café de Flore, una institución literaria.

Ye Olde Cock Tavern, en Fleet Street, es otro establecimiento que puede presumir de literario.  Originalmente llamada Ye Cock and Bottle es una de las tabernas más antiguas de Londres. Su primer local ya estaba abierto para 1549 y tuvo entre sus  habituales a autores como Charles Dickens. Abriendo un poco más el espectro, hay que citar Cafe Royal, en el número 68 Regent Street. Reconvertido hace cinco años en hotel de lujo por David Chipperfield Architects, mantiene algo de su espíritu original. Allí  compartieron tazas de té y copas de ginebra el dramaturgo y novelista Oscar Wilde y el pintor Aubrey Beardsley, creador, por cierto,  de una magnífica edición de Salomé escrita por el irlandés. Arthur Conan Doyle, H. G. Wells, George Bernard Shaw, Rudyard Kipling, W. B. Yeats, D H Lawrence, Virginia Woolf, Winston Churchill y Graham Greene eran también asiduos  clientes.

Cuando Ernest Hemingway vivía en Cuba, cuenta Jordi Soler,  “pasaba mucho tiempo a bordo de su bote, y otro tanto acodado en la barra de El Floridita”, célebre bar de  La Habana en el que comenzó a prepararse el  papa's special, un cóctel diseñado especialmente para Hemingway, que en la isla gozaba del cariñoso sobrenombre de Papá. Al final de la barra se conserva todavía, rodeado por una cadena y coronado por un busto en bronce del escritor, el lugar exacto donde daba cuenta de sus cocteles. Muchos más pasaron por este local ubicado en la esquina de las calles Obispo y Monserrate: Gene Tunney, Jean-Paul Sartre, Gary Cooper, Luis Miguel Dominguin, Ava Gardner y Tennessee Williams.

El Davyd Byrnes, en Dublín, aparece en El Ulises y Dublineses.

En Dublín, en el real y el de ficción, Leopold Bloom ordena un sándwich de gorgonzola y bebe una copa de borgoña en Davy Byrnes, en el número 21 de Duke Street. El personaje del Ulises da cuenta de sus bebedizos en el local, porque fue justamente allí donde James Joyce escribió algunas páginas de su novela. Joyce también le dedicó algunas línea en Dublineses. Es una de las paradas más concurridas del Bloombsday , cita que por cierto, no se pierden los Caballeros de la Orden del Finnegans , nombre con el que han bautizado su hermandad, y no por el Finnegans Wake de Joyce, sino porque así se llama el pub donde comparten, desde 2008, sus pintas de Guinnes  Enrique Via-Matas, Jordi Soler, Marcos Giralt Torrente, Malcolm Otero Barral, José Antonio Garriga Vela, Antonio Soler y Emiliano Monge.

En el Algonquin Hotel (59 West 44th Street) quedaron para comer, a comienzos de siglo, los integrantes del “Círculo vicioso”, como sus miembros solían llamarle. En verdad se conocía como La mesa redonda del Algoquin, que reunía a una serie de columnistas, periodistas y escritores de The New York Times y del que formó parte la escritora Dorothy Parker; el lugar tiene, también, su fetiche: la gata Matilda. También en Nueva York, se encuentra el White Horse Tavern, uno de los bares más antiguos de la ciudad por el que han pasado varias generaciones de escritores, empezando por Dylan Thomas, del que se dice  marcó el récord tras beberse 18 whiskys seguidos, de un sólo trago. James Baldwin, Hunter S. Thompson, Norman Mailer, Allen Ginsberg y Jack Kerouac, también frecuentaban el local, construido en madera y abierto ininterrumpidamente desde 1880. Las primeras oficinas del Village Voice estaban ubicadas, justamente, en el edificio del bar.

En El White Horse se dieron cita desde Dylan Thomas hasta Hunter S. Thompson.

Un reportaje aparte merecen los bares y cafés literarios en España. Desde hace 125 años, el Café Gijón acoge a periodistas, artistas y escritores –Valle Inclán, Ramón Gómez de la Serna, Camilo José Cela-. Fernando Fernán Gómez creó el premio de novela del café, con el que han sido reconocidos Francisco Umbral, Álvaro Pombo o Arturo Perez Reverte. También en Madrid, en el número uno de la glorieta de Bilbao, está El Comercial. Creado en 1887 ha visto pasar por sus mesas Antonio Machado, Rafael Soler ,  Pablo Méndez, Blas de Otero, Gabriel Celaya, Gloria Fuertes, José Hierro, José Manuel Caballero Bonald, Ángel González, Tomás Segovia. En la actualidad, Luis García Montero, Ana Rosetti, José Elgarresta, Arturo Pérez-Reverte... lo visitan también. Pero como esos, están el Novelty, en Salamanca; el Iruña, en Pamplona; el Mauri, en Bilbao; Els Quatre Gats y El Café de la Ópera en Barcelona.

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