Él solo se inventó el nombre, lo demás es real. El maestro Camilleri, Andrea Camilleri –como lo hicieran Faulkner, Benet o Rulfo-, levantó sobre el papel una ciudad de pura ficción: Vigàta. Más viva que Comala o Región –en el fondo ciudades llenas de ausencias-, Vigàta es el nombre imaginario que Camilleri insufló –en parte- con el espíritu de Porto Empedocle, su ciudad natal. Se trata de un pequeño pueblo de costa, en Agrigento. Y allí, en la frontera de una ciudad –la vivida y la imaginada- Camilleri lo metió todo.
En un mapa de Camilleri… ¿Dónde exactamente estaría Vigàta? En muchos lugares a la vez, dicen algunos ¿Cuántas ciudades existen en ella? Hay quienes afirman que toda la isla. Camilleri, como un dios goloso y mediterráneo, la levantó en la imaginaria región de Montelusa, a decir de unos cuantos, un trasunto de la provincia de Ragusa, al sureste de Sicilia. El ambiente de Vigàta toma el espíritu de esa zona. Y en ella introduce Camilleri –acaso como aderezo vital: la comida, los restaurantes- lugares de Porto Empedocle. Porque Vigàta hace lo que la seda o los colores preparados: refleja en su mapa un lugar hecho de la fundición de varios.
Por las calles de Vigàta, caminó –también encontró cadáveres, resolvió crímenes- Salvo Montalbano, el detective que protagoniza casi una veintena de libros de la serie de novela negra escrita por Camilleri y que tiene una estatua en la Via Roma de Porto Empedocle. "Montalbano me chantajea", ha dicho entre risotadas el novelista. Y puede que así sea, porque lo convirtió en un superventas en el que algunos ven al autor desdibujado. Tenga o no razón -el escritor o quienes juzgan su obra-, Vigàta es también el escenario de otras historias de Camilleri, las mejores en verdad. Aquellas en las que no aparece el detective y que rastrean el pasado imaginario de una ciudad de ficción. Casi todas se desarrollan en un siglo XIX que retrata en realidad a una región entera, Sicilia: La concesión del teléfono, El movimiento del caballo, La ópera de Vigàta, La captura de Macale…
Pero volvamos a Montalbano, el comisario así bautizado por el italiano en honor a Manuel Vázquez Montalbán y su Pepe Carvalho. Según contó en una ocasión el propio Camilleri, él y Vázquez Montalbán tenían una amistad siciliana. “Un arte difícil, hecha más de silencios que de palabras". Fue con El pianista (1985), de Vázquez Montalbán, donde comenzó una deuda y con ella el afecto. Sólo después de leerla, Camilleri consiguió dar con las claves para terminar El cervecero de Preston, una novela que narra la historia de un prefecto que intenta inaugurar el teatro de Vigàta con una ópera, Il birraio de Preston. “Como prueba de gratitud, bauticé mi personaje más conocido con su segundo apellido, Montalbano", dijo refiriéndose al comisario que comenzó en 1994 con La forma del agua.
La casa de Montalbano, levantada frente al mar, se sitúa en las novelas en el barrio de Marinella, trasunto de la playa de Punta Secca, al lado de Marina di Ragusa. En la adaptación televisiva que se hizo del personaje detectivesco, buena parte de las escenas se rodaron en ese lugar. En distintas guías está referida no sólo la casa –donde han abierto un hotel que se llama así, La casa di Montalbano-, sino también muchos de los restaurantes en los que el comisario-gourmet daba cuenta de generosas raciones de pasta y pescado fresco, uno de ellos el Ristorante Duomo di Ragusa (Via Capitano Bocchieri 31), considerado por muchos el mejor restaurante de Sicilia. En Porto Empedocle, por ejemplo, está el Café Albanese, que ha cambiado su nombre a Bar Vigàta, y en el que pueden probarse los canoli de ricotta fresca por los que Salvo perdía la cabeza; el San Carolegio de La forma del agua o la Trattoria Da Enzo, en lo más alto de la ciudad.
Hay quienes afirman, como la periodista Roberta Bosco, que Camilleri mezcla en un mismo lugar los rasgos de varias ciudades: la comisaría que dirige Montalbano está inspirada en la vieja alcaldía de Scicli, pueblo real, a 25 kilómetros de Ragusa; La Mannara, que aparece en La forma del agua, es una zona de Sampieri, un pueblo de 600 habitantes, ubicado también en el municipio de Scicli. Toda Sicilia está metida en Vigàta: Palermo –por cuyo mercado, La Vucciria, siente el autor una verdadera fascinación, lugar de los paseos de Salvo con su novia Lidia-; Catania; Trapani; Mazàra del Vallo; las islas de Mozia y Pantelleria; Tindari... Un lugar hecho de la mezcla de varios. Esa potestad que tienen los que saben escribir para levantar ciudades ahí donde sólo hay mapas.
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